Ya, ya se lo que vas a decir: “¡Exagerado! ¡Tremendista! ¡Vaya titular amarillista para llamar la atención!”.
Y en parte tendrías razón.

Aunque muchos de los acontecimientos del último año me han hecho replantearme muchas cosas respecto a la que hasta ahora llamaba con cierta satisfacción “mi profesión”, la realidad es que no voy a dejar de contar historias. Mentiría si dijera lo contrario.
Pero sí voy a dejar el cine. El cine tal y como se entiende hoy y se ha entendido en los últimos ciento veinte años. El cine como una industria que produce películas.

Hace poco Soderbergh hacía un statement parecido, también con trampa. “Eh, que no, que era broma. Que lo que voy a hacer es televisión”.

Durante los casi seis años en los que hicimos El Cosmonauta, vivimos la mayor aventura de nuestras vidas. Intentamos, de muchas formas y de manera un tanto inconsciente, reinventar y cambiar una industria que, a nuestros ojos, comenzaba a quedarse obsoleta, un poco antigua, atrasada para el mundo en que vivíamos. Intentamos, de alguna forma, traer algo nuevo a la industria. Coger conceptos del mundo del software, de la innovación, de las startups, de los videojuegos, y buscar la manera de adaptarlos a “nuestra” industria.

Y hoy, con perspectiva, creo que nos equivocamos. La industria reaccionó ante nosotros como si fuéramos un virus. Nos miró, con desconfianza primero, con desprecio después. Y aunque muchas veces nos invitó a charlar, a dialogar, y hubo tímidos intentos de apoyo de algunas personas relevantes (y muchos otros, maravillosos, de personas concretas, que sí apostaron de verdad por un proyecto como el nuestro), en general, nos dio la espalda o nos hizo las cosas difíciles.

Pero es normal. Estábamos atacando muchas de sus líneas de flotación. Estábamos proponiendo que el espectador eligiera cómo, cuándo y dónde ver los contenidos en lugar de tener que pagar tres veces por ellos en cada una de las ventanas de explotación. Estábamos proponiendo que el espectador opinara, participara del proceso creativo e incluso lo hiciera suyo, pudiendo remezclar los contenidos para crear nuevas obras. Estábamos animando a ese mismo espectador a organizar sus propias proyecciones, a compartir nuestra película (de forma gratuita) y a explorar un universo que iba más allá de un largometraje (nuestra historia se cuenta a lo largo de 36 cortometrajes, un largo y un libro).

memegenerator.es

Y nos equivocamos, decía, porque intentamos traer los conceptos del mundo de la innovación a la industria del cine en lugar de llevar las historias al mundo de la innovación. En lugar de llevar aquello de lo que más sabíamos a un mundo nuevo, emocionante, abierto a nuevas experiencias y que recibe siempre con los brazos abiertos lo novedoso, lo distinto, aquello que mira al futuro, lo que hicimos fue intentar darle la vuelta a una industria que no ha entendido todavía cómo reinventarse y que agoniza lentamente.

Hace poco dije en una conferencia que creía que al cine le quedaban quince años de vida. Era una de esas profecías con mucho bombo que generan polémica, como el título del post. Hace casi cinco años, nuestros amigos de We Love Cinema (proyecto ya extinguido que luego daría origen a #Littlesecretfilm), nos pidieron aventurar el futuro del cine y escribí un artículo con una serie de peticiones a los Reyes Magos que, por suerte (nos debemos haber portado bien), se han cumplido o están en camino de hacerlo.

Voy a atreverme hoy a hacer lo mismo y a intentar vislumbrar en qué se va a convertir el mundo de las historias (ya no me atrevo a llamarlo cine) de los próximos veinte años, no con ningún afán de superioridad ni soberbia, sino con la idea de marcarme un camino a mi mismo que me gustaría transitar. Con la idea de hacer un mapa de aquello en lo que creo y donde quiero poner mis esfuerzos de los próximos años.

Y quizá me equivoque y al cine (90 minutos, dos o «tres” dimensiones, salas) le quede una larga vida y algún día volvamos a ver tantas películas como veíamos antes o las veamos con más cariño del que les tenemos ahora. Lo que sí tengo claro es que lo que yo quiero hacer es contar historias y, esta vez, en el lugar correcto.

En esto creo:

– El cine, las películas, tal y como las conocemos, tenderán a desaparecer o reducir su número. Será la industria de la tecnología (Google, Facebook, Oculus, etc) y la de los videojuegos quienes tomen el relevo del entretenimiento y del arte.

– Las salas, muy lentamente, irán cerrando, igual que lo hicieron los parques temáticos de variedades a los que la gente iba masivamente a principio del siglo XX.

