don final

Se me hace difícil escribir después de lo vivido en París hace sólo unos días, como si nada hubiera pasado, como si lo importante fuese lo que hacemos, lo que escribimos, lo que decimos, lo que opinamos, lo que presentamos, lo cuánto sabemos, lo mucho que innovamos, lo mucho que pensamos, lo fuerte que sentenciamos.

Nada de eso parece importante hoy. Al menos lo suficientemente relevante como para escribir sobre ello o lo suficientemente destacable para que capte vuestra atención. No haré lo que tenía pensado para hoy, prácticamente improvisaré, tratando de ir algo más allá e intentando darle sentido a esto.Por que lo otro no tiene sentido alguno.

Lo nuestro, lo que hacemos nosotros, nuestro día a día tiene el sentido que le quedamos dar, la orientación que escojamos, el propósito que acordemos. Y en un día así me pregunto sobre todo ello, dudo sobre todo ello. Sobre el fondo de lo nuestro. Tengo la sensación de haber perdido el rumbo en ocasiones, como industria, como profesionales me refiero. Como individuos con gran capacidad de crear, innovar, de progresar, de motivar, de emocionar. Dudo si estamos encauzando correctamente todo el talento y aptitudes que inundan esta profesión. Si no estamos olvidando parte de nuestro cometido dentro de una sociedad que por momentos, también parece haber perdido el rumbo.

Lo que tenemos entre manos es mucho más poderoso de lo que creemos. El arte de esta profesión, porque en el fondo la considero arte, (la publicidad, la generación de contenido, el entretenimiento bien hecho…), tiene como origen un propósito comercial, eso no lo podemos obviar ni ocultar, ni debemos renegar nunca de ello. Pero también puede y debe cumplir una función más amplia, social y comunitaria. ¿Por qué no?

Tenemos la posibilidad de llegar a millones de personas, de captar su atención, llegar a sus mentes, y generar persuasión. Joder, ¡eso es muy potente! Banalizarlo me parecería frívolo. Y ciertas aproximaciones actuales me lo parecen.

Se que no hay marcha atrás en las dinámicas de hoy, que esto está migrando de Hollywood a Silicon Valley, de la sociología a la ingeniería. De la eficacia de la emoción a la eficiencia de la razón. Pero seguro que hay fases intermedias, o fases que incluso no nieguen las anteriores. Creo que todo suma, nada resta.

Y lo digo porque hoy no sabemos explicar muy bien lo que hacemos, y eso es un mal síntoma. Estaré muy ñoño o romántico, pero Don Draper sabía muy bien lo que hacía y a qué se dedicaba. Creo que hoy no lo tenemos tan claro. Y cuando perdemos cierto norte y rumbo, el fondo se pierde y el output se resiente. Leí en un magnífico artículo del Financial Times hace unos días: Jeff Goodby, co-chairman de Goodby, Silverstein & Partners en San Francisco, decía al volver de Cannes este año: “No one knows what we do anymore”.

Volvamos a lo básico de nuestra profesión, volvamos a entretener, volvamos a emocionar, volvamos a hacer que hablen de nuestras películas, de nuestras creaciones, de nuestros contenidos. Que vuelvan a reconocerlas porque valen la pena, porque hacen algo, porque importan. Y si además conseguimos que hagan de este mundo algo mejor, mañana no me costará tanto escribiros de nuevo.