Series de TV

Allá por 2007 un tipo llamado Marck Zuckerberg decía eso de “You don’t start communities, Communities already exist. They’re already doing what they want to do. The question you should ask is how you can help them do that better.” Una premisa que, al igual que muchos otros, hemos tenido en mente desde que nos animamos a organizar por primera vez un BirraSeries.

Hace un par de semanas volvimos de la I muestra de series internacionales de Málaga con la certeza de que las series de televisión está muy vivas: es un formato joven, comercial, atractivo, social y sano (aquí hago distinción de otros formatos tipo MHYV haciendo alusión al ROI intelectual que aporta). Pronto, además, los eventos relacionados con el cine irán acariciando la posibilidad de compartir espacio y tiempo con las series, que ya no sólo comparten star system, sino que además siguen con asombro la estela narrativa de la ficción seriada. Por otra parte, también vinimos con la percepción de que el contenido define al continente, y que se están construyendo muchos tipos de televisión de forma paralela.

Y es que dos años y muchas cervezas batallitas después, he vivido con intensidad el ambiente seriéfilo desde aquella primera vez en la que pusimos cara (y gracias a las etiquetas, también nombre y apellidos) a quienes habitaban en aquel universo paralelo que por aquel entonces eran las redes sociales.Y como ya tengo a mis compañeros de blog para argumentar datos y presentar las últimas novedades al servicio de la innovación audiovisual, voy a darme el capricho de hacer un repaso  por este viaje personal.

El espectador de series

En primer lugar, no confundamos. La señora de Cuenca no es una franja de edad, sino una forma de consumo, una forma de entender la televisión, el ocio y el consumo. Y esto agrupa muchos puntos a tener en cuenta. Y diría más: es la creación de una industria que ha modelado – más bien, ha definido – al espectador como un ser pasivo, unidireccional, con déficit de atención, tradicional y animal de costumbres. Pero, eso sí, siempre exigente. Y ahí es donde la innovación se abre paso.

Por otro lado, espectador de series de televisión merece una tipología un poco más compleja. No sólo por su nivel y hábitos de consumo, sino también por su influencia social, su predisposición a narraciones a través de diferentes plataformas (tiempo dedicado a expandir el universo), grado de implicación con la serie (tiempo dedicado al conocimiento de ese universo), motivaciones, interacción para con el producto (espectadores pasivos en diferentes plataformas, usuarios que interactúan, usuarios que generan contenido y amplían la historia). Por ejemplo, no es equiparable ese predator and generator content (no me voy a quedar atrás en esto de acuñar nombres) respecto al consumidor de una serie – generalmente nacional – de un canal de televisión con sus avances y pausas publicitarias. Aunque puedan coincidir por gustos hacia el producto, pronto disentirán respecto a su consumo. No puedes dirigirte a ambos de la misma forma, ni en los mismos lugares.

Aunque el consumo de televisión tradicional sigue aumentando, nos encontramos que una parte cada vez más importante de espectadores de series de televisión tiende a ser cada vez más independiente de la programación de las cadenas. Tendencia que encuentra su sino entre los espectadores de series.

Rescato algo que leí hace ya un par de años y me impulsó a escribir sobre ello. Y es que las redes sociales están mostrando la primera capa de conceptos sociológicos clave,  y además están actuando como una plataforma permeable hacia cualquier otro consumo, especialmente de universos que permiten una afinidad mayor, como son las series de televisión. Destaco tres:

1. Teoría de la identidad social: teoría que defiende que, cuando estamos en un ambiente de grupo, a menudo seguimos, copiamos o imitamos el comportamiento de sus miembros. En el ámbito de las redes y televisión, viene a significar que quienes ven lo que estamos viendo pueden llegar a ser parte de nuestro grupo percibido, y como tal, normalmente seguimos su ejemplo de interacción. Incluso llegar a imitar pensamientos y acciones.

2. Social Proof: concepto que hace relación a la influencia social de la información, o de cómo un contenido activo es respaldado por otros. Tiene que ver con el fenómeno psicológico por el que la gente asume que las acciones de otros reflejan un comportamiento correcto para una situación dada. Ese: «Otros sabrán más.»
El ejemplo clásico: vas paseando por la calle y ves una fila larguísima de gente saliendo de una tienda. Lo primero que piensas: “si está esa fila, es que hay algo bueno, o gratis, o interesante ahí dentro.” Incluso puedes ponerte a la cola sin saber el motivo de la misma.
Un ejemplo en redes: El BirraSeries. Vale, y la lógica publicitaria de Facebook basada en las recomendaciones (“Más de un millón de personas usaron esto”) que ahora se traslada a personas del círculo social del usuario.