– El futuro será mucho más ubicuo. Ya no se tratará de hacer venir al espectador a un lugar a consumir los contenidos sino de ir a donde esté el espectador.

– Las diferentes herramientas tecnológicas (gafas de realidad aumentada, smart watches o gloves, chips, sensores, pantallas curvas o proyectables) se convertirán en extensiones de nuestro cuerpo que nos permitirán interactuar con las historias de maneras mucho más intensas, convirtiendo las experiencias en algo mucho más interesante y, además, participativo.

– La fragmentación de los contenidos, la transmedialización de la información y la creación de universos más complejos exigirá al espectador mayor participación, no necesariamente generando inputs, sino mayor participación intelectual. Dejará de ser un espectador pasivo y pasará a ser un espectador despierto.

– El desarrollo de las tecnologías de creación digital permitirán producir casi cualquier tipo de imagen a un costo muy inferior al actual. Habrá películas 100% realistas generadas con ordenador por una fracción de lo que cuesta rodarlas hoy en día. Esto permitirá crear historias que lleven nuestra imaginación hasta su límite, permitiéndonos explorar todas las caras de cualquier realidad que podamos llegar a imaginar. Se crearán mundos mucho más complejos y ricos, llenos de detalles, que el ojo del espectador, entrenado, apreciará con más intensidad, sin perder de vista la historia.

– Las historias estarán en todas partes. Formarán (ya forman) parte de nuestra vida cotidiana. Al principio eran los chamanes de la tribu quienes reunían a su alrededor cada noche al resto para contarles cuentos y leyendas. Luego vinieron los cineastas, los escritores, los magos. Hoy todos somos storytellers. Capturamos la realidad que nos rodea y la reinterpretamos, le añadimos filtros, un encuadre, un pensamiento. La convertimos en un fragmento de una historia o una historia completa. Estamos entrando en la nueva era del storytelling y los contadores de historias del futuro se diferenciarán del resto porque irán un paso más allá.

– El mayor cambio (no sólo en el mundo del entretenimiento, sino en la humanidad y nuestra forma de ver el mundo tal y como lo conocemos) se producirá gracias a la Realidad Virtual. El desarrollo de tecnologías como Oculus Rift o Morpheus abrirán un mundo infinito de posibilidades: películas inmersivas esféricas con distintas fuentes de sonido, compuestas de historias principales y secundarias o incluso terciarias; experiencias sensoriales desconocidas hasta ahora que permitirán a nuestra conciencia explorar mundos desconocidos y fantásticos, cuyo impacto en nuestra manera de ver el mundo se comparará al que tuvo el LSD durante los años 70; un cambio radical en la educación, permitiendo enseñar mediante experiencias inmersivas en lugar de la manera tradicional. Para entender el final de la Segunda Guerra mundial conquistaremos el Reichstag o asistiremos a los juicios de Nuremberg en persona. Para entender qué ocurre durante un embarazo, nos introduciremos dentro del cuerpo humano; un cambio en la manera en que colaboramos y participamos. Una reunión cuyas personas están en seis sitios distintos del planeta tendrá lugar en el mismo espacio común donde será posible dibujar en el aire, crear recursos visuales, explorar opciones y datos, iterar sobre las diferentes soluciones; entraremos en la era empática gracias a que podremos vivir en primera persona cualquier forma de vida de nuestro planeta, entender lo que ocurre en un territorio azotado por la guerra o falto de agua potable, entender lo que siente un atleta de élite o un músico que toca una sinfonía en la ópera más importante del mundo, la manera en que vive su realidad un habitante de la Antártida o uno del Caribe. Y, por supuesto, también podremos interactuar, participar, crear inputs nuevos, explorar posibilidades y abrir nuestra mente a cosas que hasta ahora sólo eran posibles en nuestra imaginación pero que, al vivirlas de forma cuasi física, quedarán grabadas en nuestra memoria de forma diferente y mucho más profunda e intensa.

Y todo esto, en lugar de alejarnos de la realidad y separarnos de “lo de verdad” (signifique lo que signifique eso) hará lo contrario. Nos volverá mucho más conscientes de nuestro entorno, de las personas que nos rodean, de nuestro tacto, nuestras emociones y sensaciones, del mundo que habitamos, de la naturaleza, de la vida, de los seres con los que compartimos espacio y tiempo.

Cambiará la manera de contar historias y, como quien cuenta las historias es quien inventa el mundo, entraremos en una nueva era. Una era distinta, más humana, mejor. Una era donde las historias nos ayudan a vernos en perspectiva.

Voy a dejar el cine. Y en esto creo.

Imágenes: 
 - someecards. Todos los derechos reservador.
 - Fotograma de la película Willy Wonka (1971).
 - Fotografía de Skydeas, CC 3.0 Atribución