¿Cuántas veces al día la palabra proyecto circula en nuestro lenguaje cotidiano?

Mi reflexión en este artículo se da en torno a este término que empleamos hoy como pretexto para cualquier conversación.

Hace unos días tuve la oportunidad de dar una conferencia sobre la “Educación basada en Proyectos”, o lo que hoy se conoce en el medio educativo como Proyect Based Learning (PBL).

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Para los que no están familiarizados con el término, el “Aprendizaje basado en proyectos” es un método pedagógico el cuál tiene como finalidad centrar el aprendizaje en el alumno al integrarlo en problemas reales  para lograr que en el proceso de construcción, el estudiante se motive, participe, movilice sus conocimientos previos, adquiera nueva información,  al mismo tiempo que desarrolla su capacidad de análisis, síntesis,  pensamiento crítico y habilidades de comunicación y de colaboración, impactando fuertemente en su desarrollo emocional y social.  pbl 

Al estar preparando esta charla, la palabra dio un millón de vueltas en mi cabeza, pues el acotar esta metodología a un mero proceso de aprendizaje me percaté que la palabra en sí encierra un místico significado en la actualidad.

Esta dichosa palabra encierra todo un proceso que puede compararse con la construcción de un sueño en la sociedad a la que pertenecemos.

Basta con escribir en “Google” la palabra “proyecto” y encontrarnos con una lista interminable de sitios que nos muestran todo tipo de giros comerciales, causas sociales, estrategias educativas, trabajos colectivos, arte, diseño, cocina, moda, psicología, animales, medicina, manualidades en todos los formatos, lenguajes, colores y sabores.

Partiendo de la definición de la palabra Del lat. proiectus ‘proyectado’ DEFINICIÓN RAE encontramos que definitivamente la palabra aplicaría  para cualquiera de estas situaciones.

1. adj. Geom. Representado en perspectiva.

2. m. Planta y disposición que se forma para la realización de un tratado, o para la ejecución de algo de importancia.

3. m. Designio o pensamiento de ejecutar algo.

4. m. Conjunto de escritos, cálculos y dibujos que se hacen para dar idea de cómo ha de ser y lo que ha de costar una obra de arquitectura o de ingeniería.

5. m. Primer esquema o plan de cualquier trabajo que se hace a veces como prueba antes de darle la forma definitiva.

Lo interesante del tema, desde mi punto de vista, es que muchos hablamos hoy de un proyecto como una meta, una idea o como todo un conjunto de ideas que deseamos lleguen a ser realidades. Pero, ¿Cuál es el destino final de estos tan mencionados proyectos? ¿Se materializan estas ideas para lograr cumplir esas metas?

A la vuelta de la esquina se gestan muchos proyectos de diversos tipos, se preparan, se idealizan, se tejen entre realidades, sueños y pronósticos, pero pocos de ellos aterrizan,  y si en algunos afortunados casos estos llegan a su término se continúan autonombrándose  “proyectos” sin importar que estos planes no son ya un “primer esquema o plan que se hace a veces como prueba antes de darle forma definitiva” (como lo dice la definición de la RAE).

Esto nos da una idea de como esta palabra corre entre nuestras conversaciones cotidianas sin una idea clara de su significado, pero mas allá de eso sin una precisión en lo que queremos lograr con esta ilusión de crear algo que se aloja en nuestra mente.

Si bien, existen metodologías para lograr estructurar “proyectos” de índole profesional, se toma a la ligera la posibilidad de concluir un plan, probarlo y emprender uno nuevo. Creyendo que al tener un “proyecto” en mente,  este nos convierte automáticamente en grandes emprendedores pertenecientes a esta generación.

Un proyecto necesita gestionarse en el marco de la realidad, y no como sinónimo de un sueño.

Hoy todos tenemos un “proyecto” en nuestras manos, y desde niños aprendemos a utilizar esta “mágica palabra” para poner un nombre a lo que imaginamos o lo que deseamos lograr.

Faltaría entonces compartir y difundir las fórmulas y estrategias que formarían la segunda parte de la historia: la manera de tener una obra terminada, de mantenerla y de seguir construyendo con solidez.  Pues, a veces pensamos que los recursos son la única obstrucción a la realización de estas metas.

Aprender, aprovechar y compartir no solo las estrategias de los grandes proyectos concluidos sino comenzar a idear desde un producto final y desde ahí reconocer la viabilidad de nuestras ideas y la puesta en escena de nuestra infinita creatividad.

El mundo digital nos ofrece esta oportunidad, hoy podemos poner en marcha cualquier idea, pero es necesario una estructura, una arquitectura en la cual se confeccionen ideas,  experiencias, disciplinas, puntos de vista y herramientas que sirvan como bases sólidas para esas construcciones.

El éxito de cada proyecto, plan, idea o sueño sin importar si es una metodología para lograr aprendizajes en el aula (como en el caso de la  ponencia que tenía que preparar), los planos de un edificio, un programa de investigación o un videojuego de realidad aumentada, radica en la comunicación, en las conversaciones, en la interacción y en la definición de metas reales y comunes, pasando por el desarrollo de una serie de habilidades que son necesarias en este siglo 21. APRENDIZAJE POR PROYECTO 2016.009.jpeg

Sea el fin que sea, la edad que se tenga o las intenciones y las posturas ante la trama de estrategias y sueños que signifiquen un proyecto, hoy son alcanzables gracias a este mundo virtual en el que la participación y la aportación colectiva contribuyen a crear redes infinitas de aprendizaje al cual hoy pertenecemos todos.