A raíz de la reciente experiencia del programa AQUELANDO NA CASA, emitido durante la cuarentena en Televisión de Galicia, y del que hablaremos al final de este post, hilo unas ideas sobre la posible recuperación de un viejo cadáver televisivo.

Todos los niños del mundo saben ya que el coronavirus es caca, marrano y cochino americano. Nosotros sospechamos además que es una caca útil por su capacidad para destapar las brechas y fallas telúricas del gran hormiguero humano. Como aquel niño del cuento, el virus grita por las calles que el rey está desnudo, y tiene razón porque en esta pandemia son varios los reyes que se están quedando en pelota picada. Un auténtico maestro, este Covid 19.

Al virus, el ser más diminuto del muestrario biológico, le han bastado unas pocas semanas para poner en cuestión todas las vigas de la Humanidad, el mayor ente vivo de la Tierra. Mientras el planeta sigue impasible su navegación cósmica, a la Humanidad le crujen todas las cuadernas. Eso sí que es un storytelling Transmedia, de alcance universal y de excelente eficacia.  Las revoluciones tienden a agitarnos el optimismo, así que creemos que el virus es también una magnífica ocasión para repensar los fundamentos de nuestra arquitectura ética y social. Y, tal vez, mejorarlos.

La crisis afecta también de lleno al actual sistema educativo, la piedra angular de lo que somos como especie. Si los hospitales se han convertido en la gran fábrica de e humanos, la escuela sigue siendo la mayor cadena de montaje de ciudadanos. La primavera convirtió en héroes sociales a los sanitarios. Este otoño será el turno de los enseñantes. A partir de septiembre los maestros y profesores van a enfrentarse con sus alumnos a un escenario completamente novedoso y repleto de incertidumbres. Tantas, que en algunos lugares del mundo dudan de la apertura de los centros escolares en el arranque del curso.

¿Cómo enseñar en plena pandemia?

La pregunta es transversal porque, como hacíamos nosotros de chicos, salta las vallas de la escuela y llama a todas las puertas posibles. También a las puertas de las TIC y de los medios de comunicación, que tienen ahora una gran ocasión para `poner en valor´ (¡Ups, lo he dicho!) su función social. La Televisión, sobre todo la pública, debería aprovechar esta oportunidad única para experimentar modelos narrativos, formatos y programas, y recuperar, aunque sea por su pervivencia, su capacidad para contribuir a la fabricación de ciudadanos críticos, activos y más libres.

¿Lo está haciendo?

Abro hilo para cadeneta.

De Umberto Eco, que también se fue en estos días, queda el eco de sus pensamientos felices. Uno de ellos, que el autor atribuye a Aristóteles, sostiene que la risa es el único específico humano. Mentira cochina y reduccionista. Más humana que la risa es nuestra capacidad de generar pensamiento simbólico y de transmitir conocimiento en el viaje de las generaciones. Esa es la levadura de nuestra civilización. Somos un inmenso hormiguero hecho de Tiempo y conocimiento compartido, y existimos para transmitir contenidos y emocione con gestos, palabras, textos o imágenes.

Imágenes. Cuentan algunos semiólogos que la humanidad solo ha conocido un verdadero lenguaje universal: el cine mudo, que apenas duró 30 años y que hizo de Charlot, con su eficaz discurso emocional, un dios planetario. El cine mudo fue un lenguaje práctico pero no instantáneo, porque la narrativa de la imagen tiene su curva de aprendizaje, incluso con Charlot. Oí una vez que los misioneros belgas apoyaban sus evangelización congoleñas con proyecciones de películas, por aquello del impacto de la imagen. Contaban que a veces, al principio de las películas, el público huía despavorido al confundir el plano corto del actor con una gran cabeza cortada. Me lo contó uno de esos misioneros belgas, siendo yo muy chico y el muy gracioso y muy flamenco. Al final se impuso la magia del cine y Charlot sirvió para enseñar una parte del mundo al resto y para transmitir emociones universales a toda la Humanidad. Exactamente lo mismo que hace la Televisión desde su nacimiento. Charlot triunfó porque es más rápido y fácil leer imágenes que aprender la gramática de las letras, como sabían los escultores de gárgolas y capiteles medievales, artesanos de la transmisión universal de Conocimiento.

