Para hacer una película basta con un smartphone

Para hacer una película basta con un smartphone

¿Alguien se apunta al proyecto? Es real, aunque no se exprese así en su convocatoria. Os cuento. Se está poniendo en marcha el proyecto ‘Spain in a day’, un largometraje documental colaborativo que se llevará a cabo bajo la marca registrada de Ridley Scott ‘in a day’. ¿Recordáis ‘Life in a day’? Se trataba de un documental único, el primero en su especie, que lanzó en 2010 el director de ‘Blade Runner’. Fue todo un acontecimiento mundial. Scott y YouTube se asociaron para poner en marcha el mayor crowdsourcing audiovisual de la era digital. La película, que firmaba como director Kevin Macdonald, cuenta con otros 26 nombres a los que se asigna el título de crédito de co-director. Todos ellos, en teoría, ciudadanos normales y corrientes de todo el mundo, que han aportado una secuencia realizada con sus propios medios y talentos.

La llamada a la colaboración de Scott dio como resultado 80.000 videos y 4.500 horas de material. El éxito de ‘Life in a day’ fue tal que Mr. Scott decidió convertirlo en una marca registrada y el formato ya se ha replicado en ‘Britain in a day’, ‘Japan in a day’, ‘Italy in a day’, e incluso ‘Christmas in a day’. Ahora le llega el turno a España y sí, señoras y señores, ustedes pueden ser los próximos co-directores de Isabel Coixet en este documental.

Como estoy trabajando en el proyecto puedo contaros poco del mismo (el tema de la confidencialidad en los medios definitivamente merece un post futuro), pero sí quisiera compartir con vosotros una simple cuestión en torno a la colaboración creativa, consciente de que me dejo por el camino muchos matices.

¿Por qué no estamos inundados de creación colectiva cinematográfica?

A la vista del proyecto de Scott, el resultado, y la pujanza de las nuevas tecnologías, resulta extraño que no se hayan dado cientos de proyectos como este. Son muy escasos, y apenas conocemos ejemplos. Uno de ellos es ’50 kisses’, que se nutría de aportaciones de creadores anónimos y espontáneos. Otro proyecto que presume de similares características es ‘The owner’, pero en este caso, los co-directores no son ciudadanos anónimos inspirados sino cineastas noveles en concurso de méritos. Y este es mi favorito, Tent Square, que no es una película, es una productora colaborativa (hasta aquí vamos bien), integrada en una red social. O sea, que tampoco es exactamente un proyecto de crowdsourcing.

Sí, ya sé que muchas y muchos de vosotros vais a citar ‘El tren de la libertad’, ejemplo reciente en nuestra propia cinematografía, pero las aportaciones provenían de profesionales del medio audiovisual. Es crowsourcing, sí, pero no esta experiencia colectiva ciudadana y anónima de la que hablamos.

Parece que, aunque disponemos de la tecnología, y ya sabemos que todos somos narradores audiovisuales en potencia, o bien no encontramos el proyecto adecuado, o no nos resulta atractiva la posibilidad de co-crear, o las condiciones de esa co-creación.

Para los productores, se trata de proyectos sin guion, sin rodaje, que en su desarrollo no se parecen demasiado a la maquinaria conocida del largometraje de ficción o documental. Son apuestas a tumba abierta, en las que no hay una sinopsis narrativa que vender o un elenco atractivo.

Para el director principal, primer firmante, es una obra de la que no tienen control creativo absoluto, una situación a la que no suele estar acostumbrado, incluso si realiza documentales.

Para los co-directores anónimos, es una posibilidad muy interesante para obtener relevancia… pero no beneficio económico. Además, como el único planteamiento posible desde la producción es el de conseguir mucha cantidad para extraer la calidad, sus opciones de acabar co-firmando la película son escasísimas. Si a esto sumamos que, desde que existe YouTube, ya no es imperativo pasar el filtro de la gran distribuidora para exponer la creación audiovisual, el usuario co-generador del contenido, puede encontrar pocos incentivos en la idea de aportar su video.

Pero hay más. Los términos de la colaboración se entienden muy bien y funcionan entre iguales, en estructuras horizontales. Sin embargo, si quieres hacer una película con distribución comercial, no tardas en descubrir que necesitas (de momento) estructuras verticales y piramidales. Así que las productoras proponen un moderno proyecto de colaboración que acaban transformando en un proyecto al estilo más clásico.

Si estos proyectos escasean en el cine de las grandes pantallas, las marcas cuentan una historia bien distinta. En muchos casos, el crowdsourcing dirigido a sus consumidores es todo un éxito. Aunque estoy comparando experiencias muy desiguales, de cine y publicidad, os invito a sacar vuestras propias conclusiones.

No penséis que no defiendo los proyectos colaborativos cinematográficos. Creo que necesitan nuevos planteamientos, otras premisas, otros modos de distribución, porque sí defiendo que pueden ser obras imposibles de reproducir si no es utilizando estas vías de colaboración. Los documentales que citaba al principio son obras interesantes, emotivas, repletas de verdad, son documentos únicos. Tal vez no necesarios, pero sí importantes. El poder de todos esos narradores unidos es muy grande. El retrato que hacen de nuestro mundo o de sus países, es muy hermoso. Podéis juzgar por vosotros mismos viendo la película que inició esta reflexión, y dialogar conmigo sobre el tema.

Como propina final, este artículo de John Buckley sobre la creación colectiva en cine.

Imagen: derpunk via Compfight cc
@lidiamosbe