Se oyó el 21 de marzo, equinocio de primavera, en boca de Mark Zuckerberg, creador y propietario de Facebook: “Tenemos la responsabilidad de proteger sus datos y si no podemos, no merecemos servirles”. Se acabó la inocencia: Facebook nos ha vacilado, nos vacila, y nos va a seguir vacilando. Me gusta.

Rewind: mostrar arrepentimiento en público es una práctica disruptiva que vuelve a estar en boga. Lo hacen los ejecutivos japoneses con sus accionistas, los reyes borbones con los elefantes y ahora el Zeus de Facebook frente a los máximos representantes de las Democracias occidentales. El circo de la política de los gestos, en eso consiste el Tour del Perdón de Mark Zuckerberg.  Punish yourself. Una gira mundial que empezó en primavera en el Congreso y Senado americanos y que lo ha llevado hoy mismo, mientras escribo el post, a rendir cuentas frente a los líderes políticos del Parlamento Europeo. Como con las manchas de mora, un circo se tapa con otro.

Mosqueteros todos, y todos a una. Dos gigantes de la civilización actual – los gobiernos por un lado y las grandes corporaciones de servicios digitales por otro- están peleando por un mismo botín: el alma de los ciudadanos del siglo XXI. Son dos universos conectados, pero el Digital crece y se expande más deprisa que el real. ¿Cuales son sus límites?

Dos minutos para un resumen rápido, el de la caída repentina y temporal de Facebook a los infiernos. En marzo se destapa el escándalo de la consultora Cambridge Analytica, que filtró datos personales de 87 millones de cuentas de Facebook, dos veces la población de España. Habían pescado esta montaña de datos personales con anzuelos virtuales cebados de entretenimiento puro, como juguetonas encuestas sobre sexo y otras fruslerías mainstream. Despues convirtieron esos datos en información de valor y la usaron, presuntamente, para llevar a un trompetista blanco y listo hasta la Casa Blanca y, según parece, para condicionar electoralmente el resultado del referéndum del Brexit. Es decir, Facebook se ha usado para cambiar el Tiempo y el Espacio de la Realidad.  Al día siguiente del escándalo la empresa perdió en una sola jornada bursátil 46.510 millones de dólares, el equivalente al PIB de toda Serbia en 2017.  Buf! Todos los datos de este circo son de dimensiones brontosáuricas e invitan, ya desde los titulares, a ser muy apocalíptico respecto al poder real del individuo en el tablero del nuevo mundo digital.

Parte del asunto radica en la importancia que tiene la Data como materia prima de la Economía Digital. ¿Quién extrae, destila, distribuye, vende y consume este petróleo del siglo XXI?.  Me pongo al día en Business Inteligence devorando BIG DATA, eje estratégico en la industria audiovisual, un libro excelente coordinado por Eva Patricia Fernández y escrito por otros 8 autores, varios de ellos cofrades de Innovación Audiovisual.

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TESLA envía un coche al espacio sideral después de que Red Bull escupiera un cosmonauta austriaco hasta la Tierra. Espectaculares tonterias de ida y vuelta que anuncian que la próxima versión del mundo no pertenece a los que tienen ni a los que fabrican cosas, sino a los que mueven cosas. Estamos consolidando una civilización  global de traficantes cuyo único Dios será la Distribución: distribución de paquetes, de energía, de mensajes, de series dramáticas, de vídeos, de citas amorosas, de servicios, o simplemente de datos personales. Los tuyos y los míos.  La brecha digital ya no está en la edad de los usuarios. Como hija del ferocísimo instinto de supervivencia del Mercado, la auténtica brecha digital culminará cuando unos pocos agentes se apropien definitivamente de la UTILIDAD de los datos generados por cada usuario en el uso y disfrute de las TIC.  Tic y Tac, porque es cuestión de tiempo que una raya en el agua separe a las ovejas de los carneros, a los que generen datos aprovechables y a quienes sepan sacarle partido. En términos de poder real el modelo es el mismo de siempre: ricos y pobres, la eterna ecuación, solo que ahora con nuevas variantes tecnológicas y un Océano universal de dígitos binarios en el que navegar, pescar, o naufragar. Con algoderitmo y sin solución de continuidad, pasamos del WATT al Bit, de la máquina de vapor a la electrónica del sopor,  de un Capitalismo salvaje a un Datalismo salvaje, que en un proceso salvaje de sublimación,  convierte al usuario en su propio producto y a los distribuidores en los nuevos emperadores del mundo. Pues eso, sublime.

