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Que muchas historias ya no comiencen por ‘Érase una vez’, sino por ‘Un estudio afirma que’ es un síntoma del tiempo en el que nos ha tocado narrarlas. Un tiempo en el que el creador de historias definitivo aprende a conjugar el moneyball de los datos (soportes, pantallas) con las técnicas más artesanas del storytelling. Y en televisión, todo se magnifica.

Hablando de tiempos, me tomaré el mío en este primer texto para sacar a pasear algunas ideas y reflexiones sobre este escenario actual que hemos denominado televisión social, bocetando algunas de las características que lo definen. Quizá se perciba un aroma escéptico en algún punto, pero está perfectamente medido para buscar la réplica de mis compañeros. Un trabajo sucio, pero alguien tenía que hacerlo.

La hipérbole que vende titulares, clics y dinero.

Por un lado, manejamos muchísima información y somos conscientes que posicionar la propia, al menos a corto plazo, depende en cierta medida de las cuatro o cinco palabras que encabecen una noticia o conferencia.
Hablad bien o mal, pero hablad de ella” nos decía Paolo Vasile hace unas semanas en la presentación para el BirraSeries de la nueva serie estandarte de su cadena. Y es que, a raíz de los últimos fracasos en parrilla, el consejero delegado de Mediaset España sigue muy de cerca el proceso creativo y es quien da el último visto bueno a cualquier serie que tenga previsto aterrizar en su parrilla.

Un síntoma de esa primera etapa de una convergencia digital que estamos viviendo (¿dónde leí el símil con las placas tectónicas?) en el que vamos entendiendo poco a poco sus implicaciones, y la convivencia de dos formas de entender el presente de la industria: centralización versus pensar de forma distribuida.

Además, esa hipérbole también presenta otros síntomas como el ‘virus de lo viral’ que describía @antoral, o el fenómeno que se sucede con la repetición masiva de informaciones que terminan por encumbrar medias verdades o, directamente, falsedades. Ni Obama escribió ese tuit sobre ‘House of Cards’ ni Walt Disney está criogenizado. Y por supuesto que Belén Esteban tiene un community manager. Y por mucho que aupemos la cuota de mercado de las Smart TV, un porcentaje altísimo aún no se ha conectado a internet nunca. No por decir que ya estamos, estamos.

¿Cuánto tiempo llevamos leyendo esquelas sobre la muerte del consumo tradicional de televisión? Y ahora atribuimos su repunte a la sinergia con una red social minoritaria – teniendo en cuenta el total espectadores –, pero extremadamente mediática: Twitter. Entendida como ‘el futuro del second screen’, cuando en realidad sólo es quien mejor está posicionada hoy día.
Con esto, como con todo, Nihil in aeternum est. Y menos en este apeadero de segundas pantallas en el que las aplicaciones de mensajería ya afilan colmillos. Algunas son startups y otras provienen de grandes compañías, pero todas ellas parecen trabajar según aquello que clamaba Marisa Meyer durante su etapa en Google: Los usuarios por encima del dinero. Trabajemos por aumentar usuarios, los beneficios vendrán después.

Algo que ha venido haciendo Whatsapp (450 millones de usuarios mensuales activos), Kakao Talk (más de 100 millones de usuarios registrados), Line (más de 350 millones de usuarios) o WeChat (272 millones de usuarios activos mensuales), primera en plantar cara a las redes principales sociales gracias a su alianza con el programa ‘Big Brother’.

El presente de la televisión

Creo que hay muchos presentes para la televisión. La eficacia del binge watching en algunos productos – pero sobre todo en algunas plataformas irá conviviendo con el consumo lineal. El despliegue tecnológico, técnico y estratégico alrededor del contenido tiene que adaptarse al mismo y, en ese punto, me ayuda distinguir dos categorías: contenidos en tiempo real (películas, series, documentales) y contenidos en directo (deportes, reality shows). Los segundos más dependientes de la realidad temporal de su emisión, mientras que los primeros pueden desarrollarse en una atemporalidad, sorteando spoilers, gracias por ejemplo a plataformas como el Social DVR.

