Uno de los principios constructivos de una historia clásica son:  disponer de un personaje -y dotarlo de capas de personalidad-, proveerle un contexto con tensión, provocarle alguna disrupción externa o interna para crear un conflicto, contraponerle una fuerza antagónica y darle un final restaurador -o semi restaurador o anti restaurador que hoy está de moda-.

En los finales de las historias lineales de estructura clásica persisten los cierres con un previo punto de giro sorpresivo y a posteriori una explicación que viene a revelar la lógica de los hechos que el espectador no pudo o no supo interpretar en su momento.

Aquella información de fondo que desconocíamos en convergencia con su revelación es en el clímax de la historia cuando expone su sentido más fuerte. Es la sorpresa seguida de la lógica: el final ¡Oh! ¡Ah!

El usuario ama los ¡Oh! ¡Ah!

Crear secuencias de ¡Oh! ¡Ah! interesantes dentro de una historia satisface al usuario. Un poco como si fuese el regalo a esa “suspensión de la incredulidad” -formulada por el poeta británico S.T. Coleridge a principios del XIX- que nos imponemos frente a la narración audiovisual. Queremos creer, pero un ratito. La credulidad es evanescente. 

Algunas películas de las cientos que utilizan el ¡Oh! ¡Ah! como técnica de atracción lo cultivan con esmero: El silencio de los corderos, Se7en, Celda 211, Shutter Island. Si te apetece puedes poner las películas que recuerdes que tienen final ¡Oh! ¡Ah! con este hashtag: #filmohah

El contenido, como en aquellas tres premisas de los magos, primero debe prometer, después cumplir la promesa y al final obtener el prestigio que lo transformará en recomendación. Los puntos de ¡Oh! ¡Ah! son una estrategia narrativa que pueden mejorar este plan. 

Estas técnicas  que pueden sonar meramente voluntariosos al que no está habituado a los tejidos narrativos constituyen el desafío de cada proyecto, incluso los enfocados a marcas que buscan cada vez más que su contenido tenga la capacidad de emocionar.  A principios de este año Apple compró Emotient una empresa especializada en medir el reconocimiento de la emociones en las personas.   Emotient graba las expresiones de la cara y distingue las emociones antes diferentes estímulos.  

La Narrativa Transmedia multiplica ¡Oh! ¡Ah!

El diseño de un proyecto narrativo transmedia implica la mezcla e intersección de su contenido en diferentes redes sociales y plataformas para gestionar múltiples momentos ¡Oh! ¡Ah!  

De esa dosificación la narrativa transmedia debería salir fortificada.

No solo tenemos una historia sumergida y otra expuesta como la punta visible de un iceberg, sino que todas pueden alternar su visibilidad u ocultamiento según su plataforma, redes sociales elegidas, eventos o según cómo se plantee la experiencia de interacción.  

Por tanto, los nodos que vinculan la red de ese contenido debe tener los suficientes  ¡Oh! ¡Ah! para convertir el interés del usuario en una olla a presión a destapar en el momento justo. El guionista, el narrador, el copy, el arquitecto transmedia, son los expertos del equipo creativo en el desarrollo de contenido e historias que deben diseñar esos vasos comunicantes entre lo sumergido y lo revelado.

En este sentido los narradores que se asoman al transmedia marcarán gran parte del valor diferencial  entre un proyecto y otro, entre una campaña digital potente o un contenido meramente fragmentado en diferentes redes. Esa diferencia abismal que hay entre en un contenido con ¡Oh! ¡Ah! y otro con ¡Uh! ¡No!

Imagen: Lucie Erbenova. Licencia CC0 Public Domain. 

@puntodegiro2