Así es y así trabaja un youtuber.

Primero, las presentaciones. Jordi Wild, youtuber, más de 2’5 millones de suscriptores en su canal, 292 millones de visualizaciones de su vídeos a fecha de hoy, uno de los youtubers que más ha crecido en seguimiento en el último año.

Una estrella.

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Sí, una estrella. Una estrella transmedia: que tiene su propio canal de televisión, que hace publicidad, que pincha música en fiestas privadas para sus fans y que llena pabellones. Eso es lo que ha sucedido recientemente en el Club Media Fest, celebrado en Chile y Argentina, donde Jordi Wild fue invitado junto a otros youtubers españoles como Rubius, Mangel, Vegetta o Willyrex. Una gira con fans entregados, asedio a las puertas del hotel, firma de autógrafos y baños de masas. No hablamos de unos pocos cientos, hablamos de varios miles. ¿Podríamos imaginarnos a Jorge Javier Vázquez, Arturo Valls o a Matias Prats, estrellas mediáticas también, desempeñando ese papel?

Desde hace unos meses estoy trabajando con Jordi Wild en uno de sus proyectos paralelos y he hablado con él para conocer cómo es el mundo de un youtuber: cómo es su forma de trabajar, sus estrategias, sus expectativas y, sobretodo, cuál es su papel en el tablero de juego de la creación de contenidos.

Si ellos lo hacen , ¿por qué yo no?

Para Jordi Wild todo empezó hace apenas dos años, en 2013. Cansado de buscar una oportunidad como actor y después de patearse decenas de castings, un día vio por casualidad los vídeos de Mangel y El Rubius. Le gustaron, le parecieron divertidos. También le fascinó su capacidad de convocatoria y su éxito. Y se hizo una pregunta. La pregunta: “Si ellos lo hacen, ¿por qué yo no?”.

El paso de lo analógico a lo digital ha puesto en nuestras manos no solo los medios de producción también los medios de distribución. Si alguien puede, todos pueden. Y, además, se puede vivir de ello. Jordi Wild vio la posibilidad y empezó a colgar vídeos. Según él, los primeros trabajos que compartió en YouTube no estaban a la altura de lo que esperaba, ni en calidad ni en visitas. No es tan fácil triunfar con el yo-también-puedo-hacerlo. En esos vídeos se mostraba rígido, serio, poco espontáneo. Era aún un personaje en busca de autor. Pero duró poco. Medio año después, en cuanto se liberó de ataduras y clichés y encontró su estilo, su popularidad fue subiendo. El boca a boca hizo una parte, participar en foros, otra, alguna pequeña incursión en el spam “ligero”, otra más. Sin embargo, estamos hablando de un medio que no es amigo de estrategias de marketing. YouTube es anárquico. La oferta es tan variada que no es fácil dirigir al espectador a donde uno quiere. Por eso, si Jordi Wild empezó a ganar suscriptores para su canal fue por el único motivo por el que un youtuber lo consigue: porque gusta. Y si gusta es porque lo que hace le gusta a él. La clave.

 “Un colega a distancia”

Aplicar hasta el límite la libertad creativa es una de las claves para que el espectador se detenga en tu canal y no en otros. Jordi Wild es consciente de que la tarta de YouTube no es tan grande como parece, hay una oferta inmensa y muy consolidada y, o eres muy especial o ya no hay hueco para ti. Tener una relación directa con tu público es otra de las claves. No para darles lo que quieren sino para que ellos sepan quién eres y tengan claro qué es lo que vas a compartir. ¿Imagen de marca? Sí, pero natural, auténtica, no prefabricada. Espontánea.

Nos enfrentamos a dos elementos que en los medios tradicionales hace tiempo que no están en primer término, si es que alguna vez lo estuvieron: la libertad y la cercanía. Y funcionan porque proporcionan a su autores audiencias millonarias que, además, se producen de manera acumulativa y continua. La libertad y cercanía hacen que los estrenos no se limiten a un momento temporal, no tengan solo carácter de evento, y sean las ideas de “un colega a distancia” las que entran en acción. Son contenidos que se instalan en el canal y se perpetúan para crecer sin límite, hasta que su propio ciclo, si lo tiene, lo entierre en una lista de reproducción. Hablamos de contenidos que igualan la noche que pasamos con nuestros amigos o el chiste que escuchamos el otro día en el bar. Libertad y cercanía son armas que los medios tradicionales ya no tienen. Pertenecen a otros creadores que cierto público adora. Y la capacidad de adoración, ya lo sabemos, no es algo infinito. Por eso, solemos creer en una única religión.

