El título no tiene nada que ver con el artículo, es una invocación mágica a la longevidad del veterano formato.

El título no tiene nada que ver con el artículo, es una invocación mágica a la longevidad del veterano formato.

¡Socorro! ¡Me ahogo! Blogs, prensa, Facebook, Twitter, YouTube, Vimeo… Cada puñetero día, al igual que tú, recibo dosis masivas de información y contenidos de procedencia e intención diversa. Por muchas herramientas que pruebe para filtrar u organizarla. Por mucho que intente administrar su consumo: mis herramientas mentales, desarrolladas en la época de las fichas de biblioteca, se quedan cortas. Se ve que mi software ha quedado obsoleto.

Pero resulta que escribo estas líneas desde un apartamento en la playa, al que me he escapado unos días a “desconectar” y lo primero que hago al llegar, sin deshacer las maletas, es precisamente “conectar” todo con todo: el móvil, el tethering, la wifi, el portátil, el equipo de música, el HDMI, el puñetero espotifai. Rápido repaso a Twitter. Vistazo veloz al correo electrónico. Un par de chorradas del Facebook. Ya soy libre. Por ahora.

No he usado las palabras “dosis” y “consumo” gratuitamente ahí arriba: el comportamiento del receptor del tsunami de mensajes hace saltar las teorías semióticas, tan semejante como es al de un drogodependiente. No acertó McLuhan, acertaron Debord y Gibson. No es que el medio sea el mensaje, es que el mensaje da igual. Sólo importa el ansia, ese arrebato de estar saturando tu cerebro de datos. Esa certeza emocionante de que antes o después te vas a saturar, sufrir una sobredosis.

Antes de seguir, un ruego: por favor, que nadie me hable más de Nuevas Tecnologías. Internet tiene al menos 30 años, el ordenador personal, 40, y el Ipad apareció hace ya cuatro.

El mundillo audiovisual no es precisamente ajeno a las veleidades de, jeje, las nuevas tecnologías. Antes al contrario: nunca lo fue, pero desde que la informática irrumpió en la tecnología audiovisual con la digitalización, se aplica la ley de Moore y su vértigo. Ordenadores son los sistemas de ingesta, ordenadores las estaciones de trabajo y ya me contarás qué es una cámara digital sino sensores con un sistema operativo más o menos sofisticado. Y claro, todo cambia cada dos años o menos.

Anda ahora el mundillo revolucionado con dos memes: 4K y FPSs “alternativos”. Citius altius fortius. Y como salen nuevos chismes casi cada semana, y es conversación recurrente entre compañeros en los últimos tiempos, pues voy a dar mi opinión, que es lo que se supone que tengo que hacer…

4K (o más)

Hace ya algunos años tuve la oportunidad de tocar una Red One por primera vez. Lo primero que pensé fue ¡vaya tormo! Tenía pinta de cualquier cosa menos de cámara, tan solo las maravillosas lentes que llevaba delataban su utilidad. Negra y cuadradota, con menús demenciales, me pareció que la había diseñado un ingeniero de servidores de Dell, o peor, el creador del teletexto. Y las leyendas urbanas acerca de su producción, sus listas de espera y política de actualizaciones, eran dignas de Scary Movie. Aún así era algo exótico y tentador.

Hoy por hoy, la producción audiovisual en 4K y resoluciones superiores es una realidad. La película química sigue teniendo el glamour y la exclusividad, pero lo cierto es que sólo ricos, románticos y hipsters se atreven a producir en ella. La gran mayoría de producciones se hace en digital, y a poco que trepes desde el nicho BBCero, en 4K de las distintas marcas.
A los fabricantes de electrónica de consumo, línea marrón, se les hacen los dedos huéspedes con renovar el parque de receptores televisivos con resolución 4K, o UltraHD como a algún figura se le ha ocurrido traducirlo. A ver, vendieron plasmas, LCDs y LEDs como churros. Es normal que quieran repetir la jugada.

