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Quizás sea el año en que casi todos los profesionales han asumido que hay que tener una cuenta en Twitter y un perfil de linkedin y…. Luego está saber qué hacer con esos perfiles, porque muchos de ellos se quedan estáticos, somnolientos, en letargo. Es un problema de no ver la utilidad de estas herramientas tecnológicas, y es que hay cosas que no se pueden forzar. Y también es un problema de formación y de actitud: formación en nuevas tecnologías y actitud proclive al cambio.

La innovación es una cuestión de actitud y aptitud, y la innovación puede hacer avanzar a la sociedad. Entonces ¿Por qué no enseñamos a los niños a gestionar actitudes y aptitudes? ¿Qué sentido tiene que la universidad ofrezca grados en áreas de conocimiento que el negocio digital superó y cambió hace años? ¿Por qué enseñar producción de cine en lugar de producción de contenidos digitales? Quizás la universidad, tal y como la conocemos hoy, no tenga sentido en los años venideros, por no decir ya mismo. Quizás, ese empeño en crear sólidas estructuras de grados, asignaturas, máster, convalidaciones.. simplemente no funciona en 2015. Quizás las universidades deberían centrarse más en formarse en aptitudes que nos preparen para el emprendimiento, gestionar equipos de trabajo o liderar proyectos. A partir de aquí, las escuelas de negocio, MOOCS o los cursos de experto serían los verdaderos agentes de especialización según las demandas del sector. Pero parece que ni el colegio ni la universidad escucha.

Si bien las TIC han sido catalizadores que han dejado en evidencia los problemas de base que presenta la educación hoy, también podemos verlas como parte de la solución: conocimiento opendata, learning analytics, los famosos MOOCS y su modelo fallido, el machine learning o la actitud maker son algunas de las tendencias en educación que nos llevan de la mano hacia retos tecnológicos efectivos que entienden la innovación como una actitud.

La realidad es que tenemos un ecosistema proclive a la innovación desde una etapa bien temprana, los niños. Hace unos meses, Carlos Lirola nos mostraba el fantástico trabajo de Sugata Mitra en su ánimo por generar el autoconocimiento en los niños. Que la motivación sustituyera a la imposición. Esto es el programa SOLE, School in the cloud, respaldado por la Universidad de New Castle. Fascinante desde todos los ángulos, por ejemplo, la creación del Granny cloud, un grupo de abuelas que vía skype tratan de estimular la curiosidad de los niños.

 

 

Un pensamiento: si tenemos claro que los niños de hoy van a desempeñar su vida laboral en entornos tecnológicos ¿Por qué no jugar con herramientas TIC desde que son bien pequeños? Hace unos días conocí de primera mano los Talentum School de Telefónica, a los que llevaba meses siguiendo y tratando de lograr una plaza en su demandados cursos. La idea es fomentar la vocación digital al mismo tiempo que se descubre el talento, ofreciendo herramientas motivadoras que permitan desarrollar creatividad y capacidad de innovación. Una oferta de cursos destinados a niños desde los 4 años: Chromville, realidad aumentada, Scratch, robótica electrónica o modelado en 3D. Esto empieza aquí, pero puede seguir con las becas Talentum startup, un triángulo formado por innovación, emprendimiento y tecnología.

En los últimos años hemos visto y sentido la fuerza del movimiento maker, una actitud vital que pudiendo comprender la necesidad humana de crear oportunidades, suma iniciativas tecnológicas para conectar con niños, adultos o colectivos. Especialmente importante es la labor de Ashoka, donde aplican desde hace 35 años el término “Innovador social” para referirse a aquéllos hombres y mujeres que detectan problemas en la sociedad a los que ofrecen soluciones de cambio sistémico. Es decir, la innovación puede cambiar el mundo, así que vamos a empezar innovando en la educación. Son los denominados changemakers, una selecta y escogida mezcla de ideas novedosas con impacto social, sumado a un espíritu emprendedor, creatividad y fiebre ética.

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Como resultado, comienza a verse noticias de colegios que retiran pupitres y exámenes, como los colegios Jesuitas de Cataluña. Otros centros dan forma a los recreos inteligentes y miden el grado de empatía del profesorado con los alumnos, como la Escola Sadako en Barcelona. ¿Está la universidad preparada para ofrecer recursos innovadores a estos alumnos?

Estos son ejemplos a los que seguir la pista en materia de innovación educativa. Por supuesto no son los únicos, pero esto no es una competición. Luego hay otros colegios que tímidamente empiezan a integrar recursos TIC, y también comienza a verse y saberse de colegios que entienden que más importante que tener una Tablet en clase, es el uso que se haga de ella.

Aplicando las posibilidades del Big data a la educación, el uso de minería en disciplinas como Learning Analytics puede ofrecer a los docentes ir un paso más en su gestión del conocimiento. Si además añadimos un posterior Learning intelligence que propicie la toma correcta de decisiones, podríamos ser tremendamente operativos en la gestión de todos los datos que generan las actividades de los estudiantes. Las posibilidades son inmensas, solo por mencionar el machine learning, el aprendizaje automático de las máquinas que genere comportamiento a partir de información no estructurada, como es el caso del Procesamiento de Lenguaje Natural (PNL). Ahora que algunas escuelas valoran qué tipo de escritura debe conocer el niño en primer lugar ¿simplificada, mecanografía, google? Y que se cuestiona si aprender a escribir a mano debe, o no, entrar dentro del programa educativo del niño, ¿Cobra, si cabe, más importancia la lingüística computacional? Siri y Sherpa, los asistentes predictivos quizás también deberían tener su impacto en la educación, más allá de la traducción.

Hace dos semanas, en este mismo blog hablábamos del retorno social de los open data, de la posibilidad de generar conocimiento entendiendo que compartiendo información la sociedad avanza, que la exclusividad del conocimiento ya ha quedado en evidencia. Un síntoma de apertura tecnológica y formativa fueron los MOOC, Massive Open Online Courses, el boom fue en 2012, un modelo que exigía a la par que ofrecía. Bajo la idea de tratar de democratizar el elitismo de la educación superior. Tres años después la tasa de deserción de los MOOCS es del 90%. Parece una cuestión de motivación, como todo en esta vida.

Con todo, surgen relucientes innovadoras e innovadores que en materia de educación lanzan alternativas: la pedagoga Montserrat del Pozo, directora del Colegio Montserrat, innovadora que propone generar en los niños y niñas el pensamiento autocrítico y creativo. O la propuesta I Can School Challenge de Design for Change España, una asociación que forma parte de un movimiento internacional que ofrece la oportunidad niños y jóvenes de poner en práctica sus propias ideas de cambiar el mundo. Programas de liderazgo en etapas tempranas como Teach for All, proponiendo como reto el abandono escolar. Plataformas de aprendizaje como Pixie que alcanzan tanto al colegio como al propio alumno en casa, aprendiendo a programar con un nuevo lenguaje visual. Otra interesante propuesta es Emprende Kids, que muestra un programa educativo destinado a fomentar la actitud emprendedora desde niños: “Imaginar el mañana para reinventar el presente”. Suena atractivo, ¿no?. Y, desde la esfera pública, Fantasmín, el recurso educativo del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. El panorama es muy amplio y cada vez más acertado.

En 2015 no sabemos cómo será la educación del futuro, pero tenemos que tener claro la formación que deben recibir los niños hoy porque, de mayores, sus perfiles profesionales se desarrollarán en entornos digitales. Y, para construir, a veces hay que desmontar antes.

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