De Eva Patricia Fernández, la coordinadora del libro citado: “Los datos en sí son inútiles, lo importante es lo que decidamos hacer con ellos”. ¿Y qué hacemos con ellos?  La Data debería ser considerada un bien público de máximo nivel. Es una herramienta eficacísima para encarar horizontes de igualdad de género, de justicia social, de ética económica y de empatía geográfica. Un nuevo «gran igualador», como lo fue el revolver Colt en el Far West o lo son ahora mismo los Smartphones en África. La Data, gestionada desde la ética, es una bomba H para la creatividad y la ingeniería social. Pero no, las fucking rules corren libres en otra dirección:  pensamiento unificado, cultura del Conocimiento frente a sabiduría y, sobre todo, renuncia de la identidad a favor de la simplificación identitaria.

La primera tentación del Big Data es servir de combustible eficaz en la hoguera insaciable del Mercado. Cuando ese ser libre, gozoso y caprichoso que es el usuario digital es percibido como mero consumidor, sus datos personales alimentan la fiesta del Nuevo Marketing, centrada en abrir un nuevo mercado en el único espacio libre disponible que le quedaba al Sistema: el interior del individuo, su tiempo, sus deseos, sus pulsiones, sus miedos. El sistema no necesita saber quiénes somos; le basta saber qué es lo que nos gusta. Más tarde decidirá también lo que nos gusta. Ahora las marcas lo tienen más fácil que nunca: si gracias al Big Data pueden condicionar directamente la Demanda, ¿para qué pelear tratando de posicionarse como Oferta?  Los algoritmos afinan sus predicciones y ya han empezado a decidir por nosotros, primero en las cosas pequeñas, que son siempre la base de las grandes cosas. Netflix te envía al móvil un mensaje amable con la sugerencia de una nueva serie de Ficción solo media hora después de acabar tu última maratón; Amazon te recuerda que tu hija cumple pronto 12 años y que hace 6 meses que no tiene zapatillas nuevas, ¿qué te parecen estas…? En la nueva economía de mercado digital las formas de nuestro deseo -tan caprichoso, tan singular, tan único, tan tuyo, tan mío- se han convertido en una larga cifra de ceros y unos, el más primo de los números acompañado de muchos ceros a la izquierda. Contra lo que pueda parecer, eso significa dinero. A espuertas.

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Mismo escenario para la política, donde la Big Data es capaz de agrupar a los usuarios según perfiles ideológicos y dotarlos de una micro-urna en la punta del pulgar para que toda su acción social como individuo – todo su potencial revolucionario-  se condense en esa balsa de supervivencia básica que es el sofá del salón. Tu sofá. Cuando el usuario es enfocado como ciudadano, sus datos personales alimentan la Fiesta de la Nueva Política y de la Verdad Líquida, cuyas consecuencias parecen aún imprevisibles salvo, tal vez, para Donald Trump y su equipo de campaña. Esto es muy serio. ¿Quién gobierna realmente? Los algoritmos predictivos y las fake news ya han demostrado su capacidad para licuar las instituciones democráticas. Dale a cada uno lo que cada uno quiere oir y llévalos en masa hacia tus etiquetas. La Datacracia empieza empoderando tu dedo pulgar sobre la pantalla del terminal móvil: ya eres el César, y estas Augusto, así que a disfrutar del Circo Máximo.  Hoy la felicidad  es solo un sofá que se ríe, lo mismo que una Sitcom. Contra lo que pueda parecer, eso significa Poder. A espuertas. Esta Democracia líquida, que puede generar y conducir opinión hasta las urnas, es solo la primera batalla de una guerra cruenta por la soberanía del Dato.