Conocimiento. En unos pocos siglos pasamos de  tallar piedras a controlar la danza de los electrones en un tubo catódico. La primera televisión pública nació con aquel mantra que parecía un taburete sagrado: Informar, Formar, y Entretener. En ese orden. Aquella primera pantalla se colaba no solo en los hogares, lo hizo también en las aulas, fascinadas por la potencia del audiovisual como herramienta pedagógica. Del programa de televisión a la programación pedagógica. Aún desde la perspectiva de aquel discurso tele-dirigido, básico y poco participativo, el sistema funcionaba. Lo sé por experiencia propia. Me crié en Bruselas, en los 60´s. Entonces todos los colegios del país se reunían mensualmente frente al televisor del aula para ver programas educativos. Eran documentales cortos que servían como palanca para los maestros, que desarrollaran durante el resto de la semana estrategias pedagógicas y talleres prácticos sobre el mismo tema de la emisión. Me consta que aquel sistema en blanco y negro era muy eficaz. De un documental sobre el trigo me queda hoy la afición por hacer panes caseros; de otro sobre Godofredo de Bouillon, el primer cruzado, una infinita fascinación por la Edad Media. Mi propia vocación como narrador audiovisual viene de aquellas primeras experiencias compartidas de Televisión educativa.

Televisión educativa. Todas las grandes corporaciones públicas de Televisión apostaron durante años por este género, centrado sobre todo en el público infantil y juvenil, los nativos televisivos de entonces. La borrachera fue fértil y ayudó a mutar nuestro propio virus cultural hacia el lenguaje de la imagen y el sonido. Aquí tuvimos una tradición soberbia en TVE, con profesionales como Lolo Rico, o el histórico equipo de programas infantiles de San Cugat. Luego llegó Leticia Sabater. Asombrosamente los mejores ejemplos de esta televisión con alma social y vocación educativa vienen de los Estados Unidos, el país que inventó la Televisión comercial. Una misma emisora pública, la PBS, estrenó en 1968 MISTER ROGERS NEIGHBORHOOD, que estuvo en antena 33 años, y un año después, en 1969, lanzó SESAME STREET, la versión original de BARRIO SÉSAMO, otro formato pionero exportado a más de 30 paises. Dos de los formatos más longevos de la televisión mundial son programas dedicados al público infantil. El primero convirtió a Fred Rogers  en el gran referente televisivo de los niños americanos, como cuenta una película reciente de Tom HanksGeneraciones de humanos del siglo XX deben a los Muppets o al propio Rogers conocimientos verdaderamente esenciales para sobrevivir en el hormiguero humano, como la diferencia entre “lejos” y “cerca”, o entender el divorcio de unos padres, ser sensibles a la violencia o incluso asimilar la pérdida de un ser querido… son algunos hitos históricos de la inmensa capacidad televisiva para hacer Educación emocional a través de la pantalla, para transmitir ideas complejas, conceptos intangibles, emociones universales y, sobre todo, valores.

Valores. Galopamos hacia una sociedad visual.  Los niños de hoy no son como los niños que fuimos, ni como los del Congo belga. Son hormigas evolucionadas. Tienen la narrativa audiovisual metida en el ADN y el entorno digital es su biotopo natural. La información audiovisual es poderosa, eficaz y milagrosa, como demuestra esa legión de espontáneos que han aprendido a tocar el ukelele en tutoriales de Youtube. Poderosa, eficaz, milagrosa, e intensa. La data que un crío del siglo XXI absorbe en una hora de consumo digital dinamitaría el cráneo de toda la Academia de Atenas. Varias veces. El cerebro del propio Aristóteles reventaría con una dosis de 5 minutos de Picachu, Mario Bros, o Pipi Langstrum, muertos de risa. Estos niños viven ya en la Cultura de la Imagen, pero aún los gobierna la Civilización de la Palabra, porque la mera información audiovisual transporta datos y conocimiento con mucha eficacia, pero no garantiza por si sola la fabricación de ciudadanos. Los medios jamás podrán sustituir a la Escuela.

La escuela. Una institución más vieja y perdurable que la iglesia católica. La Escuela entendida como lugar y como función. Se lo oí hace poco a Mer, maestra asturiana, en un chat de guasap que hervía de profesores: no hay Educación sin socialización. Transmitir conocimiento sin compartir la experiencia de su descubrimiento es, simplemente, hacer crecer las larvas del hormiguero en la dirección menos humana. La escuela, como la vida, tiene su mejor versión si hay participación compartida en la distancia corta. Y en marzo el virus vació de pronto las escuelas y dinamitó todas las distancias. Hubo que improvisar para adaptarse a un trimestre de enseñanza confinada… Los chinos de Wuhan ya advertían en febrero que el confinamiento de 16 millones de hormigas estaba resultando muy productivo en la experimentación de nuevos modelos de enseñanza apoyados en las TIC, así que nuestra escuela giró la mirada pidiendo ayuda al entorno digital. Si no hay aulas abiertas, todos a tele enseñar y todos a tele aprender, como locos. Jamás en la historia de los Medios hubo una oportunidad más grande para servir a la causa de la Educación. Entonces, de pronto, todo el problema del sistema de enseñanza se centró en otro rey desnudado por el virus: la existencia de la brecha digital.

