Tienes la mente sucia y lo sabes

Se me ha echado el tiempo encima con asuntillos personales, impidiéndome escribir el post que tenía pensado, así que saco un tema de reflexión muy apropiado para estas fechas familiares y entrañables

Antes de seguir, y para ahorrar tiempo y disgustos a los que lean la página desde el trabajo. un aviso: la intención de este artículo es demostrar que el porno es y siempre ha sido un potente motor de innovación y beneficio económico que afecta a otras industrias menos denostadas. (¿Potente motor…? intentaré no dejarme dominar por las metáforas fáciles)

Segundo aviso: Vaya por delante que soy un varón heterosexual. Ese hecho implica que mi opinión está necesariamente condicionada. El que quiera objetividad que la busque en Google. Bueno, ahí tampoco. Pero que tampoco pase desapercibido que, aunque haya otros y emergentes consumidores (por ejemplo, hasta ⅓ son mujeres), los varones heterosexuales son la masiva mayoría del total de consumidores de porno. Apelo a que la orientación sexual se acepte, en este caso, como el más comprensible de los sesgos cognitivos.

Hablamos de una industria que mueve 100.000 millones de dólares, 12.000 millones sólo en Estados Unidos, muchísimo más que la televisión incluyendo el deporte televisado, y el triple que la industria del cine. Que constituye alrededor del 30% del tráfico total de internet, a razón de 30.000 usuarios por segundo consumiendo contenidos porno (vídeos, sobre todo). Y que se adapta rápidamente a los cambios creando nuevos modelos de negocio. Los términos de búsqueda más frecuentes de Google son, por este orden, “porn” y “pron”.

Porque sí: el porno se consume. Otros géneros audiovisuales aún mantienen las formas, y se dice que sus obras se ven y se aprecian. En el porno está bien clarito que los contenidos se consumen.

Pero hablamos también de una cultura que, tras muchos años de secretos y vergüenzas, se ha impuesto en el mainstream, con cruces crecientemente indisimulados con otros sectores culturales, y una aceptación social cada vez menos oculta. Tuvo crisis, como todos, pero parece que sale de ella con paso firme.

Me confieso un goloso consumidor de basura audiovisual y, para mí, esto es porno, puro veneno.

Breve historia

El porno ha existido siempre. Quizás no con ese nombre, seguro que no con la tecnología de que dispone ahora, pero las imágenes pornográficas más antiguas de la humanidad tienen al menos 30.000 años. Egipcios, griegos y romanos no se privaron de representar el sexo en múltiples formas y estilos, antiguos chinos y japoneses y americanos representaron porno y en India el Kamasutra es un libro sagrado. En Francia se consideró revolucionaria la literatura del Marqués de Sade, lo que le supuso la cárcel, y es también conocida la afición al género de algunos padres fundadores de los Estados Unidos.
En 1839 Daguerre inventa la fotografía y sólo siete años después se produce el daguerrotipo más antiguo que se conserva, que muestra un coito. Las pelis porno más antiguas que se conservan son Le Coucher de la Mariee de 1896, softcore, y A L’Ecu d’Or ou la bonne auberge de 1908, hardcore (aunque la desaparecida “El Satario” o más bien “El Sátiro”, de producción argentina, sea probablemente anterior). La primera peli porno española de la que se tiene constancia, El confesor se produjo en 1920, a petición al parecer del propio rey Alfonso XII. El subgénero clerical debía de ser tendencia, porque Buñuel confiesa en su autobiografía haber visto Sor Vaselina en 1925.

Cuando el porno empezó a molar

El porno se consumía en secreto, en privado, si eras muy rico, o en locales especialmente diseñados para la discreción, herederos (cuando no coincidentes) con los de la prostitución.