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Malos tiempos para la Libertad, nuestro máximo valor contemporáneo desde la Toma de la Bastilla.  La Regulación es la única herramienta disponible para enfrentarse a la voracidad de los grandes Leviatanes desatados, aunque las leyes, reglamentos y directivas lleguen siempre tarde al baile. En junio pasado la Comisión Europea multó a Facebook con 2.420 millones de euros por abuso de posición dominante. Hay economías familiares que no aguantarían esa presión. Al menos, la conclusión de Mark Zuckerberg es esperanzadora: “Confieso que los servicios digitales necesitan regulación, pero poco restrictiva, porque limita la innovación”.

Perfecto porque somos Europa, la mayor institución reguladora del Universo. Mañana, 25 de mayo, entra en vigor el RGPD, el nuevo Reglamento Europeo de Protección de Datos, que matiza y amplía el anterior marco de referencia, una Directiva de 1995, cuando Mark tenía 11 años y faltaba aún 9 para que inventase Facebook. ¿No ha pasado demasiado tiempo durante todo este tiempo?  La nueva normativa europea que va a entrar en vigor aplica la Protección de Datos por principio y obliga a que el usuario consienta y autorice claramente el uso de los datos personales derivados de su actividad en la Red. Estrecha el margen de actuación para el tráfico comercial de datos, pero no lo impide. El tablero de juego es algo más complejo: Europa y sus gobiernos han visto en los grandes players digitales no solo una seria amenaza para sus instituciones políticas; también una fuente de futuros ingresos fiscales calculados, a plazo corto, en más de 5.000 millones de euros anuales.

Solo la inminencia del viernes explica la lluvia de nuevos disclaimer a la que nos están sometiendo esta semana, que  llegan a nuestros terminales en masa, como la carabela portuguesa a la costa de Alicante.  Bandera roja en las playas hasta nuevo aviso. ¿Cuántas autorizaciones para el uso de tus datos has firmado hoy? ¿Cuántas has leído?  Una vez más el lenguaje muestra su faceta más juguetona: ¿sabes lo que significa «DISCLAIMER»?

Nada de qué preocuparse entonces, porque las instituciones encargadas de mantener sana la soberanía del individuo, su integridad como persona o sus derechos humanos básicos,  están ocupadas en controlar,  legislar y  actualizar un marco regulador para el tráfico de datos personales. En eso estaban hoy los parlamentarios europeos cuando, en pleno turno de preguntas a Mark Zuckerberg, el presidente del Europarlamento ha suspendido el evento para que el genio de Facebook no perdiera un avión. Entre las preguntas que han quedado sin respuesta, esta del belgoliberal Verhofstadt: ¿Cómo quiere ser recordado, como un gigante de la tecnología del estilo de Bill Gates o Steve Jobs, o como el genio que creó un monstruo digital que destruyó nuestras democracias?” … Mark  se iba corriendo a su cita pero ha prometido responder por escrito. Con un par.

Lo dicho: se acabó la inocencia. La libertad digital es estupenda  pero no existe. Si no conseguimos asociar valores con tecnología nuestro horizonte se limitará a ser paganinis o pagafantas. En el reino Fremium o cobraremos por ceder nuestros datos o pagaremos para que no comercien con nuestra identidad.

PIG DATA. TRASERO

Rematamos con humor y con un Bonus track de los comités de resistencia virtuales. Afortunadamente lo mejor del ser humano es que sigue siendo profundamente imprevisible. Nadie puede ser reducido a código binario creyendo que todo va a ir bien. ¿o si?

 

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Fotos by Pepelu

video by PUNISH YOURSELF, via Youtube