Jóvenes cineastas

Grupo de jóvenes rodando una escena

Hace pocos días se celebraron en Madrid las pruebas de ingreso para estudiantes europeos en una de las escuelas de cine más prestigiosas del mundo, la EICTV de San Antonio de los Baños (Cuba). Yo estudié en esa Escuela, sigo vinculada a la institución como profesora y suelo coordinar la realización de esas pruebas. Para mí es un día intenso y emocionante. Los futuros estudiantes acuden nerviosos, ilusionados, han puesto tanta energía en lograr su sueño que, cuando les preguntas qué harán si no consiguen la ansiada plaza, se quedan en blanco. No pueden imaginarse haciendo otra cosa que estudiar cine en la isla caribeña.

Este post no trata de la EICTV en particular sino de estudiar cine en general porque además de todos los fenómenos emotivos en torno a las pruebas de acceso, hay otros más fríos y objetivos que se observan año a año y que merecen una reflexión.

Desciende el número de interesados en estudiar cine

Cuando yo entré en la EICTV, hace 22 años, realicé mi examen de ingreso con algo más de 200 aspirantes españoles. En la actualidad, en torno a 35 personas de unos 6 o 7 países europeos se presentan a las pruebas.

Charlando con los aspirantes, ellos mismos me preguntaban por qué creía yo que había un número tan (aparentemente) escaso. Sin pensarlo, les respondí que la crisis económica había hecho que uno se plantease muy bien en qué invertía el dinero, que identificase a la perfección qué estudios podían convertirlos en trabajadores bien remunerados, y es evidente que la dedicación a un arte, no cumplía ese requisito. Lo resumí en una frase cruel: ‘es que invertir tres años de tu vida y el dinero de tus padres en estudiar una disciplina artística que te abre las puertas (si acaso) a un mercado laboral (por llamarlo de alguna forma) en crisis, no parece tener mucho sentido’.

Claro que hay muchos estudiantes en las escuelas técnicas, pero muy pocos en las que ofrecen estudios superiores. Como si el Audiovisual no mereciese un tiempo de reflexión, estudio y análisis. Como si la creatividad fuese algo innato que no hay que cuidar, que crece por sí mismo, a golpe de video familiar o tuit ocurrente. Pero además, porque al cine, al audiovisual en general, se le ha calificado en los últimos tiempos de ‘industria del entretenimiento’, y así se le desposee de su carácter artístico, de su capacidad de vehicular la cultura, de construir discursos originales y con cierto nivel de profundidad.

Todos quieren ser directores

Otro fenómeno sorprendente es que este año se ha acentuado todavía más una tendencia: casi todos quieren ser directores. O directores de fotografía. ‘¿Por qué?’, les pregunto. No responden por pudor, por no admitir que hablamos de los oficios mejor pagados y más reconocidos de la industria. Aquellos que acumulan más glamur detrás de las cámaras. De no ser tan pudorosos, alguno me habría respondido ‘porque es lo que más mola’. Pero todos ellos, sin saberlo, ratifican un fenómeno de nuestra industria: la pérdida de valor de los oficios del Audiovisual. Ahora, o eres director, o eres obrero técnico. No hay términos medios. Manejar una tecnología, aunque sea guiado por los más altos objetivos artísticos, ya no se valora y mucho menos se paga. Cualquiera puede hacerlo. Ahí está para todos la tecnología barata. Y ahí están a tu alcance la distribución y la audiencia. Se llaman, por este orden, YouTube y usuarios.

Cada vez hay menos mujeres

Este fenómeno me duele especialmente porque lo relaciono con una cierta rendición de las mujeres, cansadas y abrumadas por la preponderancia masculina. Uno de los aspirantes, hombre, me preguntó por ello, extrañado por una escasez de chicas en las pruebas que no se explicaba. Yo le devolví la pregunta, ‘¿a cuántas directoras conoces?’. Se lo pensó un buen rato y contestó ‘la del Oscar, ¿no?’. Se refería a Katryn Bigelow. Algo más tarde se le encendió la bombilla de nuevo ‘y también está Icíar Bollaín. Creo que sobran los comentarios. No importamos al otro lado de las cámaras. Mi rebeldía me lleva a afirmar ‘nos echan, nos expulsan de este arte’, y es cierto que suena a visceral, pero también que responde a una realidad observable. Pero ese será tema de otro post…

Estamos en la edad de oro del Audiovisual

He descrito tres síntomas poco optimistas que observo en el aprendizaje del cine y que pudieran señalar la mala salud de la industria. Sin embargo, al Audiovisual, le va de cine. En este blog nos regocijamos porque cada vez se produce más, se ve más, los códigos de la narración con imágenes y sonidos son los reyes de la comunicación.

Tal vez, como ha sucedido en otras disciplinas, la evolución de los medios digitales ha sido más veloz que la capacidad de reacción de las Escuelas. Tal vez, el propio medio cinematográfico se ha instalado en un clasicismo que ahora es de interés minoritario y no ha sabido adaptarse a los tiempos. Tal vez, algunas Escuelas que forman artistas para la industria, siguen pensando que es la industria la que debe adaptarse a los artistas allí formados. Tal vez, el cine clásico forma profesionales poco colaborativos, aptos para estructuras piramidales, pero no horizontales.

Pero también es cierto que la propia industria del Audiovisual va por libre, evoluciona sin pausa, tiene su escuela en la web, forma a sus creadores desde la cuna, se ha fundido con el marketing, ha incorporado nuevas profesiones creativas, se ha vuelto inmensa, complejísima, y es difícil alcanzarla en esta carrera hacia el futuro.

Aprender a hacer cine en solo 10 minutos

Y en esa carrera nos han desprovisto de algo muy importante a los profesionales. Sea un fenómeno orquestado o no, hay quien piensa que el cine no merece tanto estudio. El mismísimo Robert Rodríguez afirma que se puede ser cineasta tras 10 minutos de escuchar una lección impartida por él. Ya sabemos que es postureo, pero… ¿y si funciona?, se preguntarán muchos.

Yo volvería a estudiar cine

No dudaría ni un segundo. El estudio de una disciplina artística es una experiencia irrepetible. Ese tiempo para experimentar, cometer errores, para convivir con un grupo de personas con tus intereses y pasiones, es impagable. Creo además que el Audiovisual necesita discursos elaborados y gestores de esos discursos. Hay que dedicarle tiempo, un bien escaso en estos días de apresuramiento e inmediatez. Creo que es importante que nuestras disciplinas de trabajo se aprendan en instituciones de alto nivel, que sean centros de estudio y divulgación, que le den al Cine, al Audiovisual, la importancia que merecen.

Imagen: zeligfilm via Compfight CC
@lidiamosbe