Pero los aires de liberación sexual de los 60 provocaron que el porno fuese accesible al gran público. Seguramente Garganta Profunda (1972) fue el primer gran éxito del cine porno, pero vino precedida por otros títulos que se estrenaron en salas, como las suecas Soy curiosa (dos entregas: Amarillo de 1967 y Azul del 69) y El lenguaje del amor (1969) y el primer largo de porno gay, Boys in the Sand (1971). Por todo el mundo se abren sex shops que, además de juguetes eróticos, ofrecen películas porno en Super 8 de corto y largometraje para ver en el local o llevarse a casa. Los culturetas se deshacen en elogios a pelis estrenadas en salas de cine y ensayo como Tras la puerta verde (1972), El diablo en Miss Jones (1973) o The Opening of Misty Beethoven (1975).
De aquellos polvos, estos larsvontriers.
En 1974 se produce Flesh Gordon, la primera superproducción porno, un disparate de parodia que recuerdo ver compartiendo cartel con Star Wars en los cines de la Gran Vía de Madrid. A finales de los 70, el porno no está normalizado, pero tampoco es tampoco es cosa de gente rara.

Y para que se vea lo bien organizado que está en realidad el porno, a los contenidos de estas épocas se le pone hoy en día la etiqueta “vintage” y se les manda a su carpeta correspondiente en una colección perfectamente clasificada… El rock lleva décadas intentando eso, sin éxito. El cine ya ni lo intenta.

Ay si todo en la vida estuviese tan bien organizadito como el porno.

El nacimiento de una industria

Una tecnología, el video doméstico, permite que el consumo discreto de porno en casa dispare las cifras de venta y alquiler. Se crea un nuevo star system. El volumen de negocio es tal que la competición Betamax-VHS se decanta en favor de éste último precisamente porque es el que usa la emergente industria del porno para distribuir sus contenidos.

Las pequeñas empresas del porno se convierten en grandes imperios multimedia. Algunos de ellos, como Playboy, Hustler o Private existen aún hoy.

Se hacen disponibles las primeras videocámaras domésticas y, casi automáticamente, el público deja de ser pasivo y se aficiona a realizar pelis porno caseras. Hoy, el contenido generado por el usuario constituye una importante parte de los contenidos pornográficos, con portales y redes sociales propias.

El dinerito generado va permitiendo a la industria hacer lobby y las distintas instancias legislativas van cediendo a la normalización de los contenidos y su exhibición. Estos contenidos, a su vez, van estandarizándose hasta el mismo aburrimiento. Ya conocéis el canon: hombre heterosexual dominante, mujeres sumisas con alguna escena bisexual al servicio del placer del varón, todo minutado y programado y un leve guión, ridículo y abusivo, que irá desapareciendo con el tiempo.

¿Quién no ha oído hablar de Nacho Vidal, la mayor estrella porno española de la historia?

Internet, descargas, video on demand, piratería…

Aquí es donde quería llegar yo. Cuando se empezó a popularizar en los 90 el acceso a Internet el porno empezó a reinar en los contenidos. El lanzamiento del DVD ya no tuvo el mismo éxito que el viejo VHS: la competencia online era insuperable. Primero fotos, luego videos de baja calidad, luego video on demand… La industria del porno se topó con la piratería mucho antes que la del cine o el libro, y más o menos al mismo tiempo que la de la música…

Y sobrevivió. No sólo sobrevivió, sino que siguió creciendo, creando nuevos ricos por el camino. Y se sofistica. Y se ramifica en cientos de estilos, desde lo más guarro a lo más cuidado estéticamente.

“En cuanto alguien inventa una tecnología, hay otro inventando un uso sexual para ella”
Joseph Slade, profesor universitario que estudia la cultura pornográfica desde hace 40 años.

La banda ancha, el streaming, el 3D, el pago online, la videoconferencia, los contenidos freemium y, por desgracia, las ventanas emergentes, el spam y el spyware, son modelos y tecnologías a las que el porno ha ido pegando sucesivamente el empujón.

¡Pero si ya había videojuegos porno para la consola Atari en los 80!

¿Que una productora saca un DVD y a los dos días está pirata en Internet? No pasa nada, nos dedicamos al video on demand de pago y lo ordenamos por estilos con etiquetas superdetalladas. ¿Que nos hackean y ponen todos los contenidos disponibles en P2P? No pasa nada, por un lado mandamos a nuestros abogados a por los agregadores, y por el otro personalizamos la experiencia de usuario con videochats calientes personalizados, en lugar de montar un rodaje propiamente dicho. ¿Que la empresa ***** bloquea el porno en sus dispositivos? Sin problemas, trampeamos los recursos del HTML5 y a disfrutar. ¿Que la estereoscopia en cámara es cara de producir y funciona regular? Pues producimos porno animado con muñequitos 3D y un algoritmo patentado de meneo pectoral.

