El último trimestre de 2018 nos ha traído dos ejemplos de estrenos de películas que son el reflejo de la situación actual: la nueva distribución frente a la más clásica. Nos referimos a Roma de Alfonso Cuarón y Bohemian Rhapsody de Bryan Singer (aunque la firme Dexter Fletcher por el despido del anterior, semanas antes de acabar el rodaje, todo un culebrón digno de su propia película).

Roma hizo su puesta de largo en el pasado Festival de Venecia donde se hizo con el máximo galardón, el León de Oro, de esa manera Venecia se enfrentaba directamente al Festival de Cannes, que cerraban sus puertas a las películas que no tuvieran una distribución en salas (la polarización de ideas no solo afecta a productores y distribuidores, llega también a los festivales). Lo que estaba claro es que Roma es una fuerte apuesta de Netflix por tener una película de prestigio que aglutine los máximos galardones de la industria, entre ellos el ansiado Oscar. La película es un experimento de laboratorio creada con el fin de ganar los máximos galardones posibles y con un talón en blanco de Netflix para que así sea, hace poco se publicaba que la campaña de marketing para los Oscars podría llegar hasta los 25 millones de dólares. Pero para poder llegar a todos estos premios (además de los Oscars, Roma compite en otros prestigiosos premios como los Bafta) hay un pequeño detalle: la casi totalidad de las academias de cine de cada país exigen el estreno en sala de las películas para poder competir por sus galardones. Este hecho es lo que ha provocado que Netflix apueste por una estrategia de distribución en salas (con un número muy limitado, cerca de 600 salas a nivel mundial y algunas de ellas con distribución en 70mm) que empezó poco antes de ponerlo en su catálogo on line. De esta manera Roma se ha convertido en el más exitoso caso de estreno multiplataforma, modalidad de estreno de películas que muchos agentes del sector defiende, frente a la protección de ventanas que otros luchan por mantener. Aunque este tipo de estreno no es nuevo para Netflix, ya lo había hecho con Beast of no nation, sí es la primera vez que hace esta estrategia con un número tan elevado de copias, y puede ser un modelo que estandarice con otras películas de prestigio que tendrá que estrenar en breve: The Irishman de Scorsese o The laundromat de Soderbergh.

 

Lo curioso es que una vez más, a pesar del estreno en salas, Netflix consigue mantener el más absoluto silencio sobre sus cifras y tampoco tenemos datos de recaudación en salas de Roma. Las cifras son muy importantes en la industria, sirven para predecir como irá la película y valorar el éxito. ¿Cómo conseguir mantener estas cifras en secreto? Es complicado, ya que por ejemplo en España, el ICAA, organismo responsable de cinematografía en el país, tiene la obligación de recaudar todos los datos de taquillas de las salas y hacerlos públicos, pero en su web no aparece los datos de recaudación. La única manera de mantener el secreto es hacer en la distribución una estrategia de “four walling”, que consiste básicamente en alquilar la sala (se paga un fee al exhibidor) y en ese caso ya no se hace un cómputo de espectadores, lo que explica que España solo se exhibiera la película en los cines de la Cadena Verdi. Está claro que el éxito de Roma no podrá verse medido por el número de espectadores (una película en español, en blanco y negro, sin estrellas y tan intimista no es a priori un éxito de público mayoritario), se medirá por el éxito alcanzado por sus premios y la inversión de Netflix en comprar este prestigio que se retornará con el impacto mediático de su película.

 

Pero dejemos ya de hablar de Netflix (hay más gente hablando de Netflix que abonados tienen) y centrémonos en una de las maravillosas sorpresas del año. Frente a la tendencia en los últimos años de superhéroes, grandes producciones con enormes efectos especiales o sagas interminables que se hacen con los primeros puestos de películas más taquilleras, este año se ha colado (sobre todo en España que ha superado a Jurassic World como la más taquillera) la maravilla de Bohemian Rhapsody, ya sabéis, la de Queen. Una película sin director (ya hacíamos referencia a este dato en el primer párrafo), sin una gran estrella (Rami Malek mola en Mr Robot  pero no lo conoce nadie), sin grandes efectos especiales y con mucha crítica sobre la verdad en torno a Freddy Mercury, que se ha convertido en el gran éxito del año y con una estrategia basada en el boca oreja y en fidelizar públicos más allá de los seguidores del grupo.

 

Para hablar un poco del éxito de la película y sobre todo de su estrategia vamos a compararla con la segunda película más taquillera en España, Jurassic World: El reino perdido, del apreciado director español J.A. Bayona. La película de los dinosaurios corresponde como era de esperar a un estreno de blockbuster que busca saturar el mercado el primer fin de semana de su estreno con un elevado número de copias que en las semanas posteriores irán cayendo en su recaudación a un ritmo vertiginoso. La película se estrena el 8 de junio con 960 copias, siendo uno de los estrenos más grandes del año y una recaudación de más de 7 millones y un promedio de 7.440 € por copia. Frente a esto, la peli de Mercury se estrena con una estrategia que aún siendo también de blockbuster no es tan agresiva como la otra, limitando su estreno a 465 salas con una recaudación de casi 3 millones de euros pero una recaudación por copia de 6.111 €, cerca de la realizada por Jurassic World.

 

Pero la clave está en las semanas posteriores. Mientras que la película de Bayona se comporta de la forma habitual en este tipo de películas con un descenso de casi el 60% de recaudación taquilla respecto a la primera semana y un descenso del número de salas, la película de Queen aumenta sus salas y mantiene prácticamente igual su recaudación, algo muy excepcional ya que lo normal es que entre una semana y otra las películas sufran un descenso entre 20-40% respecto a la anterior. Cifras por debajo de estos porcentajes demuestran una muy buena aceptación del público y del boca-oreja y una muy eficaz campaña de promoción que consigue mantener y atraer a nuevos públicos.

 

Como podemos ver en las gráficas, durante las 10 primeras semanas de vida comercial de ambas películas, el comportamiento es muy diferente. Jurassic World tiene una caída en picado y constante y en sus tres primeras semanas ha hecho básicamente el groso de su recaudación. Mientras que Bohemiam Rhapsody consigue mantenerse mucho más constante en su recaudación, consiguiendo incluso picos de recuperación como los de la semana 6 y 9, y seguramente a partir de la 11 se volverán a repetir tras sus nominaciones a los Oscars.

 

 

Si atendemos a la recaudación por copia y al número de copias vemos también como Bohemian Rhapsody es también mucho más efectivo, con un menor número de copias pero una recaudación media mucho mayor (copias más eficientes).

 

Evidentemente ambas películas son un éxito, que demuestran cómo la distribución en salas es aún un gran negocio (aunque es cierto que cada vez se concentra más la recaudación en las grandes películas del año: superhéroes, sagas y grandes efectos). Pero según los números, y viendo la estrategia, ha sido mucho más eficiente el lanzamiento de Bohemian Rhapsody que se ha hecho un hueco entre los grandes productos taquilleros convirtiéndose en un sleeper (películas que basan su éxito en el boca oreja pero con poca inversión en P&A –copias y publicidad) que ha sido capaz de ir encontrando a nuevos públicos más allá de los amantes de la música de Queen  (personalmente nunca he sido un gran fan del grupo pero eso no me ha impedido ir a ver la película con mi hija de nueve años y disfrutarla enormemente). Y todavía le queda a esta película el impacto que pueda tener en taquilla con los Oscars, así que the show must go on!!!

 

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