Vaya por delante que el de hoy es un post que perfectamente podría ser candidato al artículo bizarro del año en este blog… advertidos quedáis.

Muchos de los que formamos parte de la recientemente renovada Innovación Audiovisual y que escribimos bajo su paraguas somos profesionales liberales, que ejercemos o hemos ejercido durante años como autónomos; lo que viene siendo un freelance. Otros cuantos son emprendedores que han montado sus propias agencias o productoras y un tercer grupo lo componen cargos medios y altos dentro de los complejos organigramas de las grandes agencias o cadenas del país.

Entre todos nosotros representamos a un amplio abanico de los profesionales del sector audiovisual, marketing, publicidad y new media. Y todos nosotros tenemos un problema común, una némesis que hace que nuestras vidas profesionales sean harto complicadas, un ente diseñado para hacernos padecer más allá de lo humanamente concebible…

Me refiero, como no, al cliente.

Ya seamos diseñadores gráficos, guionistas, copys, realizadores y editores de vídeo, desarrolladores de webs o apps, ejecutivos de cuentas, organizadores de eventos, directores de arte, consultores, etc. todos tenemos claro cual es el principal problema con el que hay que lidiar en nuestro trabajo: por encima de las horas de más, del poco valor social de lo que hacemos frente a otras profesiones más tradicionales o analógicas, de la inestabilidad financiera o de las duras condiciones fiscales de los autónomos españoles, casi seguro que el 90 % de los anteriormente citados señalará que lo peor de su trabajo es la relación con los clientes.

Y por eso quiero compartir con vosotros una idea, algo descabellada, pero muy jugosa. Ahí va:

Vivimos en el mundo de la recomendación. Valoramos y puntuamos los restaurantes en que comemos, los coches de conductores que cogemos, las casas en las que pasamos nuestras vacaciones, elegimos las películas y series que vemos en base a lo que un algoritmo decide que va a gustarnos… Si ya estamos puntuando a hosteleros, anfitriones o conductores… Si ya existen Tripadvisor, Blablacar, Uber, AirBNB o Netflix… ¿Por qué no comenzamos a valorar a nuestros clientes? ¿Por qué no puede existir un Clientadvisor?

Imaginaos a un diseñador gráfico recibe una llamada de alguien que quiere que le rediseñe su logo y su imagen gráfica. Por la conversación telefónica el tipo/a parece un poco capullo pero oye, es pasta y no se puede decir que no ¿Os suena, verdad?

Imaginaos ahora que el diseñador pudiera entrar en este ClientAdvisor y leer opiniones sobre ese posible cliente que le acaba de llamar… Allí encuentra mensajes de una empresa de instalación de aire acondicionado que cuenta que el tipo/a en cuestión tardó más de 8 meses en pagarle las máquinas que le puso en su casa; de un estudio de decoración explicando que este cliente quería que le hiciesen los diseños para su oficina gratis y, si le gustaban, les contrataban; a un creador de webs que narra como este cliente le tuvo meses esperando sin pasarle fotos ni textos para que hiciese su página de empresa y que además le mareo con constantes cambios, muchos de ellos sin pies ni cabeza…

Nuestro diseñador gráfico podrá ahora aceptar el trabajo o no, pero lo hará con conocimiento de causa y sabiendo dónde se mete… ¿No os gustaría vivir en un mundo así?

Anunciantes demasiado tiquismiquis respecto a los contenidos del medio en que se publicitan, parejas de novios insufribles que quieren un vídeo de boda imposible y por 4 duros, productores de cine que pretenden levantar proyectos sin pagarle primero a los guionistas, marcas que quieren “algo viral” o tener alcance en Instagram pero que no dejan a los profesionales hacer su trabajo porque piensan que saben más que ellos del tema… La lista de ejemplos donde sería muy útil contar con un buen puñado de valoraciones reales sobre este tipo de clientes, hechas por aquellos profesionales que han trabajado con ellos antes que tú, es casi interminable.

También habría, estoy seguro, casos de buenos clientes con valoraciones de 5 estrellas y comentarios estupendos; faltaría menos. Y eso precisamente, podría convertirse en un factor diferencial. La reputación de una marca es importante y, si bien lo es mucho más hacia el usuario final (caso de los restaurantes o alquileres vacacionales en Tripadvisor y AirBNB), también podríamos lograr que comenzase a serlo hacia los proveedores de servicio que sostienen o hacen posible una parte de sus negocio.

Le he dado unas cuantas vueltas al concepto y aun no tengo claro si es una mera estupidez que vale poco más que para hacer una noticia divertida en El Mundo Today o si es el germen de algo que, bien desarrollado, podrían acabar comprando en Silicon Valley por mil millones de dólares… Si es lo primero, espero que os hayáis divertido. Si se trata de lo segundo y a algún lector le da por desarrollarla, que sepa que quiero mi porcentaje…

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Photo credits: Joe Bailey via Flick and 20th Century Fox.