Secret_Cinema_Sold_Out

En muy pocos años, todo nuestro mundo se ha convertido en virtual. Absolutamente todo está en la nube, y parece que si una experiencia no queda reflejada en Facebook, Twitter o Instagram es que no mereció ser vivida o simplemente, no pasó. Podemos acceder a todo a través de nuestro browser o nuestro smartphone. Pero en este periodo vacacional, en el que todos hemos desconectado un poquito de nuestro desaforado enganche virtual, hemos recordado el valor de lo meramente físico. Entendiendo lo físico como aquello que es solamente aquí y ahora, inmediato, interacción directa con el medio que nos rodea. Miradas, abrazos, barbacoas, perfumes, conciertos, olas.

Precisamente, por la hipervalorización de todo lo online, lo físico (lo único que ha estado ahí toda la vida hasta ayer) empieza a revalorizarse. ¿Qué ha pasado con las cartas? Yo siempre fui de escribir extensas cartas o postales. Y todos los  días abría el buzón, como un pequeño ritual, para ver qué sorpresas me deparaba. Ya no lo abro, nunca hay nada (por lo menos nada bueno). ¿Recordáis que solíamos reconocer la letra de la gente? ¿Y como olía el pegamento de los sellos? Tenemos que recuperar esos momentos experienciales, únicos e irrepetibles para nuestra audiencia a la hora de contar historias.

Yo estudié Arte Dramático. Hay muchos métodos en la interpretación, pero en el que yo me especialicé, la acción física es la que lleva a la emoción, y no al revés. Y funciona, en serio. Y si funciona para el actor, lo mismo pasa con el espectador. Si deja de mirar para accionar dentro de la historia, su implicación emocional será mil veces mayor. Es algo tan sencillo como hacerles moverse de una manera diferente, utilizar sus manos para tocar o accionar con objetos.

'Edwyck' arengando a los fans de Juego de Tronos en la aventura de 19Reinos

‘Edwyck’ arengando a los fans de Juego de Tronos en la aventura de 19Reinos

De esto sabe mucho el street marketing o el marketing experiencial. Pero también de esto sabe mucho el teatro de inmersión. Un tipo de teatro que sumerge al espectador en una experiencia envolvente, en el que se convierte en un personaje más en un universo real que puede sentir y explorar a su gusto. Ya no es una ruptura de la cuarta pared, si no que se nos lleva literalmente al otro lado del muro.

Aquí hablamos mucho de la innovación audiovisual, pero ¿qué pasa con la innovación escénica? Creo que hay un gran problema con el teatro, y es un problema de imagen de marca. El posicionamiento más común que tiene un sujeto medio sobre el teatro se divide en varios conceptos:

  • El Teatro (con mayúscula). Entendido por teatro clásico, que suena a elitista, o a bodrio, a aburrido, o a “es que es muy caro ir al teatro”. Hay poca innovación en este campo, y cada vez más caras de la tele.
  • El teatro alternativo. Este suena a teatro sin medios, a transgresor o irreverente, o al “pues yo no lo he entendido”. Hay más innovación en este campo, pero muy poco presupuesto.
  • La performance. Este entra en el campo del arte moderno, y suena a incomprensible, a pretencioso, a desobediencia. Aquí hay mucha innovación, pero poca preocupación por el espectador.
  • La animación de calle. Este suena a entretemiento menor, a ligereza, a intrascendente, y es denostado a veces por el sector teatral incluso. Aquí puede haber muchos espectadores, pero hay poco cuidado y coherencia en la construcción narrativa.

Estoy siendo muy reduccionista, por supuesto, pero a grandes rasgos el problema es que donde hay innovación no hay público, y donde hay público no hay innovación. Y todavía hay mucho campo por explorar. Solo hay que mirar el éxito de PunchDrunk, que reinterpreta clásicos como Macbeth o Woyzeck en espacios abandonados que atrezzan de manera colosal a la par que minuciosa para la ocasión. Los espectadores, como fantasmas, llevan máscaras y siguen a los personajes a largo de su tragedia, siendo libres de escoger a quién seguir.

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Menos transcendental y mucho más festiva es la experiencia que proponen en Secret Cinema, también Future Cinema, en la que los espectadores compran una entrada para mucho más que el visionado de una película, sino para una inmersión total en el universo narrativo de un film de culto. Yo tuve la suerte de verme sumergida en una distopía a lo Terry Gilliam, pero este verano algunos andan paseando Hill Valley en busca de un Delorean especial.

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Experiencias como estas ponen de manifiesto que hay esperanza en una innovación escénica compatible con un público masivo. El teatro o el evento en vivo no es más que una plataforma más, un canal adicional por el que comunicarnos con nuestro público, ¿porque no plantearlo más allá de un evento autoconclusivo? En un momento de revalorización de lo físico, siempre viene bien dotar a las experiencias online de puntos de encuentro físico, que traen nuestras historias al mundo real.

Y dentro de este campo, hay mucho, muchísimo que explorar en cuanto a modelos de explotación. Incluso ya podemos ver alguna acción de branded que se mete en el escenario, como el #FirstTeatroTuits de Vodafone con Raúl Arévalo. Bueno, ya es algo. Por algún sitio hay que empezar.

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Hagamos más. Rompamos más moldes, sigamos explorando estas nuevas formas de interacción directa. Volvamos a mandar cartas y a mirar a los ojos a la gente. Y dejemos de llamarlo teatro si es que hace falta. Llamémoslo X. Pero hagámoslo. Encontrémonos con nuestro público en vivo y en directo.

Imagen || Captura de pantalla  || Rodaje «Invocación» (Canal+)

@Belen_Santa