Antes de nada, creo conveniente aclarar el título y la exposición que voy a realizar. A pesar de que voy a utilizar el masculino genérico, entiéndase que por ‘huevos’ me estoy refiriendo a todo tipo de genital masculino o femenino. Y es que a todos, alguna vez, nos han tocado los huevos, tengamos testículos, o no. Por supuesto, también, con ‘los’ tocahuevos voy a referirme a todas las personas, hombres y mujeres, porque el tocahuevismo no entiende de géneros.

Esta es la causa por la que he decidido estrenarme en este magnífico blog, plagado de grandes profesionales, tratando de analizar y llegar a alguna conclusión clara sobre el tocahuevismo, puesto que es un fenómeno que aparece con cierta recurrencia, y rara es la vez en la que sabemos cómo actuar con decencia o aprovecharlo para sacar algo de valor. Vamos a ello.

Lo primero, creo, debe ser anotar que siguiendo las ‘Leyes de la estupidez humana’ de Carlo M. Cipolla, los tocahuevos están distribuidos de forma equitativa entre todos los grupos sociales y están dispuestos de tal forma que siempre topes con alguno. Es imposible escapar de ellos. De hecho, es probable que ya estés pensando en una cara concreta, pero si haces memoria, seguro que has topado con muchos más. Tal vez en tu familia haya uno, o en tu empresa, o en tu clase o en el bar en el que desayunas. Valga, eso sí, la pena decir que si, en este recorrido mental, no has encontrado a ninguno, lo más probable es que el tocahuevos seas tú.

Nada más lejos de mi intención está insultar al afable lector que ha decidido dedicarle unos minutos a leer este post. Por eso voy a intentar quitarle la connotación peyorativa al concepto que aquí nos atañe.

 

El buen y el mal tocahuevos:

Sí, existe un buen tocahuevismo, y tenemos mucho que aprender de él. Porque, como perfectamente describe José Antonio Marina en su ensayo ‘La inteligencia fracasada’, lo relevante no es si eres un tocahuevos, o no, sino el uso inteligente o estúpido que decidimos hacer del tocahuevismo. Así, podemos clasificar dos tipos de tocahuevos, como ya anticipaba el título de este apartado:

  • El buen tocahuevos: es aquel que usa el tocahuevismo para dar cauce al pensamiento crítico. He aquí el leitmotiv de este post. Entraremos de lleno un poco más adelante. Sí es obligatorio decir que, a estas personas, son a las que tenemos que reconocer y apreciar. Tanto cuando lo practican con ellos mismo, como cuando lo practican para con otros.
  • El mal tocahuevos: es aquel al que usa el tocahuevismo. El tocahuevismo le usa a él, y no al revés. Es decir, no es capaz de controlarlo como una habilidad que pueda poner en práctica. Una buena traducción podría ser la de ‘Stopper’. Yo lo suelo identificar cuando más de una respuesta en un diálogo comienza con: “No, + respuesta que refleja que no te ha escuchado ni una palabra”. Hay veces que (esto es real) me han llegado a contestar: “No, pero [la misma, idéntica, frase que había pronunciado yo antes]”. En fin… No entraremos en el estudio de este tipo de personajes porque creo que hay poco aprovechable en ello.

 

El pensador crítico A.K.A. el buen tocahuevos:

Podríamos definir el Pensamiento Crítico como un proceso que nos permite analizar, entender y evaluar la forma y fondo de hechos o afirmaciones que en la vida cotidiana suelen aceptarse como verdaderas. Y qué mejor que hacer(se) preguntas incómodas para analizar, entender y evaluar un suceso concreto, ya sean datos, guiones, ideas, estudios o cualquiera que sea el ámbito de trabajo del lector.

Ahora es buen momento para volver a mirar la foto de cabecera con detenimiento y apreciar todos sus matices. Desde luego no ha sido elegida por casualidad. El dichoso personaje ejemplifica perfectamente la idea que quiero transmitir. En la mitad superior refleja el rostro hasta del mismísimo ‘Pensador’ de Rodin, mientras que con la otra mano disfruta tranquilamente de una buena tocada de genitales (desconozco el género del mono). Entiéndase el sentido figurativo, por favor, pero este es, sin duda, el detalle que le falló a Rodin al realizar su espléndida escultura, pues este es, creo, el mejor método para comenzar a pensar.

