Quizás una de los aspectos más divertidos de los juegos de lógica es ver cómo ponen a prueba nuestro pensamiento lateral, esto es la manera que tenemos de resolver problemas de una manera creativa.

La isla de los ojos azules, tal como nos relata Adrián Paenza, cuenta que en una isla viven 100 habitantes, todos ellos con ojos marrones o azules y todos ven el color de los ojos del resto pero nos los propios. No hay espejos ni maneras de verse los ojos. Pero sí hay una norma: los que descubran que tienen los ojos azules deben abandonar la isla a las 8 de la mañana del día siguiente.

Un día, llega una persona a la isla y les dice que se alegra de volver a ver ojos azules después de tanto tiempo. ¿Qué supone esto?

Hoy, las empresas de contenidos digitales cuentan con los motores de recomendación como herramienta clave para tener enganchados a los usuarios. Es una de las bases de trabajo del objetivo marcado de la recolecta de datos del Big data: obtención de patrones, clusters y personalización de contenidos. Cuanto más tiempo enganchados, mayor consumo de contenidos de la propia plataforma. Esto también provoca un miedo a la creación de burbujas de filtro (reducción del alcance de información ofrecida hasta aislar usuarios) así como la permanencia de cámaras de eco (mediante la repetición de contenidos similares), dado que cuánto más precisos son los algoritmos más personalizadas y efectivas son las recomendaciones de cada persona. Pero este hecho no solo emerge como una preocupación entre los usuarios. Recientemente Google confirmaba este problema de los algoritmos de recomendación planteando que la mejor manera de evitar esta degeneración de la retroalimentación es ofrecer a los usuarios contenidos no tan cercanos a sus intereses. Es decir, prestando atención a la diversidad. Accede aquí al estudio de Deepmind.

La variable de la existencia de unos ojos azules en la isla cambia el statusquo. Puede ocurrir que solo una persona tenga los ojos azules en toda la isla, por tanto, al verse rodeado de ojos marrones se delata y debe marcharse. O también puede ocurrir que haya dos personas con ojos azules, en un principio cada uno de ellos pensaría que el que tiene que abandonar la isla es el otro, pero al ver que no lo hace, deduciría que él o ella también tiene los ojos azules, por lo que al día siguiente, a las 8 de la mañana, ambos abandonarían la isla.

Uno de los factores claves en la toma de decisiones es la variable «tiempo», también sucede en el ámbito de la tecnología y de la lógica. En la isla de los ojos azules, el hecho de que haya una cuenta atrás «a las 8 de la mañana del día siguiente» activa un mecanismo en la mente de los habitantes de las personas. En tecnología, la barrera temporal puede hacer que ni las máquinas ni las personas estemos preparadas para usar/aprovechar la tecnología que nos rodea. Pero la realidad es que vamos muy rápido, las prestaciones suben y los precios bajan. Y en muy pocos años hemos pasado a manejar en nuestro día a día términos como VOD, OTT o streaming. Hay otra variable interesante, la utilidad, porque el hecho de que algo nos resulte útil rompe con todo lo anterior, cambia las cosas y las maneras de hacer y consumir. Por ello, después de años empeñados en crear estrategias y maneras de acabar con la piratería, resultó que bastaba con ofrecer un buen contenido a un buen precio. Y entonces llegó Netflix, que entendió perfectamente la ventaja de trabajar con datos, de trabajar con modelos de negocio basados en plataformas y ahí sí que todo empezó a ir muy rápido. De repente llegaron las 8 de la mañana del día siguiente y algunos en la isla tenían que marcharse.

De esta misma manera, día tras día se irían todas las personas con ojos azules porque por eliminación deducirían que son los siguientes. La variable aquí es el tiempo que se tarda en llegar a la deducción de quién tiene que irse y quién no: a mayor número de ojos azules mayor tiempo en darse cuenta, mayor tardanza en salir de la isla.

Esta lógica de los ojos azules tiene una moraleja muy interesante: no es tanto lo que podamos saber si no también conocer qué sabe el resto y cómo usa esa información. Dicho de otra manera, actuamos en función de lo que pensamos que va a hacer el resto. Y eso es algo muy complicado en un tiempo en el que vivimos con la alerta de las fake news o con la espectacularidad de eventos que dan la bienvenida a nuevas compañías en streaming.

Que las empresas tecnológicas evolucionen a compañías en streaming distribuidoras y también productoras de contenidos, y en ese orden, tiene una lógica empresarial basada en aprovechar el valor estratégico de la obtención de datos hasta convertirse en activos.

El primer servicio de streaming que supo que tenía los ojos azules fue Netflix, y se fue de la isla. Desde entonces hemos visto cambiar lo modelos de negocio de consumo lineal a crear maratones o bingewatching, etiquetar contenidos de manera expansiva hasta entender que los perfiles sociodemográficos dejaron paso a las comunidades de gustos y que detrás de todo esto se encuentra un entramado innovador uso del Big data. Compañías cómo Movistar también salieron de la isla y apostando no solo por una unión con Netflix sino también por una recolecta ampliada de datos incluyendo asistentes virtuales en su experiencia de usuario. Y poco a poco, vemos cómo más compañías siguen los pasos, HBO, Disney, Amazon Prime, Apple…

Una suma de estrategias personalizadas a cada empresa, compra de compañías y derechos y desarrollo de contenidos originales para explotar, personalizados para unos usuarios a los que mantener contentos y subscritos. O nuevas maneras de interactuar con la audiencia con series interactivas como Bandersnatch o la próxima You vs. Wild. Y, como en la metáfora de los ojos azules, actuamos según lo que pensamos del otro, quizás por eso, aparentemente sabemos tanto de ciertos aspectos como, por ejemplo, el uso dado a ciertos datos con los que crear contenidos. Pero tan poco de otros, como son las audiencias claves para cruzar datos, identificar tendencias de consumo o, simplemente, conocer la taquilla.

Vivimos un momento enormemente rico, divertido y prolífico en cuando a creación y disfrute de contenidos audiovisuales que se da la mano con la tecnología. Posiblemente nunca hayamos tenido tanta oferta a nuestra disposición, gracias en parte a las OTT que se van siguiendo los pasos unas a otras hasta reconocerse con los ojos azules. Pero también sucede que cuando ya sabemos las respuestas, la tecnología nos hace nuevas preguntas y entonces toca volver pensar la hoja de ruta. Como no tenemos spoliers de lo que ocurrirá con la burbuja del streaming, aprovechemos para ver todos los contenidos posibles y aprender de lo que hace el otro.

 

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Imagen 2: Twitter de Ryan Reynolds

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