El camión de la basura

En algunas ciudades los contenedores de basura incorporan sensores que envían un mensaje al camión de recogida cuando están llenos. Esto permite optimizar la ruta, ahorrar costes y tener al usuario más contento. La recogida constante de datos permite que se tomen mejores decisiones y que afloren necesidades ocultas.

El día de la marmota

Las empresas nos monitorizan constantemente; a través de la actividad en redes sociales, del historial de navegación, los datos que les «chiva» el smartphone, y con la ayuda de sensores de todo tipo que de modo natural se han integrado en nuestras vidas.

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Toda esta información les permite trazar un perfil con el que adaptar la comunicación y la prestación de servicios a nuestras preferencias. Por eso es posible que un hotel nos reciba con la música de nuestro grupo favorito en el hilo musical, o con una bandeja de fresas sobre la mesilla; porque saben que cada vez que vemos un fotografía de fresas pulsamos Like.

Es sorprendente, y agradable, la primera vez que un hotel nos recibe así. La segunda es divertido. La tercera empieza a ser normal, la tintorería y las pescadería también han descubierto que nos gustan las fresas y entran en la pugna por ofrecernos las más apetitosas. Para la cuarta vez, y sucesivas, es posible que hasta en la iglesia nos ofrezcan una fresa en vez de la tradicional hostia. Nuestra vida se convertirá en el día de la marmota, y será imposible dar un paso sin que un psicópata nos persiga con una bandeja de fresas mientras en cada esquina suena la que un día fue nuestra canción favorita. El sueño que se convierte en pesadilla; la mala digestión de los datos que termina en diarrea.

Esto es, obviamente, una exageración; aunque apunta maneras.

Reactivo o proactivo

La información que toman los sensores del camión de la basura desencadena reacciones que mejoran el servicio. Las fresas son también una reacción a los datos que han acumulado sobre nosotros. Aunque mientras la recogida de basura es una tarea mecánica y rutinaria donde los datos por si solos son decisivos; las fresas son una «experiencia comunicativa» donde los datos pueden sorprender a corto plazo (qué bien que me reciban con fresas que me encantan), pero e medio y largo plazo pueden marcar rutinas que son devastadoras para la comunicación (vaya, otra vez fresas…).

Por eso la comunicación exige incorporar una actitud proactiva, ya que debe revelar algo desconocido, e incluso insospechado. No interesa el periódico de ayer, preferimos el de hoy aunque las noticias sean menos interesantes. Y solo merecen la pena las experiencias que superan el umbral de lo rutinario, o lo reinterpretan de un modo inesperado. Los datos nos llevan rápida y cómodamente hacia la mitad del camino de la comunicación; pero da igual lo generosos que sean, la otra mitad nos toca hacerla a pie y arriesgarnos siempre a terminar con los zapatos llenos de barro.

El arte y la ciencia

El arte, o ciertas manifestaciones artísticas, son la muestra más extrema de la comunicación proactiva; se da rienda suelta a la subjetividad, la intuición y la visceralidad, y se cuestionan de manera frontal los paradigmas hegemónicos en cada momento; que son los que suelen refrendar los datos.

Muchas de estas manifestaciones artísticas terminan siendo marginales; pero algunas hacen emerger información valiosa que resultaba indetectable hasta ese momento; y con el tiempo se convierten en nuevos paradigmas. El último siglo de la historia de la música es un buen ejemplo.

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Hasta en el terreno científico, los datos parecen insuficientes para recorrer todo el camino; es difícil pensar que Newton concibiera la teoría de la gravedad o Einstein la de la relatividad sin abstraerse, por un momento, de todos los datos que tenían en la cabeza así como del contexto que los provocaba, y tomar una actitud proactiva que ampliara de manera insospechada el margen de observación de los acontecimientos.

No podemos esperar que la comunicación de masas esté todo el rato al nivel de Einstein o de las más celebradas expresiones artísticas; la genialidad pasaría a ser rutinaria y perdería su encanto. Pero tampoco somos como el camión de la basura. Es innegable que las personas respondemos a comportamientos previsibles, pero es igual de cierto que las experiencias que nos motivan deben romper con esa inercia de lo previsible. Esta contradicción es nuestro terreno de juego; y las contradicciones, por el momento, siguen siendo cosas de los humanos. Las máquinas siempre tienen las cosas claras; si saben que nos gustan las fresas, nos darán fresas hasta el día del juicio final.

@FernandoArtevia