Brecha digital. No todos los niños pueden responder al reto tecnológico de la Educación a distancia porque, para empezar, no todos los niños tienen el mínimo acceso a las TIC. El reciente suicidio de Devika Balakrishnan por no poder seguir las clases desde su casa al no disponer de ningún terminal de conexión a red es la punta de un dramático iceberg. El medio es el mensaje, ok, pero digitalizar la enseñanza no es cambiar la tiza por pizarras electrónicas, ni repartir con urgencia tablets entre los niños pobres de las escuelas, ni poner a un profe a dar clases de aula frente a una cámara. Hay que universalizar el acceso al entorno digital, de acuerdo, pero, sobre todo, hay que cambiar el paradigma de la enseñanza para incorporar criterios pedagógicos basados en la mejor utilidad de las TIC, incluida, desde luego, la Televisión.

Televisión. El próximo curso escolar anuncia una revolución inédita en las aulas que empieza dinamitando la propia noción física del aula, de su geografía, aforo y dinámica. Si cambia el tablero cambia el juego. El colectivo de los enseñantes, agotado por bailes legislativos y una larga y progresiva pérdida de status social, va a tener que multiplicar su esfuerzo y trabajo en unas condiciones desconocidas. Eso no se va a pagar con aplausos desde los balcones. ¿Qué puede hacer la Televisión en apoyo del sistema educativo? Lo de siempre: inventar. Inventar nuevos formatos y narrativas para dar respuestas nuevas a las nuevas demandas de la realidad. Poner parte de su potencia de fuego al servicio de nuevas necesidades sociales y, desde luego, al servicio del sistema educativo.

Claves estratégicas para una nueva Televisión Educativa.

Televisión eficaz de auténtico servicio público. En ningún otro género televisivo se combinan con tanta naturalidad el servicio público con el entretenimiento. Esa alquimia es oro líquido para la buena Televisión. El público infantil y juvenil es muy exigente pero también muy agradecido y fiel. Captarlo como audiencia es hoy una batalla perdida, pero convertirlo en parte activa de una comunidad audiovisual es un camino rentable que también puede hacerse desde las corporaciones televisivas.

El territorio estratégico de esta nueva televisión educativa no es el hogar sino la escuela, a la que se ofrece con todo su potencial para generar experiencias compartidas. Los educadores se convierten en imprescindibles socios estratégicos. La escuela sigue siendo el escenario natural para el aprendizaje socializado pero la televisión puede socializar el aprendizaje convirtiendo las propias escuelas y lo que ocurre en ellas en el centro de su relato y de sus nuevos formatos. La escuela, no el hogar, es el eje de una nueva programación infantil y juvenil enfocada a la Educación.

Televisión de proximidad. En un estado tan descentralizado como el nuestro la televisión es una magnífica herramienta para vertebrar la red de escuelas y la comunidad escolar de una misma región. Puede hacerlo fácilmente, con programas y producciones de bajo presupuesto, dedicando slots matinales – paupérrimos en términos de audiencia neta- hacia nuevos targets. Ya no se trata de perseguir audiencias generalistas imposibles sino de ponerse al servicio eficaz de segmentos de población, consolidando nuevas funciones sociales que aminoren, de paso, la larga agonía del medio. La nueva televisión educativa va a demandar además nuevos profesionales especializados. Sumando: una ocasión de oro para añadir valor a las emisoras públicas autonómicas.

Nuevos contenidos y formatos para un consumo nuevo. La fórmula de consumo ya no es individual o familiar sino escolar, al servicio del profesorado y de los alumnos, empoderados ahora como protagonistas de un relato televisivo hecho para ellos y, en gran medida, hecho por ellos. El contenido es más experiencial que didáctico, y se mueve en registros de relato emocional. Los nuevos formatos se construyen con contenidos generados por los usuarios en directo desde la propia escuela o grabados en los entornos naturales del sistema educativo. Formatos, programas y fórmulas narrativas con contenidos espectacularmente rentables para las ventanas digitales y Redes Sociales, con marca de las emisoras matrices u otras,  creando auténticas comunidades de usuarios unidas por un mismo curso, ciclo formativo, o por áreas de conocimiento.

Educación emocional. El formato bobalicón de clases magistrales televisadas es una infusión de achicoria: falso café. La Televisión no puede sustituir a la escuela, pero si complementarla. La futura ley general de educación, una más, amenaza con cercenar, también una vez más, el peso de las asignaturas humanísticas. Es una tendencia que viene de lejos pero que morirá por infertilidad antes o despues. No hay fabricación de ciudadanos críticos sin educación en valores, sin cultivo de la creatividad, sin educación emocional. Aunque hay nobles excepciones, como Canarias, que ha impuesto la Educación Emocional en su calendario escolar, el horizonte pedagógico tiende a ser desolador. La Televisión, maestra en el relato de las emociones, vuelve a posicionarse como una herramienta útil para cubrir un hueco que los legisladores desprecian. Epi, Blas, el monstruo de las galletas y Mister Rogers enseñaron el camino. Y funciona.

