¿Qué? ¿Cómo? ¡Ah! No, no… no me refiero a ningún tórrido ni lúbrico programa nocturno sobre pseudo-personajes del mundo del corazón y las gónadas. Y no, tampoco estoy pensando en chispeantes interloquios a cuatro bandas donde personajes estrafalarios se divierten haciéndonos creer que les importa lo que nos pase a los votantes.

Podría haber caído en la tentación de hablar sobre estos temas, tan de moda estos días, pero, por respeto a nuestros lectores, he optado por enfocarme hacia seres con una inteligencia y nivel intelectual muy superior a los anteriormente citados: los no-muertos post-apocalípticos.

A nadie se le escapa que Walking Dead es el mayor éxito en la ficción televisiva desde que Lost echara el cierre. La serie basada en los geniales cómics de ese crack con patas y lápices de colores llamado Robert Kirkman y sus ínclitos caminantes aficionados a devorar cerebros humanos, es el petardazo del momento, con el permiso de Juego de Tronos, una jocosa trama de ambiente medieval en el que las batallas por el poder, las puñaladas traperas y el juego sucio están al orden del día (que no, insisto en que no estoy hablando sobre la política española…).

Tras siete temporadas y casi un centenar de episodios a sus espaldas, el boom de Walking Dead es tan rotundo que hasta ha dado pie a una serie precuela; Fear The Walking Dead.

Evidentemente, como walkingdeadero incondicional que soy, no dudé en lanzarme a ver esta extensión, innecesaria a todas luces, de mi serie favorita cuando AMC la lanzó en verano de 2015. Para seros sincero, tras verla mi primera impresión fue pensar que rara vez un nombre de serie podría ser mejor escogido: FTWD era como la versión de terror de Walking Dead… pero terror de lo mala que era.

Sin embargo, como buen friki que soy, terminé por engancharme. Debo de admitir que, con el paso del tiempo y los capítulos, se les acaba cogiendo cariño a la mayoría de personajes – bueno a todos, menos al paniaguado de Travis y a su insoportable retoño… buff, qué pereza -.

Pero el premio gordo a tanta dosis de paciencia me llegó en forma de apéndice. Para ser exactos, el que esta temporada ha prorrogado la emisión de cada episodio en AMC: me refiero al talking show Talking Dead – Fear Edition.

El caso es que Talking Dead (este programa también se emite tras los episodios de The Walking Dead, aunque no en España) es, probablemente, una de las ideas más frescas y potentes sobre cómo extender en televisión el éxito de una serie, envolverla en un halo a medio camino entre el misticismo y el la frikología, y conectarla con su audiencia social y sus seguidores más acérrimos.

Imagen: AMCtv.es

Imagen: AMCtv.es

SACÁNDOLE TODO EL JUGO AL CHICLE

Es fácil hacerse a la idea de la gran inversión que conlleva toda serie de ficción con un mínimo de calidad. Por tanto, nada sería más lógico que explotar su contenido al máximo ampliando la oferta de contenidos que la serie ofrece a su audiencia.

Por eso, las series de más éxito de la parrilla tienden a sacar sus epílogos after-program (perdón por el palabro) en los que utilizan contenidos relacionados con la serie/episodio para extender su duración en antena. La idea no es mala: aprovechar el tirón de la serie para mantener cautiva a su audiencia en la cadena, dándole más de lo que les gusta (toda serie que se precie nos tiene que dejar, por definición, con ganas de más…).

En España tenemos al desgraciadamente demasiado cacareado caso del Ministerio del Tiempo (digo desgraciadamente no porque no lo merezca, sino porque cada vez somos más conscientes de que se trata de una isla solitaria en medio de un océano de mediocridad).

EMDT, como ya hicieron anteriormente las ficciones históricas de Isabel La Católica y Carlos Rey Emperador, tiene un after-program en el que se trabajan entrevistas a los actores, making of, contextualización histórica, desafíos de los realizadores y el equipo técnico y algunos comentarios sobre la trama. No está mal, en realidad.