Ahora al parecer nos dividimos en Mesh o Stacker. Vemos más televisión que nunca y acumulamos más dispositivos activos durante su visionado, aunque el uso de los mismos no está relacionado. O lo que viene a ser lo mismo: esa abuela que hacía ganchillo mientras veía la televisión también era multitasking. Así que antes de lanzarse a la aventura en busca de patrones de fidelización a través de contenidos, queda pensar qué está demandando el espectador. Quizá no todo tiene que ser transmedia. Y no todas las series o productos audiovisuales tienen que tener un universo más allá de esa experiencia única de visionado y la infinitud de mundos interiores que lo degustan. Quizá no todo tiene que ser branded content. Quizá el concepto ‘television everywhere‘ no sea tan inminente, ni tenga sentido en la televisión, contenidos y hábitos de consumo que conocemos hoy día. Y ese es uno de los problemas: hablar de el futuro de la televisión o la nueva publicidad en estos términos exclusivos, lleva a la comparación. Y hoy día se hace también muy buena publicidad convencional, se producen magníficas series de televisión sin intención alguna de extender y abrir su universo en otras plataformas etc.

Quizá las love marks sean los padres.

Porque en ese ecosistema loco de tableros y jugadores, se clava en mi cabeza un apunte que Jeff Jarvis (¿Y Google, cómo lo haría?) que destacaba como principal diferencia genética entre Yahoo y Google la obsesión del primero en convertirse en un destino, y las miras del segundo por llegara a ser un significado. Yahoo se jacta de llevar gente donde ellos quieren que vayan. Google busca la manera de llevarte donde tu quieras ir. ¿No es un magnífico punto de partida para la reflexión?

Y es que antes que la eficacia estratégica de los micro contenidos (por cierto, ¿no había nacido para esto la TDT en España?), está el conocimiento del usuario. Una ciencia que se está desarrollando en todos los campos (recomiendo leer sobre el wearable computing), y que en el aspecto audiovisual requiere siempre una mención especial a Netflix: ha marcado como una de las principales ventajas de su servicio frente a Amazon la construcción de la plataforma a sí misma en tiempo real, con base en los datos de comportamiento de sus usuarios.

Así que quizá el objetivo sea convertirse en un significado, vencer el cortoplacismo de ser un destino y dejar de pedalear sobre nosotros mismos. Las mayoría de las marcas podrían desaparecer de la faz de la tierra de un día para otro y no pasaría nada. Estamos en la periferia, y tenemos que pedir permiso para entrar.

Y para todo esto es necesario primero comprender lo que tenemos entre manos, ya que otra característica de este tiempo es ese debate sobre los límites que se mantiene latente en varios frentes. Uno de ellos justo en la línea de flotación de la red de redes: los enlaces. Aunque hay otros, como el que hace referencia a los límites de la creación: hasta que punto los espectadores pueden entrar a ese juego, y hasta que punto es beneficioso para el producto.

Lo que entendemos como socializar en tiempos de convergencia

Aunque la mayor paradoja de todo esto que estamos viviendo es quizá ese campo magnético de acepciones alrededor del concepto ‘social’, que se atisba desde varias perspectivas. Una, por ejemplo, es la que hace alusión a un aspecto más técnico o especializado al confundir conceptos como: “marcas más sociales” con “marcas con más seguidores”. Y así con todo. A este paso, dentro de unos años, la Responsabilidad Social Corporativa se llegará a entender como la obligación por parte de las marcas de abrirse perfiles en redes sociales.

Una segunda perspectiva de esto, y sin duda la más importante, hace referencia al factor humano. A si realmente estamos fomentando la socialización, si trabajamos por potenciar la amistad o la disponibilidad – que no es lo mismo – cuando alabamos las infinitas ventajas de un consumo tecnológico responsable.
A si cuando, por ejemplo, leemos: “Crean una carcasa especial de Smartphone y Tablet para ducha” y pensamos en lo práctico que resulta, no deberíamos pensar más bien qué necesidad tengo de ducharme con el móvil.

Y en relación a esto, ya para concluir, me gustaría destacar la única idea útil con la que me quedo del último iRedes. En una ponencia sobre relaciones online y conversaciones offline, Álvaro González Alorda destacaba 7 actividades “en modo avión” para conectar con los demás: nadar, cuidar, enseñar, colaborar, jugar, rezar y conversar. Viralizadlas.

Foto: bass_nroll

@lopezchema