En unas fechas tan señaladas como estas, entrañables y familiares, quisiera contaros un cuento siguiendo la vieja tradición aragonesa de la Tronca de Nabidá (https://an.wikipedia.org/wiki/Tronca_de_Nadal) en la que el más anciano de la familia bendice con vino el leño más grande de la chimenea y regala a los chicos y chicas con dulces y frutos secos cuando se acercan a el. Tras esta liturgia, el viejo de la casa cuenta una historia (falordia, en lengua aragonesa) para entretener a la chiquillería.

Así que sentaros alrededor del más mayor de la reunión y que os lea este cuento, que como no podía ser de otra manera va de radio.

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Se titula “3 Generaciones”

Arturo Pérez llevaba horas despierto.

Los últimos acontecimientos ocurridos en el país le habían desvelado. En realidad no había pegado ojo en toda la noche. Vueltas y más vueltas en una cama grande y fría, como la noche en la que estaba envuelto.

 Los últimos meses habían sido muy duros para Arturo.

El cierre de la empresa en la que llevaba veintitrés años trabajando había cambiado su vida.

 “Aquí entras hoy y saldrás al jubilarte”, le dijo su padre el primer día de trabajo ante la atenta mirada de su abuelo. Tres generaciones de Pérez en aquel taller de montaje de aparatos de radio. Digno relevo en una empresa familiar con más de setenta años de historia.

 Radiomontajes Pérez.

Con ese “moderno” nombre inauguró el abuelo de Arturo aquel taller de fabricación y ensamblaje de radios “capilla” al terminar la Guerra Civil.

Tuvo dos opciones, emigrar como sus compañeros de partido, o comerse sus ideales y vivir en su país, amordazado y triste, pero con su familia cerca.

Eligió “Radiomontajes Pérez”. La única fábrica de receptores de radio de la provincia donde llegaron a trabajar hasta cuarenta personas en los mejores años. Hasta el Gobernador Civil visitó la fábrica en una ocasión, aunque el abuelo Pérez nunca quiso colgar la foto que lo demostraba.

 Aún recuerda Arturo su primera visita a la fábrica de su abuelo.Y ese guirigay de voces saliendo de aquellas cajas llenas de bombillas y cables.Y esa cancioncilla que adelantaba a una voz seria y varonil que decía:

“Escuchan Radio Nacional de España. Son las dos de la tarde. La una en Canarias”

 El “Parte”. La fábrica se paraba al llegar ese momento. Las miradas se perdían en el techo de la nave, pero los oídos permanecían atentos a esas noticias que salían como por arte de magia de aquellas cajas de madera.

 Y es que Radio Nacional de España era la única emisora que llegaba con fuerza hasta aquel recóndito pueblo de la meseta castellana en plena posguerra.

Así fue durante muchos años.

 Después de Nicasio Pérez, el abuelo y fundador de la fábrica, llegó su hijo Arturo. El ingeniero, como lo conocían en el pueblo. Había estudiado en Madrid. Una de las primeras promociones de la Escuela Oficial de Telecomunicación. Y a pesar de las ofertas, quiso continuar en la empresa de su padre recogiendo el testigo y creando la primera cadena de montaje de transistores de España. Fueron los años dorados de “Radiomontajes Pérez”.

Trabajaban los siete días de la semana, pero era la tarde de los domingos cuando más bullicio había en la fábrica. Todos querían probar aquellos nuevos receptores “tan pequeños como los japoneses” para escuchar el “Tablero Deportivo” de RNE.

Y allí estaba Arturito con su padre, escuchando la radio y observando cómo soldando esas pequeñas fichas de colores unos simples cables y la magia de la electrónica convertían una cajita de plástico en un receptor de radio.

 Pasaron los años. Arturito se convirtió en Arturo. Su máster en Telecomunicaciones por la Universidad de Stanford no le hizo dudar. Continuaría la saga familiar en “Radiomontajes Pérez”.  La fábrica se había adaptado extraordinariamente bien a los nuevos cambios tecnológicos y seguían fabricando receptores de radio. Habían tenido que hacer algunos ajustes de plantilla muy a su pesar pero todo seguía prácticamente igual. RNE en las mesas de comprobación final de los equipos y un amor por la radio que sobrepasaba los límites casi de la decencia.

 Pero poco a poco el trabajo descendió. Continuaron los ajustes, las reuniones con el personal, los intentos de fusión con otras empresas. Hasta que llegó el fatídico día. “Radiomontajes Pérez” echó la persiana.

 Setenta y dos años de historia y tres generaciones de Pérez se detenían allí. En aquel páramo de la meseta castellana. La autovía quedaba cerca, pero seguían apartados, alejados de la realidad.

El mundo había cambiado. Y la radio.

Aquella noche Arturo Pérez hijo, nieto del fundador de “Radiomontajes Pérez” se echó a la cama sin cenar. Disgustado y solo. Se tumbó sobre la cama y encendió la radio de la mesilla.

 “Escuchan Radio Nacional de España. Son las once de la noche. Las diez en la Comunidad Canaria”

Podéis escuchar su versión sonora desde este enlace http://www.ivoox.com/dia-mundial-radio-2014-tea-audios-mp3_rf_9350330_1.html

 

Que el 2016 traiga un gran futuro a la radio y sigamos disfrutando de ella.

Foto: abc.net.au/photo/DP001562

 Este cuento ganó el primer premio en el Concurso de Cuentos Cortos para Radio organizado por el Colectivo de Comunicación «Cartografías» de la Universidad Nacional de San Luis de República Argentina en septiembre de 2012.