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“No uso Twitter pero sí Instagram porque en Instagram no te insulta nadie y en Twitter te insultan todo el rato” Esto decía hace unos días una presentadora de televisión por un pasillo. A los periodistas nos cuesta entender que ambas redes sean comparables. A nosotros nos encanta Twitter, es adictivo y lo hemos adoptado rápidamente como una extraordinaria herramienta de trabajo. Pero la mayoría de las celebrities no usan las redes sociales para estar informadas, lo hacen para comunicarse con sus fans. Les gusta compartir lo que hacen y recibir sus mensajes y eso es más fácil en Instagram porque en Twitter hay demasiados ‘haters’.

Un estudio publicado por el Business Insider concluye que el 88% de los trolls está en Twitter. La razón principal es el anonimato. Es más habitual no identificarse en Twitter que en Facebook o Instagram. Pero también tiene que ver con que en Twitter no se habla solo de aperitivos y playas. Se comenta mucho de política, de religión, de fútbol… en definitiva, de asuntos sobre los que hay muy poca tolerancia al diferente. Precisamente uno de los valores de Twitter es la libertad de expresión. Su relevancia en la denuncia de injusticias es indiscutible y eso ha sido posible gracias a esa libertad. Pero bajo ese paraguas de la libertad de expresión también se refugian agresores de toda calaña. El CEO saliente de Twitter, Dick Costolo, lo reconoció: “Somos un desastre lidiando con el acoso” dijo en un mensaje a sus empleados este año.

La compañía ha tomado nota y ha abierto un Centro de Seguridad en el que se pueden consultar las normas de Twitter, denunciar una cuenta o leer recomendaciones especiales para adolescentes. Estaría bien que además impidiera las automatizaciones de cuentas, un recurso muy habitual entre los acosadores y para el que hay múltiples herramientas legales a disposición del usuario. La automatización genera actividad, algo muy necesario para Twitter, pero lo hace a costa de ensuciar la conversación y espantar a usuarios reales. Facebook e Instagram realizaron hace meses una limpieza exhaustiva de cuentas falsas. En un grupo privado de editores de medios sociales dábamos cada día desolados nuestro parte de bajas. Pero era un bache conjunto, lo que duele menos, y que además nos garantiza una mayor calidad en el grupo de seguidores que se quedan. Creo que todos estaríamos dispuestos a sufrirlo en Twitter si esto repercute en una mejora de la conversación.

Twitter no tiene el monopolio del acoso. La CEO de Redditt se marchó con esta lacerante frase: “Los trolls están ganando la batalla de internet”, después de haber intentado imponer algún control en sus contenidos y haber salido escaldada. Para algunos no es nada fácil encontrar el equilibrio entre la libertad de expresión y el respeto. Y otros contribuimos a ello. Confieso tener un criterio demasiado laxo a la hora de moderar las páginas de Facebook que administro. Oculto mensajes racistas, xenófobos u homófobos pero dejo insultos que realmente me parecen intolerables solo para que no nos acusen de censura.

La naturaleza de Twitter hace que esa opción de ocultar sea imposible y existe la función de bloqueo, que no deja de ser como ponerse una venda en los ojos para no ver lo que hace el troll. Nunca bloqueo a nadie, ni desde mi cuenta ni desde las que gestiono. Si alguna vez he tenido la tentación de hacerlo he recordado esos tuits, seguro que habéis visto alguno, en los que alguien presume de que otro le ha bloqueado y además aporta un pantallazo como prueba. Es el triunfo del troll.

Uno de los accionistas de Twitter, Chris Sacca, escribió hace un par de meses un post magnífico en el que hacía muchas recomendaciones para mejorar la compañía. Una de ellas era ponerle un corazón. Un corazón como el de Instagram. El corazón es el símbolo del amor y suele transmitir positividad. Además, tendemos a unirlo al concepto de paz así que no anima normalmente a desenfundar el revólver como parece que hacen algunos ante cualquier tuit. En la compañía parece que le han escuchado. Desde hace unas semanas algunas cuentas han cambiado sus estrellas de favoritos por corazones. Solo se puede ver cuando gestionas esa cuenta desde un dispositivo móvil. Aquí un ejemplo:

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La estrella del favorito es un concepto un poco ambiguo: lo usamos para decir que algo nos gusta, pero también para leerlo más tarde o para dar por finalizada una conversación. Un corazón parece dejar más claro el concepto. Además de recordar al corazón de Instagram, se parece más al Me Gusta de Facebook y a todos esos corazones en los ojos y en los besos que mandamos por WhatsApp. Soy muy fan de esos nuevos corazones tuiteros, ojalá se extiendan a todas las cuentas. Pero no van a garantizar por sí solos paz y amor por toda la red. Eso va a ser misión de todos.

La presentadora que no usaba Twitter no era de Mediaset, había venido invitada. Pero podía haberlo sido y yo quiero que todos nuestros presentadores y actores tuiteen y que no lo hagan obligados sino porque se sientan a gusto. También quiero que los espectadores tuiteen. Y que nos critiquen, que así aprendemos a hacer las cosas mejor, pero que critiquen con respeto (No deja de sorprenderme lo que algunos son capaces de decir día tras día a un presentador en las redes sociales ¿Por qué siguen viéndolo?)

A Twitter le faltaba un corazón. A demasiados tuiteros les falta razón. Moderar todo esto sin caer en la censura no es fácil. La compañía está empezando a dar pasos. Los usuarios y los que trabajamos con Twitter también debemos colaborar para hacerlo más habitable evitando ampliar el eco de los trolls, dando relevancia a los comentarios constructivos,  denunciando los abusos aunque no sean contra nosotros y no utilizando malas prácticas. Saldremos todos ganando.

Imagen apertura: crop / Shutterstock.com

@soniagot