En resumen. El COVID 19 es un gran maestro que desnuda a los reyes y muestra que no hay sociedad digna si no cuenta con la participación de los miembros que la forman. Con la participación activa y crítica. El mismo principio vale para la Enseñanza y, hoy, para los medios de comunicación.

Una nueva televisión educativa es pertinente y, a partir del próximo septiembre, necesaria. Que sea posible depende de la visión de los mejores directivos de la televisión pública y de su valentía como gestores. En el futuro inmediato ellos podrán, como el viejo misionero belga, conocer la sutil diferencia entre estar en primer plano o ser, simplemente, una gran cabeza cortada.

 

BONUS TRACK: el caso AQUELANDO NA CASA

Acabamos con un precioso ejemplo actual y español de buena televisión educativa debida al virus. Seguramente hay otros ejemplos meritorios, pero me centro en este por conocerlo de primera mano. Esta es su historia.

Idus de marzo: se decreta el estado de alarma en todo el Estado español. Esa misma semana Televisión de Galicia encarga a MIRABELLE, una pequeña productora local, una versión diaria de un cuarto de hora de su formato matriz, titulado AQUELANDO, que lleva ya dos temporadas en marcha promoviendo desde el entretenimiento puro la divulgación de contenidos científicos y tecnológicos dirigidos, particularmente, a la audiencia escolar gallega. Pequeños científicos de entre 10 y 14 años han conseguido cosas tan asombrosas como fabricar y lanzar una sonda espacial a la estratosfera y recuperar los datos de monitorización de la radiación solar, o licuar la arena de una playa hasta convertirla en fluido. En síntesis, AQUELANDO, un programa financiado por el FECYT y por TVG, es un espectáculo televisivo conducido por 5 divulgadores y coprotagonizado por docenas de escolares, que hace experimentos de todo tipo usando toda la geografía de Galicia como laboratorio narrativo. Valores universales contados desde una perspectiva 100% regional, y en gallego.

El virus activa el modo contrarreloj y solo seis días después del encargo TVG empieza a emitir una primera tanda de 11 programas de AQUELANDO NA CASA.  Mientras la casi totalidad de los programas de antena emitidos en el Estado se adaptan al confinamiento confinando sus contenidos en interminables conferencias telemáticas, AQUELANDO NA CASA reinventa todos los parámetros del formato original hasta convertirlo en una nueva propuesta televisiva: menos duración, más contenidos y, sobre todo, muchísima participación de su Target core, convocado por redes sociales y desde el propio programa. La propuesta es rápidamente recogida por la comunidad de usuarios natural del programa, los escolares, a los que se incorporan rápidamente un buen número de profesores, padres y colectivos científicos. La ecuación del formato se simplifica: Divulgación + Entretenimiento + Participación infantil a través de puro UGC, obtenido sin más gamificación que poner en juego la propia pasión y curiosidad de los aficionados a la ciencia.

La tira diaria ofrece ahora un 40% de su tiempo en contenidos propios (continuidad sencilla y cercana, datos, curiosidades, grafismo) y un 60% de contenidos generados por los jóvenes espectadores, convertidos en protagonistas del programa. La convocatoria de Mirabelle tiró de redes sociales y consiguió que en las primeras semanas llegaran a la productora más de 450 videos complejos en los que los pequeños espectadores replicaban o proponían experimentos científicos grabados en sus propias casas, algunos de ellos, por fin, sin la eterna supervisión de un adulto.

¿Es un caso de éxito? No en términos de audiencia pura, que se mantuvo en los registros residuales que ofrece la monitorización de franjas infantiles para la televisión en general y para las autonómicas en particular. Pero más allá de la audiencia la televisión pública puede y debe valorar otros retornos. Durante la pandemia AQUELANDO NA CASA mantuvo activa y vinculada a su comunidad de usuarios y siguió trabajando para su objetivo principal: motivar la curiosidad por el mundo de la ciencia, compartir conocimiento desde el descubrimiento y sembrar potencial de vocaciones científicas, particularmente como respuesta a la brecha femenina. Un sello de servicio público con calidad para la marca emisora. A veces los activos intangibles se cuantifican. En este caso Televisión de Galicia acabó renovando dos veces más el programa hasta un total de 32 programas, emitidos durante el confinamiento. Es decir: es un caso de éxito, y de mucho mérito, reconocido hace apenas dos semanas por el concurso internacional #cienciaenacción.

 

Fotos by Rocío González y Pepelu Viñas