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Imagen procedente de https://www.flickr.com/photos/24612276@N05/5902067107

Últimamente estoy ejerciendo más como consumidor audiovisual que como generador de contenido. O sea: hater. Dispongo de tiempo libre y he podido dedicarme a “ponerme al día”, a diferencia de cuando sólo ves “lo que tienes que ver”. Incluso me he he pegado una buena hincheta a contenidos mainstream o, como prefiero llamarlos, la primera división.

El caso es que tras unos meses de atiborrarme, el atracón me ha dejado un malsabor a “esto ya lo he visto”. ¿Dónde está esa innovación?

No soy un espectador picajoso, sigo disfrutando y prefiriendo “dejarme engañar”, abandonado en los brazos de la suspensión de incredulidad. Pero no puedo evitar salirme si algo canta o si reconozco un patrón. Déjame entrever el trampantojo y me has perdido. A partir de entonces me dedico a buscarle el cartón a todo. Qué mal ese actor. Qué efectos más malos. Vaya pelotazo de luz en ese fondo. Eso está pixelado. Vaya ful.

Y es que últimamente no es difícil reconocer el patrón de gran parte de la producción audiovisual. Y no hablo sólo de la primera división: pasan por mis retinas producciones independientes y de distintas latitudes y a veces me ocurre igual.

La parodia es una excepción. Para casi todo

Pelis

Con mejor o peor éxito, Marvel y DC siguen explotando sus franquicias (y extensiones y transmediaciones diversas). Una de Star Wars la pasada navidad y otra para casi ya. Vuelven al ataque Piratas del Caribe con Bardem haciendo el personaje que ya hizo en Perdita Durango y vivo acobardado por si violan en un remake alguna de mis películas más amadas. Dicen los expertos que es porque el emergente mercado asiático tenía restringido a las pelis que nosotros hoy consideramos clásicos y aceptan todas esas copias, reboots y remakes como novedades. O sea, que los del público americano y europeo hemos dejado de importar.

Series.

Más Marvel y DC, pero también spin-offs de Breaking Bad y The Walking Dead, reboot de Abierto hasta el amanecer, adaptaciones de comics de culto como Constantine (¡Ay!), Lucifer (¡Ayayay!) o Preacher, homenajes cómplices como Stranger Things (cuyos autores han saqueado desde Goonies y ET hasta la oscura Under the Skin, pasando por el videojuego Beyond Two Souls) o descarados robos de cartera como Mr. Robot (haz un mezclete de conspiranoia, Anonymous y hackers con la cabeza rota para disimular que has saqueado El club de la lucha).

Videojuegos.

Dark Souls III, Witcher 3,que además está basado en una serie de libros, Uncharted 4, Far Cry Primal, Fifa 17… ¡Street Fighter V y Doom!

 

El mainstream está seco de novedades

Hace ya ocho años del libro Remix de Lawrence Lessig y cuatro del documental Everything is a remix, de Kirby Ferguson. Sus tesis sobre la copia y la creación han sido aceptadas y discutidas y podríamos decir que se han vuelto mainstream: toda obra artística es una obra derivada de otras anteriores de una u otra forma. Ya entonces había alguna pega que ponerle al razonamiento, pero se entendía circunstancialmente por la pugna que había entre representantes de propietarios de derechos y defensores de la libre diseminación del conocimiento.

Pero del mismo modo que parecía distinto sisar las vueltas de ir a comprar el pan que coger dinero del bolso de mi madre, creo que hay una enorme diferencia entre inspirarse y saquear otras obras y definitivamente, entre crear y hacer un mero collage. Ese color difuso entre el blanco y el negro está últimamente de un oscuro que sólo se distingue con un monitor HDR. Sin embargo (sigo hablando de la primera división), parece como si la defensa de la propiedad intelectual de esas obras derivadas fuese más feroz, paradójicamente.

Ese pensamiento de que para presentar un trabajo basta un mero corta y pega de otras fuentes está tan fuertemente instalado en la mente colectiva que existen varios servicios online para detectar plagios en textos y trabajos académicos: cuánta falta de originalidad habrá, que es negocio detectarla. Y más en un sector que mueve tanto dinero y tan estratégico para muchos países.

Pero mucho me temo que los números, por la razón que sea, siguen saliéndole a los que piensan así. Encima, el estudio del big data de consumos audiovisuales favorecerá ese conservadurismo creativo y me temo que, salvo pelotazos puntuales, el motor de la industria seguirá siendo servir un glorioso pasado recocinado en el microondas de la tecnología.

O quizá es que a industria y audiencia nos falta madurez para premiar la creatividad frente al más cómodo consumo de lo que sale de la batidora.

PostBigData: ¡Dios mío, HBO se ha atrevido con Almas de metal! ¿Es que no hay nada sagrado? Me voy a Vimeo, a que se me quite el disgusto..