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Las redes sociales han encontrado un filón en la emisión de contenidos en directo. Lo que siempre hemos conocido como streaming, ahora rebautizado por el Universo Facebook como Stories es el nuevo WOW en lo que a comunicación de marca se refiere. Precisamente cuando parecía que el vídeo iba a ser la tendencia más fuerte para generar engagement en social media, las emisiones en directo han revolucionado el consumo de contenidos en estas plataformas, abriendo, al mismo tiempo, un nuevo territorio en la comunicación que apenas está aún por explorar, especialmente en lo que se refiere a la explotación de las marcas.

Recuerdo la primera vez que leí cómo Arturo Pérez Reverte desgranaba con bisturí en Territorio Comanche, los entresijos y vicisitudes de un reportero de guerra. Recuerdo todas aquellas películas ochenteras en las que bellas reporteras rubias conseguían reportajes de relumbrón que valían su peso en Pullitzers y besos del apuesto galán de turno. Recuerdo muchas de aquellas pequeñas obras maestras de diez o quince minutos de duración que ofrecía con cuentagotas cada sábado noche Informe Semanal en TVE. Recuerdos que – como probablemente a ti también te pasara – me hicieron amar el periodismo y soñar con que algún día sería yo el que sujetara la alcachofa del micro mientras el cámara temblaba ante el silbido de las balas que pasaban próximas.

Y es que la televisión en directo tiene un poder mágico e hipnotizante. Nos permite trasladarnos hasta lugares distantes para vivir en primera persona situaciones y momentos especiales que, en otras circunstancias, apenas hubiéramos podido experimentar. Y lo hacen con la fuerza magnética que tiene el saber que estamos viviendo el aquí y el ahora, en el mismo momento que las cosas están pasando, que la historia está firmando un nuevo capítulo.

Hasta hace relativamente un parpadeo, este poder mediático era algo que estaba fuera del alcance del ciudadano medio. Retransmitir en directo requería de unos medios técnicos difíciles de costear para el común de los mortales. El desarrollo tecnológico permitió que, primero con las emisiones vía satélite, y posteriormente con las plataformas de broadcasting digital, estuviera más cerca de nuestra mano podernos convertir en generadores de contenidos de vídeo en directo.

En 2003, el nacimiento de Skype daba un paso más en la democratización del streaming, al facilitar la tecnología de emisión en directo a cualquier usuario, sin necesidad de costosas instalaciones o de avanzados conocimientos técnicos. Por primera vez, cualquiera de nosotros se podía convertir en emisor de vídeo en tiempo real. No obstante, este avance seguía restringido al alcance de nuestros ordenadores y sus cámaras web.

No habría de pasar una década para que la tecnología 3G y la popularización del uso de los smartphones, trasladara esta posibilidad a nuestros teléfonos móviles, rompiendo por fin con la esclavitud de estar atado a un cable, una cámara wifi o un portátil. Y, sin embargo, el sistema seguía admitiendo una limitación evidente: la comunicación seguía siendo one-to-one.

Hasta que las redes sociales decidieron por apostar por la integración del vídeo en directo en sus plataformas. Tímidamente, impulsados en un inicio por la decidida pero fracasada apuesta de Twitter con Vine, en un primer momento, y el caso de éxito tan fulgurante como su eclipse de Snapchat, que no le anduvo a la zaga, nos vimos dotados de una herramienta tan sencilla de usar y fácil de acceder que aún casi no hemos aprendido a sacarle provecho.

Cuando Facebook se gastó 1.000 millones de dólares en la compra de Instagram, muy pocos pensaron que estuviera pensando en el valor de la fotografía como vector de crecimiento. Al fin y al cabo, los chicos de Palo Alto llevan tiempo apuntando al vídeo en directo como una de las tendencias más interesantes de la innovación audiovisual en los próximos años.

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Y así fue como, de repente, cualquier chaval con acné se había reencarnado en un nuevo Pérez Reverte dispuesto a contar a todo el mundo los acontecimientos más mundanos desde su perspectiva subjetiva. Nos encontramos hoy con una plataforma tan interesante que provoca escalofríos solo de pensar cómo será la próxima gran noticia de calado, en la que centenares de smartphones competirán en tiempo real con los reporteros de las cadenas de televisión.

Nos hemos convertido en cámaras que contamos en directo el partido de los sábados de nuestros hijos, cubrimos en tiempo real cualquier noticia que suceda ante nosotros, emitimos cada paso que damos, cada evento, cada lugar que visitamos. Sin duda, una herramienta tan poderosa como susceptible de inquietantes preguntas. Y si tienes dudas, solo tienes que preguntarte hasta dónde podrían llegar algunos adictos a los likes con tal de convertirse en el streaming más visto del día…

Una nueva ventana se abre para la comunicación publicitaria

Sin embargo, este potencial va mucho más allá del ámbito de la comunicación ciudadana. Al margen de la explotación que los medios de comunicación sepan extraerles, algo de lo que tengo mis más serias dudas dadas las habituales reticencias que suelen mostrar ante las nuevas tecnologías, el campo de la publicidad y la comunicación de marcas está llamado a experimentar un nuevo terremoto en la forma de interpretar la forma de dirigirnos a nuestro target.

Es cierto que el social media ya ha interiorizado con éxito algunas de las potencialidades que el streaming nos ofrece. La cobertura de eventos en directo es una de esas vías de trabajo. Y, por supuesto, las influencers y vloggers han tenido relativamente fácil cambiar la edición de sus vídeos por el botón de ‘Transmitir’ para satisfacer más aún si cabe la demanda de sus fieles seguidores para conocer hasta el último detalle de su día a día.

Pero probablemente estos usos se nos queden cortos pronto. Las stories de Facebook e Instagram se merecen mucho más. Ha llegado el momento de pasar al otro lado de la cámara y convertirnos en narradores de historias en tiempo real. Todo lo que hemos aprendido sobre storytelling cobra una nueva dimensión, ya que estamos ante un nuevo escenario en el que cada día cobrarán más relevancia las marcas que sepan construir un discurso fluido, que aporte valor y, sobre todo, tenga una ejecución atractiva e suficientemente interesante como para crear de la nada cada día un puñado de historias frescas que puedan resultar interesantes a nuestra audiencia.

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Aún quedan muchos interrogantes, tantos que cada día parece nacer uno nuevo: ¿dónde están los escenarios donde transcurrirán nuestras historias? ¿Quién se ha de poner enfrente de la cámara? ¿Qué rol tendrán los usuarios de la marca y su audiencia en esta nueva forma de comunicar? ¿Cuáles son los límites éticos a estas emisiones? ¿Dónde está la línea que separa la excelencia en el contenido con la frescura del real time? ¿Qué continuidad le damos a nuestras historias en directo? ¿Cuáles serán las frecuencias óptimas?¿Cuánto tiempo pasará antes de que saturemos a la audiencia cuando todos apostemos por hacer algo más o menos parecido a la vez?

Y, por supuesto, como siempre, la gran pregunta, el gran mantra del que los publicistas no podemos escapar: ¿Qué será lo siguiente que nos espera?

@victurs