Easy made.

Otro de los elementos imbatibles para los medios tradicionales es la sencillez de la producción. Jordi Wild trabaja solo. Un vídeo suyo puede tener dos millones de espectadores pero el trabajo que hay detrás, la gestación de ese material lo ha creado, guionizado, producido e interpretado él solo. En ocasiones cuenta con ayuda de amigos o familiares, pero todo, todo, sale únicamente de sus manos. Un sistema de producción de rentabilidad máxima, no en términos económicos, que son evidentes, sino en agilidad y rapidez. Nadie —ejecutivos, directores de departamentos, jefes de equipo, actores, guionistas—, interfiere en el proceso de producción ni en el creativo. Nadie opina, solo él. La línea de comunicación va de uno a miles. Esto no solo proporciona un control total sobre el producto y sus beneficios. Aumenta también la sensación de cercanía porque el espectador dirige su feedback al único responsable de lo que está viendo, sea para bien o para mal.

El resultado narrativo y visual de este sistema de creación puede ser objeto de cientos de debates. Podemos valorar la calidad en términos broadcast, de gustos personales o escudarnos en abismos generacionales. Lo que queramos. Pero ver determinados contenidos realizados de la forma en la que están realizados conecta con la idea del yo-también-puedo-hacerlo que hace sentir al espectador que puede formar parte de eso que están viendo. Cercanía, otra vez. Proyección y empatía. ¿Cuándo la televisión tradicional dejó de provocar ese sentimiento en el espectador? Nunca, porque nunca le invitó a ser uno de los suyos (por mucho que lo crea John de Mol).

Youtube y marcas, “los árbitros de la contienda”.

A todo esto, hablamos de lo que sucede dentro de la plataforma pero aún no sabemos qué pasa con la plataforma. Y la respuesta es sencilla: nada.

Según la experiencia de Jordi Wild, YouTube no mantiene ninguna relación con sus creadores. Cero. No se comunican, no sugieren, no animan ni felicitan. Sólo aparecen cuando necesitan sancionar. Boots, sexo, violencia explícita o violaciones del copyright son los únicos motivos por los que la plataforma aparece como por arte de magia. Por lo demás, no está ni se le espera. YouTube pone el local y los demás, organizan la fiesta, las fiestas, millones de fiestas. Se trata de proporcionar el espacio y establecer unas reglas del juego mínimas que permitan su funcionamiento. El resto queda sujeto a la auto regulación. Como el capitalismo. Y no es una comparación arbitraria, porque el otro agente regulador de la plataforma son las marcas. No como prescriptores del funcionamiento de la plataforma sino como censores de los contenidos que ellos patrocinan.

Jordi Wild es tentado por las marcas para realizar diversas acciones en su canal. Y, a pesar de que son parte del tinglado, es consciente de que trabajar para ellas supone un mayor control de su creatividad y de que su lenguaje debe ser más políticamente correcto. Hay experiencias positivas y clientes que permiten mayor libertad pero, al final, no dejan de perseguir sus objetivos y estos, muchas veces, no coinciden con el espíritu del youtuber. Ni con los de sus seguidores, target potencial de las campañas. ¿No es esto otro paso más para abrir más la brecha entre unos y otros y ahondar en la falta de cercanía?

Según Jordi Wild, las marcas y los youtubers tienen una buena relación. Ellas les tienen respeto por su capacidad de influencia y ellos las ven como una buena fuente de ingresos. De momento, sin embargo, parece que aún marcan ciertas distancias.

Soy minero.

Para Jordi Wild, YouTube es un trabajo. Cuelga vídeos, como mínimo, tres veces por semana (martes, jueves y domingo). Esta semana de Halloween espera colgar uno diario. YouTube es su ocupación desde que se levanta hasta que se acuesta. Es una labor profesional, su forma de vida. Es un trabajador, como cualquier otro, un currante de los medios. Pero diferente. Ya no hablamos del salto del trabajo fijo de nuestros padres al trabajo volátil —free lance, lo llaman ahora— que nos ha tocado vivir a nosotros. Hablamos de estructuras vs individuos. De estrellas que viajan solas, que, sin nadie a su alrededor, consiguen lo mismo, o más, que las grandes (o pequeñas) estructuras de producción audiovisual: llegar al público y entretenerle.

Al final, solo queda una pregunta: ¿hay tarta para todos?

@ramontarres