Cada vez son más los casos en consulta en los que llegan unos padres desbordados por la situación familiar conflictiva. Lo normal suele ser señalar directamente a las tablet, videoconsolas o a los móviles como los causantes de los problemas.

 

A estas alturas estamos ya recogiendo algunos de los mayores resultados que vienen derivados del abuso de las «nuevas tecnologías». Problemas que tienen que ver por un lado con una dependencia psicológica y por otro de una falta de autocontrol en su uso.

Los diseños de muchos de estos dispositivos reúnen algunas de las cualidades que pueden llevar a desarrollar adicciones que ya están siendo recogidas en los nuevos manuales de psicopatología como la CIE-11.

A diferencia de lo que ocurre con otras adicciones relacionadas con sustancias que alteran nuestro cerebro (drogas), esta adicción comparte algunas de las características y consecuencias, como el síndrome de abstinencia cuando se retira el dispositivo o el acceso a internet. Dichas reacciones pueden llegar a ser violentas dada la frustración y ansiedad que provocan como resultado de la imposibilidad de acceso a videojuegos, al móvil o tablets.

En este caso, las intervenciones enfocadas a reeducar no se plantean con el objetivo de eliminar su consumo, sino más bien con recuperar un buen uso de las mismas tecnologías. Siendo realistas, todos sabemos que no podemos esquivar las pantallas en nuestro día a día. La vida está cada vez más organizada en torno a estos dispositivos. Ya podemos pagar con el móvil, sacar dinero o realizar la compra a golpe de click. Lamentablemente las modas hacen que nuestros hijos quieran participar en ellas jugando a videojuegos (como el Fortnite) o buscar Pokemons en el parque. Muchos se preguntan si esto es bueno o no para sus hijos.

 

Las Redes Sociales son, de alguna manera, una nueva alternativa de relacionarse con los demás y esta tendencia tiene sus riesgos. Todos tenemos la necesidad de comunicación e interacción con los demás. Todos queremos ser vistos y reconocidos por los demás. Estos nuevos formatos a través de las tecnologías nos abren muchas puertas al tiempo que nos pueden encadenar si no hacemos un adecuado uso de las mismas.

Las adicciones tienen la característica de actuar en nuestro cerebro del mismo modo que lo hacen otras actividades placenteras, como comer lo que nos gusta, darnos un abrazo o vivir emocionantes experiencias. Nuestro cerebro tiene un centro de placer que se activa cada vez que hacemos eso que nos gusta. La Dopamina es la sustancia que se segrega y que hace que queramos repetir una y otra vez. El azúcar cumple un efecto similar y hace que nuestro cerebro quiera más. Esta espiral de deseo no tiene fin y suele ocurrir que el efecto habituaciónhaga que cada vez queramos más dosis de lo mismo para conseguir los mismos efectos. Así como al principio con un ratito tenemos ya nuestra dosis de dopamina, conforme va pasando el tiempo, y con la repetición de la actividad, la dosis inicial no es suficiente y queremos más. El resultado final es que necesitamos más tiempo haciendo aquello que nos da placer para poder obtener los mismos efectos placenteros. Así vamos entrando en la adicción sin poder controlarlo.

El efecto de la inmediatez que tienen estos dispositivos hace que sepamos a tiempo real cuantos enemigos estamos matando, cuantos goles estamos metiendo o simplemente un «like» a nuestra foto que acabamos de colgar. Esto hace que recibamos esa dopamina casi al instante. Quizá no caigamos en la cuenta de que todo esto nos hace cada vez más ansiosos y dependientes de ese feedback inmediato, desarrollando una intolerancia brutal a la demora de respuesta/premio. Esto para los niños tiene pésimas consecuencias en su porvenir.

 

Hace unos años se estuvo experimentando con niños en el famoso experimento del marshmallow en Stanford (las golosinas que conocemos como «nubes»). En este experimento longitudinal se pretendía pronosticar cómo les iría en la vida a aquellas personas que sabían esperar pacientemente a su premio/gratificación y las que eran más impulsivas y no querían esperar a recibir su premio (la golosina). Los resultados y las conclusiones de los expertos nos indicaban que aquellas personas que tenían la capacidad de saber esperar a recibir su premio, solían tener mejores resultados en la vida cuando eran más mayores. La conclusión es que tener la capacidad de saber esperar a que lleguen las cosas nos hace ser más adaptativos en la vida, menos impulsivos y reactivos. Cuanto más impacientes somos, más ansiedad generamos y más nos cuesta regularnos.

Si a todo esto añadimos que el autocontrol en la vida lo vamos desarrollando lentamente, pues resulta que los niños y los adolescentes de hoy van cayendo como moscas en las adicciones si no les ayudamos. Es por esto que nosotros los padres y educadores debemos ser conscientes de la ayuda que necesitan ellos para poder regular estas prácticas. La prevención es la mejor de las herramientas, aunque lamentablemente muchos se dan cuenta de este problema cuando ya lo tienen encima.

Como psicólogo, me interesa mucho que se entienda todo esto puesto que es mejor no llegar a tener un problema a tener que resolverlo cuando ya se tuvo. Es más fácil poder regular desde el principio las cosas y dar ejemplo a nuestros hijos que luego tratar estos problemas que nos van complicando la vida y deteriorando las relaciones con nuestros hijos que no entienden por qué no les dejamos que “jueguen a lo que les gusta”si no hacen daño a nadie.

No dudéis en consultar con profesionales (Psiquiatras, Psicólogos, Neurólogos, Educadores Sociales…) cuando veáis que en casa estos asuntos se van tornando descontrolados. Nadie nos enseñó a ser hijos, a ser padres ni hermanos. Pero es cierto que hoy por hoy hay suficiente documentación y libros como para aprender por uno mismo.

Ya lo decía Pitágoras hace siglos: “Educad al niño hoy y no habrá que castigar al hombre”.