Documenta Madrid (9 al 19 de mayo) es, un año más, la mejor ventana a la realidad que nos regala Madrid. En pleno evento, me ha parecido pertinente compartir una recomendación y algunas claves de una de las películas a concurso en la sección internacional. Se trata de ‘Selfie’ largometraje del italiano Agostino Ferrente.

Documenta Madrid nos ha proporcionado la ocasión de escuchar al autor y charlar con él sobre el proceso creativo de esta obra sorprendente, grabada en planos selfie captados con un teléfono móvil. No se trata de un recurso para paliar la escasez de medios, sino de una opción estética que se ajusta perfectamente a la voluntad narrativa del autor. Porque ya sabíamos que se puede hacer películas con teléfonos móviles, pero no todos los que tienen un teléfono móvil son capaces de hacer películas con este nivel.

‘Selfie’ (Agostino Ferrente, 2019), se describe en el catálogo del Festival como un documental centrado en Ale y Pietro, dos adolescentes napolitanos que, a través de las grabaciones que realizan con su iPhone no solo se retratan a sí mismos, sus inquietudes y sus conflictos, sino que nos sumergen en su mundo sin tapujos, de manera directa y espontánea, para acabar configurando un urgente y trágico, pero también sensible, retrato social de los barrios marginales de aquella ciudad italiana.

¿Por qué grabar con teléfonos móviles?

El director valoró realizar la película de un modo convencional, con un equipo de grabación al uso, pero necesitaba una tecnología más amigable, que los protagonistas pudiesen tocar, manipular, llevarse a casa, en la moto, o bajo el agua. Agostino Ferrente admite que, de fondo, está su necesidad de eliminar la tecnología como obstáculo para acercar la realidad al espectador, casi sin intermediarios.

¿Por qué grabar con la cámara selfie?

Ferrente nos explica que quería que los protagonistas se viesen en el espejo de la pantalla del móvil, de ahí la importancia de que grabasen en modo selfie, para que siempre formen parte del contenido visual del plano. El director necesitaba que fuesen conscientes de ese reflejo porque ellos eran el objeto de interés. Sus rostros, sus emociones, son el foco principal de la película que no busca el retrato sino el autorretrato. Es la mano, conectada al cerebro de los muchachos devenidos en creadores audiovisuales, la que busca los encuadres necesarios para la narración en primera persona.

¿Qué aporta el plano selfie al discurso?

El selfie consigue que los protagonistas se graben dialogando con su misma figura y presencia, con su mirada, una imagen que fascina al director. A la vez, el selfie nos descubre también lo que hay detrás de los personajes. En ese espejo de la pantalla se ven a sí mismos y lo que existe a su espalda. Sin embargo, ese contracampo que se encuentra al otro lado de la cámara no existe. Es decir, no se muestra lo que hay frente a sus ojos. Se convierte en un juego dialéctico en el que la cámara muestra lo que hay detrás (pasado) de los protagonistas, pero nos niega ese contracampo que nos enseñaría qué hay por delante (futuro).

¿Cómo se soluciona la ausencia del contracampo?

Solo hay un número muy limitado de planos que no son selfies. A modo de transición, se deslizan muy breves escenas mudas grabadas por las cámaras de vigilancia situadas en las calles. Estas escenas funcionan como contracampo de los selfies, que son ese ‘campo’ que encierra la escena en el entorno de los protagonistas. Las cámaras de vigilancia amplían el escenario con su punto de vista neutral y sus planos abiertos.

¿Cuál es el rol del director en una película como esta?

Ferrente admite con generosidad que se trata de una autoría compartida, pero deja claro que, aunque no hay un equipo de grabación, su presencia en las grabaciones es más intensiva de lo que aparenta el documental. El equipo lo componen tan solo los dos chicos protagonistas y el director, que cena con ellos cada noche, repasa lo acaecido, proyecta qué harán al día siguiente y los acompaña casi todos los días. En las grabaciones hace de profesor de audiovisuales y también de público; pide que regraben una frase que no se entiende, que replanteen un plano para que tenga más significación. Pero cuando pasa el ecuador de la grabación (diseñada a lo largo de un verano), los chicos se rebelan, se sienten seguros y piden grabar solos, quieren llevarse los móviles a su entorno más privado. Es en esos momentos cuando surgen algunos de los planos más auténticos y emotivos.

¿Cómo seleccionar a los protagonistas de una película tan especial?

No todo el mundo sirve, aclara el director. Todos saben usar un móvil y qué es un selfie, pero no todos pueden ser los protagonistas de una historia significativa, y ahí el rol del director como líder creativo, es fundamental. Agostino Ferrente narra cómo encontró a Alessandro y Pietro. Seleccionó a los chicos a través de un casting que puede verse en la película. Cuando Alessandro, uno de los protagonistas, se aviene a colaborar, el director le propone un reto: grabarse con el mismo estilo en una procesión religiosa de la que es devoto. Alessandro de graba en modo selfie y aguanta la mirada en el espejo de la pantalla. En un momento se emociona y cae una lágrima. No cambia la expresión, no tiembla, pero esa verdad emotiva decide al director. Será él. El segundo protagonista, Pietro, su mejor amigo, es quien da el paso para contactar al director pocos días más tarde. Le dice que, si va a hacer una película con Alessandro, será imposible llegar a buen fin si no cuenta con él, y se auto contrata. ¿Cómo rechazar la oferta?

¿Y todo esto por qué?

Tres años antes de la grabación del documental, un joven de 16 años del barrio, Davide Bifolco, muere por el disparo (fortuito o no) de un policía. Era un buen chico que vivía en un mal barrio. El proceso judicial que sigue es terrible y resumámoslo en que no ha habido castigo. Ferrente está conmocionado, pero no quiere sumergirse en la narración farragosa de una burocracia inoperante. Sólo quiere decir que hay chicos buenos que nacen en lugares en los que no tienen opciones. Así que busca a un chico que, tres años más tarde de la tragedia, tiene también 16 años, ese momento en el que el chico empieza a jugar en el equipo de los hombres y tiene que elegir. Ahí están Alessandro, Pietro y muchos otros que tienen valores y esperanza. ‘Estos chicos están predestinados, pero yo quiero explicar que nacer en este barrio no te determina genéticamente para dedicarte a la delincuencia’. Ferrente lo sabe muy bien, porque él nació en ese mismo barrio.

Foto: Selfie|Documenta Madrid

Puedes seguirnos en Twitter en @InnovacionAV