je-suis-charlie

Supongo que los atentados ocurridos el pasado miércoles 7 de enero en la revista Charlie Hebdo, al igual que a todos, me han impactado profundamente y me ha hecho mucho reflexionar. Este no quiere ser un post de opinión política, religiosa o de cualquier otra índole. Son temas muy complejos, difíciles de analizar y muy fáciles de banalizar. Tampoco sé si seré capaz de convertirlo en un post sobre innovación audiovisual pero, al menos, lo intentaré.

El motivo de que me afectara tanto este crimen, es por la sinergia con los asesinados, especialmente por los responsables de la revista e ilustradores: Stéphane Charbonnier, Jean Cabut, Georges Wolinski y Bernard Verlhac. Yo no soy periodista, ni dibujante como lo eran ellos. Simplemente trato de contar historias, aquéllas que considero que merecen y deben ser contadas, aquéllas que pasan desapercibidas para los medios más tradicionales o que se arrinconan. Historias pequeñas, arriesgadas y diferentes. Y lo hago de la mejor manera que sé, no tengo talento ni para el guión, ni la dirección, ni otras disciplinas estéticas, pero creo que como productor soy capaz de encontrar al mejor equipo para contar las historias que queremos transmitir. Y por eso también usamos el documental como herramienta de expresión para enseñar esa realidad. En ese sentido, me siento muy identificado con los cuatro humoristas salvajemente asesinados.

A raíz de leer el magnífico (y también polémico) artículo de opinión de David Brooks en The New York Times y traducido y publicado por El País (me niego a enlazar a un medio nacional), donde hace una feroz crítica al sentimiento hipócrita que en ocasiones nuestra sociedad demuestra. Me he sentido especialmente afectado y tras varios días retuiteando o poniendo en mi twitter “Je suis Charlie Hebdo” me he dado cuenta que para ser justo con la memoria de los asesinados, puedo decir eso pero siempre indicando que soy un cobarde. La razón es sencilla.

Con nuestro proyecto La Primavera Rosa, una serie de documentales transmedia que trata de la situación del colectivo LGTB en distintos países (aquí podéis conocer un poco mas del proyecto explicado por mi), comenzamos la saga en un país árabe: Túnez. Como somos innovadores y creemos en el transmedia hicimos muchas acciones distintas que ahora no vienen a cuento. Una de ellas, que al final no ha terminado de ver la luz por ahora, era generar unas camisetas que complementaban la narrativa de nuestro proyecto.

Tras trabajar en mucho diseños, algunos mas acertados que otros, pero todos con una delicadeza exquisita, surgió uno que consideramos maravilloso. Se trataba de la imagen dibujada, a modo de cómic heredera de Persepolis,de dos chicas con la Hiyab, dándose un beso en la boca. Para nosotros esa imagen representaba (y sigue haciéndolo) todo lo que queríamos. Por un lado complementaba narrativamente nuestras carencias en el documental y el documentarybook, ya que no pudimos encontrar el testimonio de lesbianas. Pero sobre todo, representa para nosotros una de las principales ideas en las que creemos: que el amor está por encima de todo, siendo libres de elegir a quién queremos amar.

Al principio, me sentí muy emocionado, queríamos sacar ese diseño de camiseta, pero con el tiempo y la reflexión surgieron muchas dudas. La primera es si sería demasiado polémica y desviaría el centro de atención de nuestro mensaje. En segundo lugar, si con esa propuesta no estaríamos cayendo en exceso en la provocación. También nos preguntamos acerca de quién sería capaz de llevar esta camiseta y dónde. Y sobre todo, ¿seríamos nosotros (YO) capaz de llevar esa camiseta?.

La verdad es que después de muchas conversaciones y consejos a amigos decidimos rechazar el diseño y optar por otro mas icónico relacionado con el contenido del documental.

Supongo que estas mismas preguntas que nos hicimos nosotros se las hicieron también en muchas ocasiones Stéphane Charbonnier, Jean Cabut, Georges Wolinski y Bernard Verlhac. Pero está claro que su respuesta todos las conocemos. A pesar de las dudas, siguieron adelante. Contaron sus historias de la mejor manera que sabían hacer: con lápiz y sentido del humor. Yo no, yo soy un COBARDE.

Muchos recordarán a estos cuatro artistas como mártires de la libertad, ejemplo de la libertad de expresión y de prensa (los grandes logros de nuestra sociedad occidental). Yo me quiero tomar la libertad de recordarlos como innovadores. Estoy seguro que todos mis compañeros de Innovación Audiovisual, reconocerán que innovar es hacer algo distinto, atrevido, aunque no guste a muchos, es arriesgar, tanto en la forma como en los contenidos. Y, por esa razón, los cuatro humoristas son grandes innovadores. También, los añadiré a mi lista de maestros. Tengo la fortuna de ser independiente, no dependo de ningún medio de comunicación ni de ninguna marca que me indique mis límites o la línea a seguir. Puedo contar lo que quiera. Estos maestros me han enseñado a seguir innovando y no ser cobarde. Quiero seguir aprendiendo, seguir siendo innovador, aunque no guste y, sobre todo, trataré de ser menos cobarde. GRACIAS.

 

@rafalinares