¿Dónde están las personas?

Así reza la primera línea del libro que publiqué en 2004 titulado Comunicación Audiovisual Corporativa que resumía una tesis doctoral encaminada a proponer un modelo de producción de vídeos institucionales basados en la transmisión de la identidad emocional de las organizaciones.

Esa primera pregunta nacía de la observación y análisis de un elevado y (absurdo) número de vídeos institucionales de universidades que hube de diseccionar plano a plano para conseguir hallar el denominador común de los mismos. La resulta era que la mayoría de esos vídeos se limitaban a transmitir de forma pseudopropagandista las excelencias y modernidades de las infraestructuras y recursos que el último rector había realizado en el campus referenciado. Pero…no en los vídeos no salían personas. No había caras que transmitiesen cómo se sentían las personas de esas instituciones. Transmitían lo que en términos del Corporate se denomina (o por aquel entonces, se denominaba), Personalidad.

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En cambio, la propuesta que la hipótesis de mi trabajo argumentaba varias ideas. La primera era que si se trabaja un lenguaje y unas estructuras audiovisuales más cercanas a las rutinas de la ficción cinematográfica y mensajes más emotivos, la implicación del espectador aumentaba (casi una obviedad).

La segunda, que los nuevos canales (el Internet de 2003 apenas daba para ello) debían vehicular estos mensajes y de esta forma podrían ser actualizables constantemente, aparte de las posibilidades de fragmentación que se proporcionaba que los apartaría de las sensación ladrillo (recuerdo que el vídeo de la Complu duraba como hora y cuarto, algo “lógico” y “proporcionado” al tamaño de la universidad madrileña) y los haría más funcionales. Esta también es obvia ahora. En el momento me sentía como Negroponte.

La tercera, con el tiempo, la más relevante consistía en la idea de que era necesario incluir las percepciones de los públicos de la organización (internos, externos e intermedios) en la muestra de la imagen de la misma. Es decir, es necesario que la realidad de la organización sea lo que se muestra en vez de la práctica habitual de mostrar la imagen intencional de la misma. En plata: Enseñar lo que somos de verdad y no lo que nos gustaría que los demás creyesen que somos.

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Para ello, se estipulaba un modelo de participación constante de los públicos y de transformación de sus percepciones en imágenes y contenidos fácilmente incluibles en los productos audiovisuales con los que la organización se comunicaba. Pero bueno… el constructo, he de reconocer hoy que era un poco, como decirlo, “rebuscado”.

Y aquí llega el updating que titula este post. Como bien suele contar en sus textos, conferencias y traducciones nuestro Henry Jenkins patrio –Eduardo Prádanos-, el transmedia lo componen canon y fandon (lo oficialmente expresado por el emisor y lo que los fans o receptores han decidido producir al respecto como expansión de ese universo comunicativo). Pues bien, este nuevo tiempo que comunicativamente se está proponiendo ha de ser entendido también por las organizaciones como una oportunidad para poder llevar a cabo esa tercera premisa que exponía más arriba: que las percepciones de los públicos sean las que definan esa parte de la identidad de la organización que tiene que ver con la imagen proyectada, y que sean ellos mismos los que contribuyan a su difusión.

Para ello, la organización ha de cuidar al máximo su forma de relacionarse con sus públicos, porque debe ser consciente de que herramientas como Youtube, como Twitter o Facebook, como WhatsApp o como Periscope van a ser los canales por donde de una manera u otra va a viajar el resultado audiovisual de las sensaciones que proyecta.

Así, a pesar de los esfuerzos que ya se hacen por dominar las redes sociales y por controlar (en ocasiones casi de forma obsesiva e inquisitoria) el contenido que se publica referido a una organización, estas deben emplear ese arsenal que suponen todas estas nuevas armas para poder actualizar la comunicación audiovisual corporativa.

Ha llegado el momento -¡por fin!- de que, cuando una institución, empresa, organización o quien sea, encargue un vídeo industrial (con presupuestazo como el que le proponen a Joan en el S07E14 de Mad Men) le digamos que con ese presupuestazo le voy a hacer toda una estrategia transmedia de comunicación audiovisual corporativa abierta a la participación de todos los públicos de la organización.