Hoy es 26 de abril. O no, pero me vale para este ejemplo. Mi madre cumple años y se me ha pasado…una vez más. Le encantan los claveles. Rojos. De siempre. Las pocas veces que me acuerdo le regalo un ramo de claveles rojos. No son unos claveles rojos cualquiera…son únicos. No tengo ni idea de porqué, pero sólo se pueden comprar en la floristería de mi amiga Susana. Ningún sitio más que yo sepa los tiene igual de perfectos.

claveles

Concha, mi cuñada, suele tener mejor memoria que todos los hermanos juntos (suele pasar, ¿verdad?) y, además, es bastante más responsable que los demás. Ella ha pensado: “es el cumpleaños de mi suegra y sus hijos no se han dado cuenta”. En mi Whatsapp he recibido un mensaje suyo: “espabilad huevones, es el cumple de vuestra madre”. Al ver el mensaje, he pensado las palabras “mamá” y “cumple” y nada más. Al poco, mi madre ha recibido en el salón del restaurante de Plasencia donde felizmente lo celebra con mi padre, su ramo de claveles rojos perfecto.

Hasta ahora sólo hemos podido usar algunos sentidos para transmitir órdenes precisas a los diferentes interfaces con los que nos hemos ido relacionando. En realidad habría tres grupos de sentidos, los que sólo reciben: ojos, oído, olfato y gusto; los que dan: voz (¿es la voz un sentido?) y apariencia física (recursos biométricos: huellas, retinas…) y los que dan y reciben: tacto. Esta limitación para expresarnos limita claramente al ser humano a tener que relacionarse con los objetos a través de toda esa serie de dispositivos artificiosos y poco amables para muchos como son los ordenadores o los smartphones.

En el ejemplo anterior, para todo ese desarrollo de e-commerce, deberían haber sucedido cosas como usar un smartphone para ver el WhatsApp, entrar en la web para encargar el ramo o localizar delictivamente a mi madre con la app “buscar mi iphone”. Todo esto nos parece muy sencillo, y lo es. Sin embargo, existe o va a existir la posibilidad de facilitarlo mucho más y abrir con ello la puerta a un escenario jamás pensado, el que posibilitará poder interactuar con las máquinas mediante el pensamiento. Ondas cerebrales. Este es el camino.

Mis alumnos son conscientes de mi insistencia con dos míticos vídeos TED que en mi sembraron suficiente desasosiego como para indagar en estos temas. Uno, el de Pranav Mistri, el “El emocionante potencial de la tecnología SixthSense” y el otro, el de Tan Le: “Una diadema que lee nuestras ondas cerebrales” que narra las primeras experiencias con ondas cerebrales.

En realidad, sobre estas ondas, hay bastante experiencia ya. De la misma forma que con el sistema de codificación de impulsos modulados (PCM) somos capaces de cuantificar la onda continua que es la luz al entrar en la cámara de vídeo y convertirla en código, comprimirla y almacenarla, parece lógico que las ondas electrónicas con las que se comunican entre sí nuestras neuronas también pueden ser recogidas y establecidas en forma de patrones reconocibles. Sólo hace falta entrenamiento del sistema, potencia de proceso y tiempo, tres variables que con el tiempo serán despreciables una vez más.

Así, volviendo al ejemplo anterior, al recibir el mensaje de Concha, pensé “Mamá” + “Cunple” y todo el proceso se puso en marcha sólo. Un sistema cercano a mí (no necesariamente un móvil) ha recibido el patrón de ondas cerebrales que relaciona esas dos palabras con una consecuencia previamente programada: localiza a mi madre, avisa a la floristería de Susana para que lleven un ramo de esos claveles rojos tan especiales a donde esté a las 14:30. Carga el importe del pedido a mi tarjeta de crédito habitual. Envíame un mail de confirmación. Envía un Whatsapp de agradecimiento a mi cuñada Concha.

Así las cosas, creo que hay cuatro espacios de interacción posibles entre humanos:

Humano-Sentidos activos/Sentidos receptivos-Humano. Este es el más conflictivo, pero el más fácil de ejecutar. Tiene un problema grave. Necesita de coincidencia espacio-temporal con el interlocutor lo que lo relega a ocasiones muy concretas.

Humano-Interface/Interface-humano. Es muy interesante porque apenas genera conflictos (se me viene a la cabeza un chiste fácil con Windows). Desde hace relativamente pocos años es sencillo de usar. No necesita de coincidencias espaciales ni temporales. Pone en valor la teoría de que las nuevas generaciones pueden estar a varias cosas a la vez (multitask) y los viejos a una sola: ellos atienden varios chats de WhatssApp a la vez mientras conversan contigo, en realidad conversaciones simultáneas, son perder por ello atención a ninguna. Yo, debo parar todas mis máquinas para atender a un solo mensaje entrante.

Humano-Ondas cerebrales/Interface-humano. El descrito en el ejemplo del regalo. Un patrón de pensamiento genera una acción completa.

Humano-ondas cerebrales/Ondas cerebrales-humano. Aquí viene el lío. Que yo sepa, y siempre suponiendo que los chicos del MIT no hayan sacado nada nuevo esta misma tarde, hasta ahora no hay forma de hacerle llegar al cerebro otras ondas cerebrales para ser reconocidas por este como tales. Es decir, puedo descifrar lo que me dice el cerebro, pero no puedo hablar con él más que con los niveles anteriores, siempre a través de un interface.

Soñando, y aprovechando que este blog es también eso, un espacio para los sueños y para las quijotadas, si esto llegase a pasar podríamos pensar por poner algún ejemplo:

Programación informática con el pensamiento. Un grupo de trabajo de ingenieros y diseñadores podría pensar en equipo un producto en poco tiempo, sólo compartiendo y ensamblando conocimiento, ¡¡¡diseño bonito y sin código!!!

Dirección de actores. Por fin podrían saber estos a qué se refieren los directores cuando les piden que no sobreactúen.

Grabación de pensamientos. Para que mis bisnietos supiesen cómo pensaba realmente su bisabuelo sobre determinados temas. Incluso para que los demás podamos saber cómo pensaron grandes personalidades a la hora de tomar grandes decisiones.

Y así, hasta el infinito y más. Perdón por la osadía, pero aún es verano 🙂.