Pero adolece de un mal endémico de la televisión española: trabaja el transmedia de forma independiente por medio; lo que pasa en el digital, se queda en el digital, como quien dice… [que aparezca en el after la social media manager hablando sobre sus fans no deja de ser un parche…]. En otras palabras, hacen un uso de la televisión arcaicamente unidireccional, sin dar la menor oportunidad a la democratización de la participación de su audiencia, posiblemente una limitación más propia de TVE que otra cosa.

Y luego, te das de narices con Talking Dead –  Fear Edition y ¡oh, sorpresa! te das cuenta de que a este tipo de programas se les puede sacar mucho juego, aprovechando el contenido de su serie para integrarlo con su audiencia de forma activa y convertirlo en un programa de calidad por sí mismo, no una extensión por la fuerza.

¿Qué cómo lo hacen? Pues sin grandes inventos, la verdad; simplemente aplicando las fórmulas con sentido común y recurriendo a lo que funciona; para los que no hayáis visto nunca, os explico las claves de su acertada ejecución:

  • Para empezar, tiene un conductor más que bueno, Chris Hardwick, que sabe combinar con maestría humor canalla, pasión por la serie y buen rollo sin acaparar la conversación ni dar un minuto de descanso a invitados, público y audiencia;
  • Junto a él, cada semana asiste un actor/actriz de la serie, un famos@ seguidor/a de la serie y un fan/fana anónim@. Entre ellos se crea un diálogo en el que se combinan la visión de alguien que conoce la serie desde dentro, la de alguien que sabe lo que es participar en una serie pero que nos muestra su lado más humano como televidente, y el punto de vista experto del fanático de la serie. El debate entre los tres es fluido y creíble; solo tres personas a las que les gusta una serie y conversan sobre ella, sin endiosamientos y egos insoportables (sí, a veces pasa… en otros países).
  • A esto se le une un guion fresco que “rasca” con originalidad las principales escenas del episodio recién emitido, su trama y personajes, ofrece montajes en exclusiva, analiza las consecuencias de cada acción y las implicaciones sobre las tramas secundarias e incluso hace elucubraciones sobre futuros capítulos; justo lo que más apasiona a los aficionados de una serie. Cuando te encuentras con secciones tan buenas como “el homenaje a los caídos en el episodio de hoy” te das cuenta que estás realmente ante algo que suena a nuevo.
  • Por último – pero no por ello menos importante – el programa consigue una excelente integración natural, tanto del público en el plató  – que, por una vez, deja de ser un ornamento decorativo para interactuar con invitados y presentador – como de la audiencia social del programa. En el caso de estos últimos, tienen una participación continuada y activa en la que se incluyen los mejores tuits y comentarios recibidos en la fanpage de la serie, preguntas en directo vía Twitter a los invitados, encuestas online y quizz tipo trivial, con un ranking de los más acertados.
Dave Erickson, Cliff Curtis, Kim Dickens - Talking Dead _ Season 5, Episode 18 - Photo Credit: Jordin Althaus/AMC

Dave Erickson, Cliff Curtis, Kim Dickens – Talking Dead _ Season 5, Episode 18 – Photo Credit: Jordin Althaus/AMC

Como se puede ver, nada de esto es realmente novedoso de por sí. Lo que sí supone un cambio es que una cadena – por muy digital que sea – apueste seriamente por un after-program de calidad, le dedique recursos y un casting digno, trate a la serie de una forma informal y distendida pero sin perder el foco (en España me temo que habríamos andado en la cuerda floja entre el tono seriote-documentalista del after de EMDT o el típico desparrame caótico terratiense donde la serie hubiera quedado relegada tras el peso de sus presentadores) y que la audiencia social tenga realmente voz y voto en el programa, algo que no se consigue de forma efectiva desde los tiempos en los que Melchor Miralles hacía aquellos fabulosos experimentos en la nunca suficientemente valorada VeoTV.

Ojalá alguna serie de ficción o cadena TV española se atreviera a apostar por un formato como el de Talking Dead. Su éxito estaría, creo, más que justificado. O no, vaya usted a saber… Pero, ¿no me negaréis que molaría, eh???

Pues ahora imaginad a una marca capitalizando para sí el éxito y ruido de este tipo de programas… ¿grosso, verdad?