– Oye, que ha salido un chisme que se llama Occulus Rift y que ahora es de Facebook
-¿Me estás hablando de un chisme que puede llegar a ser asequible para cualquier pajillero con un sueldo y que permite al personal verse inmerso en un polvo ajeno? Let’s make money! Tú presenta el hardware a universidades y entrepeneurs, que yo iré esparciendo contenidos por la red

Entre medias, llega Apple y comercializa el primer “móvil listo”. Los usuarios de teléfono móvil estamos acostumbrados a pagar por casi todo y desde siempre nos han clavado por el acceso a la tecnología y los servicios. Por eso los móviles han dado tanta pasta que han logrado evolucionar a una velocidad de espanto, hasta convertirse en unos ordenadores de bolsillo con potencia nivel pepinaco: mi móvil tiene seis núcleos más que el ordenador desde el que estoy escribiendo.

Así que, enseguida, las mentes del porno se dieron cuenta de que un móvil se puede sacar en cualquier sitio, de que lleva una pantalla de colorines que muestra videos y ejecuta programas y hasta lleva una cámara, pero que es un trasto con una relación mucho más íntima con el usuario que la tele o el ordenador. Se lleva en el bolsillo, cada uno en la familia tiene uno privado, se le suele poner contraseña…

Y otra vez el porno se adaptó, ganando un pastizal con ello. Sí, señores, hay gente que paga por porno en el móvil. Un montón. Pero no paga tanto por los viejos formatos clásicos, sino que se reinventan para ofrecer más variedad, más especialización y, sobre todo, más enganche con el consumidor, de modo que casi el 50% de los contenidos pornográficos se consumen ya con el móvil

Pocas industrias tienen tal capacidad de adaptación al cambio. Cierto es que muchos desaparecen del mercado, pero otros muchos entran y, seamos realistas, nadie se plantea una carrera permanente en el mundo del porno.

Por eso, desde otros sectores, no es ninguna tontería mirar de reojillo la evolución de la industria del porno: hay mucho ahí de lo que aprender, sobre todo de cara al futuro. Para innovar, hay que observar….

No es cierto que en el porno para chicas se casen al final

Establezcamos de una vez por todas nuestra residencia en Sión

Ya he escrito arriba que en esta entrega se me ha echado el tiempo encima. Pero no quiero dejar de escribir en el post sin mencionar ciertas interacciones curiosas entre la cultura del porno y la cultura mainstream.

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Ignoro el origen del meme pornográfico español por excelencia, pero se ha convertido en un subgénero por derecho propio

Hoy en día, el porno tiene fluidas relaciones no sólo con otros subsectores audiovisuales y del entretenimiento, sino de la cultura y de la propia vida diaria. Hay estrellas conocidas públicamente y hasta cierto punto respetadas, interés en las historias de las gentes que hacen el porno, una salida profesional decente del porno a otros géneros, creadores convencionales que cuentan historias pornográficas… Parece no sólo normalizado sino, hasta cierto punto, cool (no en todos sitios: sigue siendo castigado con pena de muerte en Irán y Corea del Norte).

El video porno convencional se ha dejado llevar por el camino de las versiones suecadas porno de pelis convencionales, algunas producidas con bastantes medios, otras descacharrantes. Cuando le preguntaron a Tim Burton por Eduardo Manospenes, éste preguntó a su vez por qué sólo un pene por mano. Podríamos atrevernos a afirmar que un universo transmedia no está completo hasta que no exista una versión porno del mismo (Star Wars las tiene, Harry Potter también y hasta Nintendo las tiene). Torrente tuvo su videojuego, pero es a su vez una versión cañí de Larry and the leisure suit, que sin ser porno propiamente era un divertido juego erótico cuyo impresentable protagonista casi nunca terminaba de culminar.

Las parodias del propio porno en otros formatos tampoco son noticia, más aún en la combinación de humor y sexo de eficacia probada. Hemos visto representadas en pantalla la vida fuera de las cámaras de Larry Flynt, Linda Lovelace y John Holmes, y señores y señoras muy serios han realizado sus visiones personales del sexo filmado: dirigir una película que contiene escenas de sexo real supone el máximo voyeurismo al que uno puede aspirar. Por eso suelen ser lamentables películas y porno lamentable, al mismo tiempo.

