El otro día leí un tuit que, entre otras cosas, decía algo así como: “hagan algo con estos bulos que dañan la paciencia de cualquier persona inteligente” y me sentí muy identificada. No por lo de inteligente, ni por los bulos, sino por aquello del daño a la paciencia. Siento que la paciencia se me agota y, de repente, no sé de dónde me nace un poquito más de aguante ante este síndrome de burnout que tenemos ahora mismo.

Y es que a pesar de que esta gestión está siendo muy cuestionable me gustaría confiar en el dicho tradicional que asegura que los gitanos no quieren hijos que tengan buenos principios. 

Sin embargo, en mi afán de que la crítica sea CONSTRUCTIVA aquí voy con una idea o un esbozo de cómo considero que desde mi posición puedo contribuir y ayudar en este mundo del “live entertainment” y de la cultura, que está en uno de sus peores momentos. 

Desde hace 4 años dirijo una plataforma de intermediación de entradas llamada Monoticket y además presido la Asociación Nacional de Ticketing de España que representa esta parte del sector: mercado secundario de entradas o como vulgarmente y mal entendido “reventa”.
A pesar de la imagen dañada de un sector tan natural como éste, hemos trabajado por dar lo mejor y aportar valor en la sociedad en cuanto a la venta de entradas.

Os pongo en situación. Actualmente hay 2 tipos de eventos:

  1. Eventos aplazados: Es la mejor alternativa ante un evento porque, aun siendo un trastorno, puedes conservar los ingresos por la venta de las entradas. Las plataformas de mercado secundario habitualmente por condiciones generales y teniendo en cuenta instrucciones del promotor y organizador del evento, si las entradas para la nueva fecha son válidas, permitimos a los usuarios compradores que las conserven y, si ya no las quieren, que las revendan.

    Esto es algo que ahora mismo ya hace casi cualquier página de venta de entradas. Sin embargo, la tónica general siempre fue que ante cualquier cambio en el evento se permitiese la devolución de las entradas, motivo por el cual Ticketmaster ya ha recibido cientos de denuncias en Estados Unidos por haber cambiado las condiciones generales de un día para otro y ahorrarse dichas devoluciones.

    Si ante los eventos aplazados tuviesen que devolver a todo el mundo que a día de hoy no sabe si podrá ir a la nueva fecha (es decir, la mayoría de las personas) las empresas se arruinarían rápidamente.

    Es cierto que para el consumidor a veces no es la mejor opción pero aquí entra en juego el valor del mercado secundario que da una solución muy buena para que se pongan de nuevo en circulación dichas entradas y se puedan revender.

  2. Eventos cancelados: La peor opción. Supone unas pérdidas brutales y, por supuesto, la devolución del importe a los usuarios (lo cual excluye los gastos de gestión en la gran mayoría de los casos). En este sentido todos pierden. El consumidor, el artista, el promotor, el recinto, los distribuidores, las tiqueteras (de mercado primario y secundario) y, sobre todo, hay una sensación de decepción.

    La cancelación de eventos supone tales pérdidas que no se considera sostenible ni siquiera para las grandes multinacionales que tienen muchísimos recursos y capacidad de supervivencia.

    Ante esto he mezclado varios componentes: conocimiento + ilusión por la cultura y, atención a esta absurda idea lo bonita que ha quedado:Mi idea está pensada ante eventos cancelados. Y, en concreto, para que los consumidores puedan recuperar su dinero íntegro (incluidos gastos de gestión), las empresas no se vean tan afectadas y, entre todos, preservemos nuestra cultura tan necesaria.

    Se podría resumir en: La cultura ni se crea ni se destruye, solo se transforma.

    Pondré un ejemplo para tratar de explicarme mejor:

    He comprado una entrada para el concierto de X artista que se ha CANCELADO y me ha costado 40 euros. 
    La ticketera o página donde compré la entrada ofrece estas soluciones ante esa cancelación:
  3. Devolverme el dinero sin los gastos de gestión, por ejemplo, 36€ de los cuarenta inicialmente pagados (o con ellos, dependerá de las condiciones generales y la ley autonómica que se aplique que, en la mayoría de las autonomías españolas no se define). Yo pierdo 4 euros y el desastre empresarial en la cadena de todos los que permiten que esa entrada existe empieza a tambalear granito a granito.
  4. Ofrecerme un voucher/vale con el dinero que he gastado (40€) o incluso con un poco más como ocurre en muchas plataformas que dan un 120% del valor (48€) a gastar en esa tiquetera o página en el futuro o “cuando se puedan celebrar eventos”. A día de hoy esa incertidumbre, bajo mi experiencia, no la quiere ningún consumidor.
  5. Mi idea propuesta: la página donde he comprado la entrada me ofrece un voucher/vale/tarjeta con el dinero que he gastado (40€) y un 5% adicional, es decir, 42€ para volver a gastar en cultura: cine, libros, música, museos, actividades culturales o un nuevo concierto.Pongamos el caso de que me dan una laaarga lista de sitios locales donde gastar mi dinero y que, además, me motiva a no perder esas ganas que yo tenía de disfrutar de mi cultura.

    En ese vale o voucher yo no pierdo nada de dinero, es más, GANO dinero y además contribuyo a que mi gasto ya invertido en cultura quede, tarde o temprano, en el sector cultural y contribuya a que sobreviva uno de los sectores más afectados por el COVID-19. 
    Es una gran forma pasiva de ser solidario y devolver a la cultura todo lo que ésta ya te ha dado.

     

    ¿Cómo funcionaría ese vale/voucher de dinero a nivel empresarial?

    Pongamos el ejemplo que compró la entrada en Monoticket entonces éste emite el voucher/vale del 105% del valor de la entrada: 42€.

    Monoticket descuenta a nivel interno, sus gastos de gestión del valor de la compra (imaginemos un 10%, es decir, 4€) sin que el cliente lo sufra. Cuando el cliente canjee el dinero, por ejemplo yendo a un museo que elija, Monoticket tendrá que pagarle a ese museo los 36€ del voucher/vale.  La tiquetera Monoticket, en ese caso, pierde los 36€ pero conserva esos 4 € de gastos de gestión mientras que favorece que otro museo se active y genere ventas.

    Ahora quedaría una pregunta ¿quién soporta la diferencia entre esos 36€ que Monoticket paga y los 42€ del vale/voucher? Son solo 6€ pero suponen un 15% del valor original.

    Imaginemos que bajando esta idea a hechos prácticos se favorece la reutilización en la industria cultural, se preserva la inversión, se estimula de nuevo el gasto y previene el hundimiento ¿deberían de ser el Ministerio de Cultura junto con el de Consumo los que respaldasen la financiación? De este modo, no se favorece a ninguna empresa en concreto, tampoco se pierde dinero, ni se perjudica al usuario, ni tampoco se dan ayudas a asociaciones concretas pero la cultura prevalece y vuelve a respirar. La cultura y el entretenimiento no mueren, solo se transforman. 

    Y hasta aquí llega la idea que, con la mano de muchas otras empresas del sector, seguro que podría ser más contundente o más abierta o que incluyese a más gente. Quizá así volveríamos a los orígenes de la cultura, y también a activar la economía colaborativa que es lo que siempre, en el fondo, quiso el mercado secundario o mal entendido, reventa.