Ya han pasado unos cuantos años desde que empezamos a hablar de transmedia. Aunque queda mucho por andar, hoy sabemos cosas que en su momento ni imaginamos, o que eran todavía inciertas. Y hay otras todavía por descubrir. Así que parece que tiene sentido seguir reflexionando sobre el asunto.

Mesa redonda durante el primer Transmedia Living Lab (Madrid, 2011). Fuente: Camon

Los que me conocen saben que me muevo de modo incesante entre la teoría y la práctica, la docencia, y el ejercicio profesional, el análisis y la creación: eso me permite combinar lo mejor de los dos mundos (algo que, como el on y el off, parece que tiende a fundirse, tal y como deseaba en este mismo blog Fernando Galindo hace un tiempo).
Así, cuando se trata de reflexionar, lo hago a partir de un conocimiento directo del mundo en que vivimos, de “lo que pasa en la calle” (lo que puede traducirse en que “no cuento batallitas” o, si lo hago, soy consciente de ello y lo enuncio como una referencia histórica, que tampoco está mal eso de contextualizar). Me ocurre lo mismo cuando ejerzo como profesional: no me limito a hacer, ni a seguir el dictado de “hoy como ayer, mañana como hoy”, por los siglos de los siglos.
Eso me lleva a hacerme preguntas que a algunos pueden parecerles extrañas por inusuales, o aparentemente poco prácticas. Yo prefiero tomármelo como aquel que investiga en ciencia básica, consciente de que por sí misma no tiene ninguna utilidad, pero que sin ella la ciencia aplicada no existiría.
Y así es como llego a este post, preguntándome sobre los límites del transmedia. Estas narrativas, ¿tienen un final o pueden expandirse y crecer eternamente?
Sabemos que hay narrativas monomedia que, como si de un replicante se tratara, nacen con fecha de finalización (que no de caducidad): tiene una duración determinada desde el mismo momento de su concepción. Probablemente el ejemplo más representativo de los últimos tiempos sea The Wire. Antes de empezar la andadura, David Simon, su creador, peleó con uñas y dientes por conseguir un acuerdo que le garantizara la producción de las cinco temporadas. Para él, la serie sólo tenía sentido si podía explorar las distintas facetas que se había planteado tratar (y si podía decir lo que quisiera al respecto, sin miedo a que le censuraran).
También conocemos casos de narrativas monomedia que parecen inmortales, como por ejemplo la australiana Neighbours que (salvo algún parón) lleva en antena desde… 1985!!!
Además, como suele decirse, la multiplicación de formatos y plataformas no hace más que expandir las posibilidades de crecimiento de un relato. Así que, visto el caso de (pongamos) Neighbours, deberíamos concluir que si lo transmediásemos, nos encontraríamos frente a una narrativa potencialmente infinita (¡Quién sabe si eterna!).
Y sin embargo…


Imagen del film Spider-Man (1977) Fuente: Nanopress.it

Al inicio de este post señalaba que sí sabemos algunas cosas. Una de ellas es que toda narrativa es susceptible de ser transmediada. Hace bien poco nos lo recordaba en este espacio Roger Casas-Alatriste.
También sabemos que, para lograr ese salto a la narrativa multiplataforma, podemos hacer precuelas, secuelas y spin-offs (anglicismo con el que se ha popularizado el término “serie derivada”).
Como digo, hace tiempo que le vengo dando vueltas a la cuestión, y he detectado que esa potencial infinitud es, en realidad, una cuerda en la que el relato termina por estrangularse.
Ya hace décadas que Stan Lee (¡Stan Lee!) tuvo que inventarse los “no premios” para reconocer la agudeza de aquellos lectores que detectaban errores e incongruencias en la cronología del creciente Universo Marvel. Y eso que en aquella época, Marvel era fundamentalmente mono-mediática. (Por favor olvidémonos de, por ejemplo, las adaptaciones cinematográficas de Spider-Man de la década de los 70).
Otro caso, todavía más llamativo, es el de DC con sus universos paralelos, básicamente destinados a justificar errores narrativos: si Superman no podía estar en dos sitios a la vez, la cosa se resolvía explicando que el Superman de Tierra-2 había venido a Tierra-1 y por eso, durante un corto periodo de tiempo, en ese universo habían dos personajes idénticos.
El recurso puede gustar más o menos, pero la cosa se desbocó cuando, aún utilizando ese artificio, aparecían incongruencias, lo que llevó a la creación de una Tierra-3 y… ¿Hace falta seguir? Resumámoslo con el conocido “es peor el remedio que la enfermedad”. Lo que, finalmente, llevaría a la creación de la maxi-serie Crisis en las Tierras Infinitas, una manera de poner el contador a cero a base de exterminar a diestro y siniestro.
Y todo, ¿para qué? Para mantener la coherencia narrativa del Universo. ¡Pero a qué precio!
Ejemplos no faltan. Los reboots (reinicio, sería su traducción al español) están a la orden del día. Es una manera de hacer borrón y cuenta nueva, pero eso también pasa factura.
¿Cómo se sienten los fans de Star Wars tras la reformulación de la saga? ¿Quién, si alguien, es capaz de validar lo canónico, y durante cuanto tiempo? Y, sobre todo… ¿podemos mantener el mismo nivel de engagement cuando sabemos que nada es para siempre, que cualquier decisión de una junta de directivos puede borrar de un plumazo esa narrativa en la que llevamos inmersos meses, cuando no años, de nuestras vidas?
Porque no sólo están eliminando una parte del relato, de algún modo ¡están desautorizando nuestros recuerdos más queridos, nuestra memoria afectiva!
Como he dicho, reflexionar únicamente en el plano teórico no me parece útil. De ahí que haya escogido citar ejemplos concretos, para ver qué les ha ocurrido y cómo han reaccionado.
Una cosa más: parecía que tenía sentido la idea de que los relatos transmedia conservan mejor la coherencia si existe una persona que “controla” (dentro de lo posible) las diferentes piezas. Así se había dicho al hablar de Harry Potter o Indiana Jones. Pero, frente a universos en expansión, de dimensiones mucho mayores… ¿Sigue siendo aplicable la misma regla? ¿Funciona?
La verdad es que creo que no. En este caso, la escalabilidad produce fenómenos inesperados o, en todo caso, incontrolables (entre ellos, la fanfiction). Enunciado de otro modo: el crecimiento de una narrativa transmedia tiende al caos.

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