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Aunque en el mundillo del marketing y la publicidad se les trate ya como un mero soporte publicitario, en este post hablaré de los youtubers como las personas que son. Personas que más allá de gustos, tienen una capacidad de comunicación y constancia excepcionales y que son la base de su éxito, que se traduce en que haya empresas dedicadas a comercializar sus contenidos; en que se hayan ya hecho experimentos para trasladar su lenguaje a medios tradicionales, y finalmente en que el fenómeno youtubers está dando el salto a eso que llaman mainstream y en vías de formar una burbuja económica de esas que tanto nos gustan.

El videoblogging – entendido como el acto de grabar y publicar piezas de forma cronológica, monólogos en primera persona sobre cualquier tema- existe hace unos 10 años. Desde el primer YouTube hit, Lonelygirl15; el Vlog Anarchy Manifesto de Michael Verdi, Rocketboom, MobuzzTV y Wine LibraryTV entre muchos otros ejemplos de la década de los 00’s, comparten esta misma esencia.

Sólo que ahora quienes dan en esta tecla, tiene además una potencial audiencia de gente (llámense millennials o como quieran..) que prefiere hurgar en YouTube que ver la televisión (o Facebook, o Twitter o Instagram…), que bajo el mantra de suscríbete, suscríbete, suscríbete suscríbete genera comunidades alrededor de sus monólogos y cómo no, se están convirtiendo en un negocio muy fértil. Habrá que ver por cuánto tiempo.

Y es que la esencia del youtuber, es precisamente esa cercanía, frescura, poca malicia que comunican quienes precisamente les importa eso: hacer el moñas frente a una cámara, recibir unos likes para alimentar el ego, y tal vez unas perrillas si las visualizaciones aumentan.

Pero falta ver qué pasará cuando las agencias agregadoras, gestoras y comercializadoras de YouTubers los domestiquen, y los conviertan en jorgesjesuses, en triunfitos, en vehículos comerciales más interesados en colocar bien la mención de una marca que en tener gracia. ¿Podrán sostener el negocio sin matar a la gallina de los huevos de oro?

Los youtubers son jóvenes que en poco tiempo están generando reconocimiento y dinero -en algunos casos, mucho dinero- y lo que nadie les ha avisado es que esta máquina que es internet va a una velocidad que ni siquiera ellos que nacieron conectados se imaginan, y que tan rápido como encumbra personalidades, a mayor velocidad incluso las deglute, las tritura y las olvida.

La pregunta es si el youtuber está preparado para soportar esa depresión que algunos ya parecen vislumbrar: a mayor número de menciones de marcas metidas con calzador, menos frescura, menos credibilidad, y por ende, menos audiencia, y así en menos de lo que damos a skip ad a un prerrol, pasen de ser el flavor of the week a un has-been del tubo, y estrellarse de golpe con la realidad. ¿Estamos preparados para ver la muerte del youtuber en directo, perdón, bajo demanda?

Roger Casas-Alatriste es Director de El Cañonazo Transmedia