Hace un año por estas fechas apareció este texto en este mismo blog. Allí apuntaba a que en los próximos meses seguiríamos oyendo hablar de la posverdad, como así ha sido.

Apenas hace unas semanas, nuestro compañero Francisco Asensi, publicaba otra entrada en la que, además de rastrear el pasado del fenómeno, aportaba reflexiones sumamente interesantes sobre su repercusión en la actualidad. (Si todavía no lo habéis leído os recomiendo encarecidamente que lo hagáis).

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Hagamos una breve pausa para hablar ahora de alguno de los últimos trabajos de Lev Manovich.

Este autor, que se hizo con un lugar propio en el panorama de la teoría de la comunicación con su libro “El Lenguaje de los Nuevos Medios”, lleva años explorando el poder de los Datos y su relación con la imagen.

De entre sus últimos trabajos e investigaciones, me resulta especialmente interesante “SelfCity”, un estudio a gran escala sobre el fenómeno “selfie”.

 

Demos un nuevo salto y recordemos una de las citas más famosas de Errol Morris. Este polémico documentalista decía que para manipular una imagen no necesitaba Photoshop, le bastaba con cambiar el pie de foto.

Morris, está claro, se apoya en el valor polisémico de la imagen: al modificar el texto que la acompaña hace que nuestra intención de lectura se desvíe en otra dirección. (Os invito a realizar el ejercicio, aunque cualquier portada de la prensa española puede servir como ejemplo).

 

Pero… ¿Qué relación tiene la posverdad con los selfies y la manipulación de la lectura de la imagen?

Como cineasta, tengo una estrecha relación diaria con el discurso audiovisual. Al enfrentarme a un nuevo trabajo necesito explorar las distintas maneras de aproximarme al material y valorar qué enfoque y tratamiento puedo darle.

Eso me lleva a plantearme ciertas preguntas que van más allá de una simple resolución técnica.

Y ahí es donde coinciden estos temas y se encuentra la respuesta a la última cuestión. Hace tiempo que este asunto me interesa y preocupa. No se trata de algo nuevo: muchos teóricos de la imagen llevan décadas reflexionando sobre el asunto, lo que ocurre es que con la implantación generalizada de las redes sociales, y especialmente las basadas en la imagen el problema ha crecido de manera descontrolada.

Como apuntaba Francisco Asensi en su texto, la sobre-exposición a un mundo repleto de imágenes ha llevado a la publicidad a comprender que ya no es suficiente con generar “impactos”. Nos hemos vuelto inmunes o, en cualquier caso, a partir de un cierto número nuestra capacidad para registrarlos queda anulada. Lo mismo parece estar ocurriendo con la narración audiovisual.

Hannah Arendt escribió sobre la banalización del mal. En la actualidad nos encontramos no ya frente a la banalización de la imagen (en eso llevamos décadas), sino a la banalización de las narrativas audiovisuales.

No me refiero únicamente a los anuncios y spots publicitarios, sino a todo tipo de discurso audiovisual, desde nuestras grabaciones de momentos familiares hasta informativos y noticiarios.

La imagen en movimiento, como representación de una realidad sublimada, ha “atravesado el espejo” emulando a la Alicia de Lewis Carroll. Ahora es el presente el que se esfuerza por crear una nueva realidad a través de una representación parcial y totalmente manipulada de los acontecimientos. Ya no somos lo que hacemos, sino lo que aparentamos. O, como sociedad, nos estamos esforzando en que así sea. Estamos empeñados en vivir una posverdad, o al menos en que los registros públicos que dejemos así lo recuerden.

La intimidad murió en el rincón de alguna red social: ya sólo nos acercamos a ella cuando estamos solos, si es que nos atrevemos a entrar en ese territorio, que podría recordarnos que nuestra vida no es lo decimos que es. Aunque no debemos olvidar el poder del storytelling: a base de contarnos una mentira podemos acabar viviéndola.

De ahí a un mundo Matrix, hay sólo un paso. Oscar Wilde dijo: “Cada uno somos nuestro propio demonio, y hacemos de este mundo nuestro propio infierno.” ¿Porqué no hacerlo a base de sonrisas y filtros de Instagram?

 

(Ilustraciones de John Tenniel)

 

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