 

Las herramientas del buen tocahuevos:

Este tipo de habilidad no se pone en marcha de forma autónoma. Por eso se arma de preguntas. Cuestiones y datos alternativos, aparentemente sencillos, que esconden mucho y nos permiten ampliar el escenario de análisis y comprensión. Algunas de estas pueden ser: ‘por qué…’, cómo lo podría traducir, ‘qué significa…’, ‘qué aporta…’, ‘qué representa…’, ‘qué quiere decir…’, y vuelta a empezar. Una y otra vez hasta haber desgranado al completo el hecho que queramos analizar, entender y evaluar. Es en este proceso de deconstrucción y reconstrucción de la idea y sus isomorfismos en el que nuestra creatividad se pone en marcha.

 

Los grandes enemigos del buen tocahuevos:

  • Los prejuicios: el gran enemigo. Los prejuicios son una herramienta natural del Homo Sapiens para poder hacer un gasto energético menor derivado de la actividad mental. Por eso creamos pequeños atajos sinápticos que tantas veces juegan malas pasadas cuando queremos analizar y evaluar en detalle una situación.
  • Las prisas: el Pensamiento Crítico no es algo que vaya de la mano de emplear una gran cantidad de tiempo, pero es seguro que la rapidez se coge con la práctica. En las primeras instancias tendremos que hacer un hueco en la agenda para permitirnos ponerlo en marcha con más detenimiento y, poco a poco, ir ganando agilidad.
  • La pragmática: básicamente porque es el escenario en el que se unen los dos enemigos anteriores. Buscar la cara práctica y evidente nos obliga a ir deprisa y basar nuestra actuación en prejuicios.

 

Tocahuevos ilustres:

Claro, no fuera nadie a pensar que esto del tocahuevismo es un invento actual. Este tipo de actitudes se han repetido a lo largo y ancho del planeta desde que el humano lo puebla. Una pequeña muestra:

  • Sócrates era un gran buen tocahuevos. El método socrático, basado en la ironía y la mayéutica, era por definición tocahuevos, tanto era así, que lo enjuiciaron, y acabó muriendo, por esto mismo. Sin duda es una pena el destino al que sucumbió, pero ¿a quién no se le ha pasado por la cabeza, alguna vez, ajusticiar a un mal tocahuevos? Pena que los ejecutores no supieron discernir entre unos y otros. 
  • Nietzsche era un buen tocahuevos: analizó, entendió y evaluó los dogmas de la moral cristiana. Otro al que tampoco le salió barata la jugada ganándose la enemistad de muchos de sus coetáneos.
  • Marx era un buen tocahuevos: también le costó la cárcel, el aislamiento social y la pobreza, pero sus ideas siguen definiendo gran parte de la actividad cultural y política de hoy en día.
  • Banksy es un buen tocahuevos. Sus pinturas y graffitis demuestran una comprensión más allá de la habitual de una realidad concreta.

Como conclusión, los grandes personajes de la historia, más allá de los que aquí se muestran, que han fraguado su actividad en el ámbito de las ideas, la creatividad y el arte han sido buenos tocahuevos. Está demostrado que es una habilidad que, lejos de hundirnos, nos impulsa como creadores.

Ahora, si me lo permitís, os voy a tocar los huevos yo. Con permiso.

Si este post no os ha parecido suficiente, dejo aquí una pequeña tocada de pelotas, para empezar a poner en práctica estas habilidades:

2, 10, 12, 16, 17… ¿Eres capaz de continuar con la sucesión de números?

Si te animas con el reto, puedes dejar tus respuesta en los comentarios o vía redes sociales. La solución también la podrás encontrar en mi próximo post. Pista: en el propio texto (párrafo 11) se encuentra el camino que debe seguir el que lo quiera resolver.

 

Gracias por leer hasta aquí 🙂

Si quieres tocarme los huevos en Twitter, puedes hacerlo a través de @jjmestrep 

Y también puedes hacerlo con Innovación Audiovisual a través de @InnovacionAv