Dentro de cuatro días, en un muy cinematográfico viernes 13, dará comienzo la vigésimo primera edición del Festival de Málaga de cine en español. Así que permitidme que hoy haga un poco de patria chica y dedique este artículo a hablar de mi ciudad, de mi festival y de las cosas novedosas que se están haciendo en él.

Lo primero que llama la atención es que desde el año pasado el festival cambia su nombre y filosofía pasando de ser un evento de “cine español” a uno de “cine en español”. Esto es, que la competición se ha abierto a películas de todos los países de habla hispana. Esta medida le hace perder singularidad ( puesto que era el único dedicado en exclusiva al cine patrio mientras que ya existen planteamientos similares al actual, como el Festival de cine Iberoamericano de Huelva); y, sin embargo, también le abre un amplio abanico de candidatas a la sección oficial. Porque no nos engañemos, la selección a concurso es a día del hoy el gran problema del Festival de Málaga.

Sin opciones de atraer a las grandes producciones españolas, que van a festivales de primerísimo nivel o se estrenan a lo Hollywood en la Gran Vía madrileña, y alejados ya de una primera época de clara vocación por el cine más comercial, Málaga intenta hacerse respetar como festival mixto, en donde caben las propuestas de autor y las de gran público. El problema es que ni en uno ni en otro caladero acaba por pescar los bocados más suculentos del siempre turbulento cine español. En las últimas ediciones se nota una firme apuesta (casi obligatoria, se diría) por las operas primas, el intentar descubrir talento y mantener la siempre fiel relación del público malagueño con la comedia. Pero como todo esto no parece ser suficiente, se busca en la inclusión del cine Sudamericano esa tabla de salvación que termine de dar personalidad propia y enjundia al festival. El año pasado no se consiguió por culpa de una floja selección, esperemos que en esta ocasión cambien las tornas.

No obstante, y en contra de lo que cabría esperar, los organizadores no centran todos sus esfuerzos únicamente en cuidar y mejorar las distintas secciones oficiales a concurso. Mientras éstas encuentran su sitio, el Festival se expande por otras vertientes y apuesta por un crecimiento variado, transversal y con mirada a todos los ámbitos del sector. Un planteamiento casi transmedia, se podría decir, que está dando buenos frutos. Málaga está siendo pionera en varios aspectos que hacen que no sólo el Festival gane peso y calado sino que esté presente más allá de los nueve días que dura el concurso.

De entre todas esas acciones, cabe destacar las siguientes:

MAF (Málaga de Festival): las dos semanas previas al concurso la ciudad acoge más de 150 actividades culturales con el nexo común de estar relacionadas de una forma u otra con el mundo del cine. Aquí caben desde exposiciones a conciertos, de teatro a coloquios, de rutas temáticas a danza… En el MAF colaboran activamente la Universidad, museos como el Pompidou, el Picasso o el Carmen Thyssen, la Diputación y el Ayuntamiento, etc. Una iniciativa que se celebra desde hace unos cuantos años ya y que sirve para que toda Málaga caliente motores y se cree el ambiente perfecto de cara a la semana del festival de cine.

ScreenTV: lejos de dejar de lado a la ficción en televisión, el festival ha sabido darle su sitio propio con un evento diferenciado que se celebra en otras fechas y que no compite con el cine, sino que convive con él. Mientras un festival de primer orden como el de Cannes está celebrando estos días la primera edición de un evento similar, en Málaga ya vamos por la quinta edición de un acontecimiento consolidado y que cada vez acoge más estrenos nacionales e internacionales en España, que cuenta con la participación en diversos actos de creadores y protagonistas de las series con más seguimiento y en el que las cadenas colaboran de muy buen grado.

MOSMA (Movie Score Málaga): otro evento separado pero complementario, en este caso centrado en la música del audiovisual y con vocación más internacional. La que será su tercera edición llegará en verano y llenará de bandas sonoras los auditorios, teatros y calles de la ciudad. La ventaja de ser un evento tan específico es que son muchos los compositores internacionales que participan en él, dotándole de un peso específico muy interesante.

Cinema Cocina: una sección más lúdica del festival, centrada en vincular gastronomía y cine. Bajo este paraguas podemos encontrar tanto estrenos de documentales sobre grandes chefs a eventos como el gastroweekend o una zona de foodtrucks instalada en una céntrica plaza de la ciudad durante el festival, pasando por experiencias mixtas compuestas de proyección más degustación o cata posterior.

MAFIZ (Málaga Festival Industry Zone): el área de negocio del festival da este año un salto cualitativo importante tras estar desaparecida en las últimas ediciones. Del tradicional mercado de industria que acompaña a la trastienda de todos los festivales, se pasa a un proyecto más complejo y ambicioso compuesto, a su vez, de varias ramas:

Málaga Festival Fund & Co-production event: 4 días de encuentros entre productores europeos y sudamericanos orientado a la búsqueda de proyectos para coproducción internacional. Se pretende conectar el talento joven latino con las posibilidades de financiación europeas.

Latinamerican Focus: 2 días dedicados a un país invitado, en esta ocasión Brasil, para que sus productores contacten con distribuidores y agentes tanto españoles como del resto de Europa en busca de acuerdos de compra, exhibición o coproducción de sus obras y proyectos.

Spanish Screenings: el mercado de compra de las películas que conforman las distintas secciones del festival.

Málaga Docs: dos días dedicados a la reflexión en torno al género documental con expertos internacionales.

Málaga Work in progress: espacio de negocio dedicado a impulsar la financiación de obras en fase de posproducción. Una mano tendida al cine más independiente para que pueda encontrar la manera de hacerse realidad y exhibirse en salas comerciales.

Málaga Talent: iniciativa de nuevo cuño impulsada por Antonio Banderas, en la que 20 jóvenes promesas del cine iberoamericano conviven y reciben u impulso a sus carreras. Incluye masterclass con directores del renombre de Guillermo del Toro, eventos de networking, case studies formativos y encuentros con la prensa.

Si a todos estos eventos le unimos una cobertura multimedia que cada año va a más y que incluye una web TV, un canal de radio online, un diario en papel y la constante presencia en RRSS, no es difícil concluir que el Festival de Málaga está consiguiendo convertirse en un evento orgánico y multidisciplinar como pocos dentro de su campo de actuación.

Ejemplos como las polémicas con el veto a Netflix en Cannes o la inclusión de series de Movistar+ en San Sebastián dejan claro que el mundo de los festivales de cine, tal y como sucede con el resto del sector audiovisual, está cambiando. En el proceso de adaptación unos caerán estrepitosamente y otros subirán con fuerza. Málaga, parece estar preparándose para lo segundo más que temiendo lo primero.

 

Photo by: Festival de Cine de Málaga.

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