No es sencillo escribir un 31 de julio con el tubo y las aletas en el pasillo mirándote impacientes y susurrando: “vamos…vamos…playaaaaaaaa”. Aún así, quiero sacar un último estertor de reflexión antes de ir a visitar a mis amigos pulpos, centollos y demás amigos de las Rías Baixas con quienes disfruto mis tiempos de calma agosteña.

Me calienta la cabeza una idea. Otra. Tiene que ver con la producción audiovisual de foto y vídeo en 360º y, obviamente, con la Realidad Virtual.

La realidad Virtual es la pera. Por supuesto que sí. En sus propuestas se encuentran cosas alucinantes: videojuegos, herramientas de diseño, educación on line inmersiva…, incluso, psicoterapias asociadas a engañar al cerebro para que personas con minusvalías físicas vuelvan a tener sensaciones de control sobre los miembros de su cuerpo afectados. Pero todo ello, o casi todo, se asocia a imagen sintética, a imagen creada a propósito para cada fin. Imagen controlada al fin y al cabo, y como tal, insisto en que todo me parece no bien, sino nivel top.

Pero la Realidad Virtual también trae consigo la producción de la imagen real en 360º. Fotografía y vídeo en 360º. Y aquí la cosa cambia.

Yo escucho al inmenso Nicolás Alcalá hablar de las maravillas con las que innovan en Future Lighthouse y me emociono con la pasión con la que lo cuenta, y sé que lo siente, y se lo digo y en ese momento me quiero implicar, pero algo me hiela el corazón. Cuando lo pruebo no me gusta…es como probar Beluga y no poder decir que te sabe ácido o no poder decir en público que el Quijote…en fin.

Mis sufridos alumnos, tanto los de la Facultad, como los de otros cursos, saben que siempre voy con una máxima por delante: “incorporar un nuevo medio en una estrategia de comunicación solo tiene sentido si mejora significativamente la eficacia del anterior”. Lo han oído mil veces. Pues me temo que a día de hoy, esta producción 360º solo cumple esta regla sagrada en ciertos contextos.

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Me explico:

En cuanto a la fotografía en 360º. Está muy bien. Me gusta. Hago bastantes con la app de Google Street View que permite compartirlas. Son una cosa interesante de contar en reuniones familiares porque se hacen en un tris y con las CardBoard las ves de inmediato (ojo con los gintonics).

Sin embargo, más allá de la innovación, determinadas circunstancias que han hecho de la fotografía un arte y un medio informativo en sí mismo, se pierden: el detalle (las gafas dan lo que dan), la sugerencia del fuera de campo que permite al espectador completar con su experiencia la lectura del todo y la interacción aún y sobre todo, a mi modo de ver, no mejoran la experiencia de una fotografía en soporte físico o en la pantalla de un ordenador. De hecho, creo que por ahora, la fotografía en 360º es más usable en un ordenador o Tablet que con las gafas.

Existe, no obstante, una razón con la que creo que sí puede aportar cierta mejora del soporte anterior: la inclusión de interactividad. Existe una página web, una especie de red social de fotografía en 360º, Round.me, que te permite de una forma muy sencilla añadir cierta interactividad: POI`s de información basados en zonas de paso de la mirada (que puedes ajustar a tu necesidad), inserciones de texto, imagen o vídeo, con programación de las reiteraciones de cada información. Y aquí, sí. Veo, por ejemplo una pieza informativa 360º de la frontera de Siria, donde en función de tu mirada se active un podcast previamente grabado con el smartphone o se propongan vídeos o fotos de esa misma zonas en otro tiempo. La herramienta perfecta para el fotoperiodista, ¿verdad, Luis de Vega?

El vídeo en 360º me cuesta más aún. No soy capaz de ver todo el alcance (que igual es por viejuno y es la señal de “vete apartando”, pero no creo porque he jugado a Pokemon Go sin sentir vergüenza y ni me he dado cuenta de la mirada inquisitoria de mis coetáneos). Sobre todo después de intentarlo con propuestas del tipo Eurosport VR. Intentar ver un peloteo en París de Nole con gafas es una quimera que desencadena sí o sí un esguince de cervicales.

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Cuando reproduzco un vídeo en 360º me pierdo cosas. Me angustio. No controlo toda la escena. Y es porque, si lo piensas, no es natural, los humanos aún no vemos en 360º. Y ahí radica el éxito del cine o de la TV, en la selección de lo que interesa. En la mirada del realizador o el director. Sino, es como ver una rueda de prensa en bruto. Necesita un filtro. No es una experiencia mejor estar en toda la rueda de prensa que la pieza que lo resume.

Hay algunas propuestas como Holo Virtual Reality que utilizan la persistencia de la mirada en un punto para cambiar de escenario o los vídeos de periodismo inmersivo que publica VRScout. Y eso lo mejora, claro que sí, pero siempre te queda la duda de haberte perdido algo.

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Por ello, creo seriamente que existe una posibilidad de mejorar esa eficacia de la que hablaba al principio, pero que debe partir de la necesidad de ¿inventar? o, mejor, adaptar, el lenguaje audiovisual y las estructuras narrativas a este nuevo medio. Invito a mis colegas de facultad, Pedro Sangro y Michi Huerta, a que nos iluminen algún día con ideas de cómo podría ser ese nuevo lenguaje y esas nuevas estructuras para hacer más eficaz la propuesta audiovisual en 360º.

De lo contrario, sucederá lo que ocurrió con las primeras experiencias audiovisuales en smartphones. Aquel Canal+ al que Vodafone quiso que no suscribiéramos por el 2008, simplemente no se veía. Lo digo de primera mano.

Me he dejado a propósito el tema del audio, que se las trae en este contexto. En septiembre llegarán a nuestra Facultad un par de unidades de la Kodak PixPro SP360 4K. Vamos a probar a ver si somos capaces de encontrar usos que justifiquen el empleo de esta técnica. Y os lo contaré tan pronto como pueda.

Feliz agosto. Repito: ojo con los gintonics.