3. Efecto Bandwagon: conocido como ‘efecto arrastre‘.  Wikipedia lo define como el «efecto de la moda de subirse al carro, relacionado cercanamente al oportunismo.  Es la observación de que a menudo las personas hacen y creen ciertas cosas fundándose en el hecho de que muchas otras personas hacen y creen en esas mismas cosas.» ¿No creéis que Twitter muchas veces funciona bajo este efecto?

Rescatando la cita que abre este texto, la comunidad de seriéfilos ya estaba latente desde hace mucho años, y es ahora cuando las redes sociales la han sacado a la superficie, en todo su abanico de targets, para terminar por refutar estos conceptos relacionados con la ‘inteligencia colectiva‘. Una comunidad en la que que sólo en un pequeño pero creciente porcentaje, se puede hablar de ese proceso ‘arqueológico’ de exploración en los nuevos universos narrativos que se expanden en distintas plataformas.

No he querido entrar a fondo en el tema del fandom, aunque es un aspecto importantísimo que aún tiene mucho recorrido pendiente en nuestro país (bien: ejercicios como el de Canal+ con ESA serie que lo pedía a gritos; mal: seguir excusándonos en el tamaño de un mercado que no permite experimentos). Tampoco he mencionado el ecosistema de los blogs – que asumieron en su momento para las series el papel que en el cine se adjudicó a críticos y periodistas – aunque les adjudico buena parte de la culpa de que hoy día la popularidad de las series de televisión.

Las series del espectador

Dejando atrás la cuestión de si todas las series son enteramente susceptibles de un ejercicio de producción transmediática (en su ejercicio narrativo, no en la práctica promocional) nos encontramos en una era en la que se están poniendo en entredicho conceptos que hasta ahora formaban parte de la lógica en el consumo de series de televisión: como el concepto de cliffhanger o spoiler. Y hemos visto también el resurgir de otros como binge watching además de nuevos jugadores en el panorama de la ficción internacional. Además, hemos sido testigos de situaciones inéditas, como series canceladas que han sido resucitadas por estos nuevos players, dando la vuelta al status quo y forma de hacer de la industria actual. I love this game!

Y de eso precisamente hablamos en Málaga: nuevos juegadores, nuevo reparto de cartas. No olvidemos que la oferta suele venir acompañada de una demanda, y ahí es donde está la oportunidad de marcar el camino.La estrategia a nivel de contenidos y promoción de gigantes como Amazon, NetflixHulu o Yahoo está al mismo tiempo siguiendo y transformando la forma de consumir contenidos. Dieron el poder al consumidor y presentaron una oferta en la que la calidad no estaba reñida con el concepto de ‘tarifa plana’ para fomentar una tipología de consumo presionada por la exigencia, la inmediatez y, por qué no, también la impaciencia.  Y conste que no hablo de la mera distribución de contenidos (todos sabemos lo que tenemos en España), sino de la concepción -producción- de los mismos desde ese enfoque y la inversión en el mismo. Hablo del conocimiento del usuario, del estudio milimétrico de su consumo y su organización social dentro de comunidades de consumo.

En este panorama actual, hay que poner el ojo también en el auge del formato miniserie, que no es más que un indicio de la evolución que las propias series de televisión están sufriendo en su camino por adaptar historias al consumo de quienes las demandan, y que hace sombra a la maquinaria cinematográfica superviviente gracias a refritos y grandes maravillas aisladas. No son pocas las voces que defienden que las mejores historias se están contando en televisión. Ese claim en parte premonitorio que venía a decir ‘It´s no TV, It´s HBO‘ ya resulta redundante.

¿Y en España? Aunque hace referencia a la televisión americana, recojo una de las muchas citas que nos dejó el compi Diego del Pozo (responsable de I+D Ficción de Atresmedia) en la mesa redonda del BirraSeries, cuando afirmó que «las cadenas (americanas) en abierto se han dado cuenta de que el público se ha acostumbrado al formato que da el cable. La gente quiere una ficción y ellos están haciendo otra«. ¿Es replicable a la situación actual en nuestro país? ¿Estamos ofreciendo algo que no se demanda? ¿Qué dice al respecto la audiencia de ‘El chiringuito de Pepe‘? ¿Hay más de un público de series? ¿Deberíamos ofrecer un tipo de serie a cada target concreto? Esto choca de pleno contra el establishment de audiencias. Ergo habrá que buscar otra medición que haga justicia este nuevo panorama.

Para terminar, recojo otra frase que no pretendía resumir el coloquio, pero sí terminó por describir muy bien la situación actual: «El reto es captar a ese espectador que no quiere pagar«. Y atrapan las historias, pero también cómo se cuentan. No sólo los creadores del contenido tienen que subirse a la ola, sino también los distribuidores del mismo tienen que atreverse a surfearla.

 

Imagen: propia.

@lopezchema