Los hipsters disponen también de una oferta alejada del porno más convencional: porno indie y postporno. En el caso de este último, las fronteras con la performance y el arte de vanguardia tienden a borrarse completamente.

Existe incluso una creciente producción de porno especialmente hecho por y para mujeres, lo que choca con ciertas estadísticas publicadas por PornHub que indican que su público femenino es más aficionado al porno gay masculino.

Prácticamente todas las parafilias están más o menos representadas. La oferta de porno interactivo tampoco es escasa, y los desarrollos para dispositivos como el Occulus rift no han hecho más que empezar y aparecen también nuevos… llamémosles periféricos para hacer realidad las relaciones sexuales a distancia a través de Internet. Hay ntornos virtuales en los que se puede elegir un avatar masculino, femenino, hermafrodita o incluso seres no humanos y las páginas de contactos y aplicaciones integradas en redes sociales son un éxito sin paliativos: la gente «se baja» amantes.

Consumo masivo, creatividad, innovación, interactividad, contenido generado por el usuario, monetización… Más allá de las cifras económicas, se puede decir sin temor que el porno jamás ha estado más extendido y aceptado.

Lo siento, está en inglés sin subtítulos. Pero creo que se entiende perfectamente

Y renunciemos a nuestra casa de veraneo en Babilonia

Sin embargo, el porno tiene enemigos. Además de las previsibles, procedentes de organizaciones religiosas, se alzan voces, por ejemplo, desde el feminismo, que claman contra el androcentrismo del porno y la perpetuación de estereotipos machistas.

Y es cierto que a algunas voces críticas no les falta razón. El jugueteo con la violencia sexual, por muy ficticia que sea, es sumamente inquietante y su demanda da qué pensar.

También es cierto que, más allá de la interesada utilización para limitar las libertades electrónicas, la pornografía infantil es una terrible lacra que parece difícil de erradicar.

Y aunque, a día de hoy, aunque no se haya logrado que ninguna instancia médica reconozca la adicción a la pornografía como enfermedad, no es menos cierto que renunciar a una vida sexual «social» en beneficio del solo y único consumo de pornografía tampoco parece muy sano.

Encima, más allá de las interpretaciones conspiranoicas (en realidad otra muestra del éxito del porno), las empresas más poderosas de la industria constituyen un lobby que ejecuta una vigorosa campaña para defender sus intereses, incluyendo la presión para monitorizar y perseguir el libre intercambio de contenidos.

El porno interesa. Existe, genera demanda y beneficios y seguirá existiendo, en todos los formatos conocidos y alguno que se invente a partir de ahora. Algunos profesionales pasarán por ahí durante su carrera, sobre todo teniendo en cuenta como están de mal los oficios audiovisuales en estos tiempos.

Sórdido, a menudo simple y aburrido, con tendencia a hacerse mecánico y repetitivo, dotado de contornos muy grises éticamente, es posible que, además, tenga algún tipo de función social más allá de la evidente recompensa física inmediata.

Refleja aquello que deseamos secretamente. O no tan secretamente, en tiempos del big data. Y el dinero que mueve demuestra nuestro interés como sociedad por el producto pornográfico. Un espejo en el que mirarnos. Deformante, como los del callejón del Gato y delatador como El retrato de Dorian Gray, nos dice mucho más acerca de nosotros mismos, incluso, que el black mirror de la pantalla apagada.

Por cierto: al parecer, España es el segundo país consumidor de porno, sólo superados por Estados Unidos.

Enlaces relacionados

http://internet-filter-review.toptenreviews.com/internet-pornography-statistics.html

http://www.zdnet.com/article/porns-big-data-sift-half-of-all-adult-traffic-is-mobile/

http://en.wikipedia.org/wiki/Pornographic_film

http://www.extremetech.com/computing/123929-just-how-big-are-porn-sites

http://www.inaglobal.fr/en/economie/article/digital-age-innovation-challenges-and-strategy-online-porn-industry-7493

http://colettesymanowitz.com/2014/01/21/how-the-porn-industry-has-driven-internet-innovation/

http://pejino.com/pelicula/peliculas-eroticas/el-confesor-1920/