Pero no creo que la jugada se repita. El paso de la SD a la HD se produjo casi a la vez que la digitalización de la entrega de contenidos audiovisuales a escala global, y en nuestro país, coincidió hasta con un apagón analógico. Por mucho que hayan tardado los emisores en entregar señal en HD, era el momento de optar por un receptor que “resistiese el paso del tiempo”, sin reparar en que la obsolescencia es la marca de fábrica de cualquier tecnología digital.

Creo, por tanto, que los 4K u otra resolución aún mayor tardarán bastante en implantarse masivamente en el hogar. Un indicio: se supone que las nuevas consolas PS4 y XBOX One soportan 4K, pero no está ni medio claro que se vaya a poder jugar en 4K con ellas. Eso sin contar con lo que exigirá a las infraestructuras portadoras: cualquiera que pruebe a reproducir un video de YouTube en 4K con un ADSL convencional español sabrá de lo que hablo.

Otro caso distinto es el sector profesional e incluso prosumer. Proyectar a 4K o más se nota, y trabajar a 4K, incluso con limitaciones técnicas salvadas a base de proxies de resolución más baja, tiene muchas ventajas: reencuadres, más precisión en cualquier tratamiento de postproducción, un mejor acabado hasta entregando a 1K… Pero es que el sector es muy diverso, no se limita sólo a los formatos convencionales: el 4K o más se irá convirtiendo en imprescindible en instalaciones audiovisuales, proyecciones y mappings, stands multimedia, videowalls y cortinas LED de gran tamaño, además de lo que se nos vaya ocurriendo a unos y otros.

Para terminar: ¿quién le puso 4K? Si el SD tiene una resolución vertical de 578 pixels y el 1K de 1080, el 4K entrega imágenes que tienen 2160, 3112 todo lo más. Es cuanto menos engañoso, por mucho que la denominación provenga del cine digital y se refiera a la resolución horizontal. Y es demasiado tentador para cualquier comercial de televisores engañar a sus clientes diciéndoles que “se ve cuatro veces mejor”.

El caballo no galopa. Eres tú quien hace que galope

El caballo no galopa. Eres tú quien hace que galope

48, 60, 80 o más efepeeses

La comunicación audiovisual se basa en un proceso neurológico por el cual el cerebro del espectador (el componente más importante de toda la comunicación) retiene cada una de las imágenes expuestas en su retina el tiempo suficiente para darles continuidad. No se mueven las imágenes en la pantalla, tan sólo se exponen sucesivamente, el movimiento lo produce la mente. Ese proceso neurológico tiene sus limitaciones, como se ve en ciertas ilusiones ópticas o en el vistoso zoótropo de Pixar. O en esta colección: http://psicologiapercepcion.blogspot.com.es/p/percepcion-del-movimiento-la-forma-y-la.html

El cine lleva toda la vida entregando imágenes a 24 fotogramas por segundo (FPS a partir de ahora). Y le ha ido muy bien. A 24 FPS dejó Bogart escapar a Ingrid Bergman, a 24 se le fue la pinza al HAL 9000 y a 24 cayó Gollum en la lava. Y a 25 o 30 FPS han funcionado la tele y el video desde siempre y tampoco les ha ido mal. La ilusión de movimiento se mantiene, porque no está en la maquinaria, sino en la mente del espectador, que mediante la suspensión de incredulidad elige entrar en el mundo mostrado por la pantalla.

Pero llegan unos cuantos gurús y razonan: si la frecuencia de refresco de la percepción óptica humana anda por los 100 Hz (o sea, 100 “obturaciones” por segundo), debemos acercarnos a esa cifra. Para ello, los fabricantes de chismes tienen que implementar esos FPS, y comercializarlos. Exhibidores selectos proyectarán a la frecuencia deseada y todo el mercado experimentará un empujón.

El problema es que las pelis de El hobbit son un pestiño. Un pestiño a 24FPS y un pestiño a 48FPS. La experiencia de visionado, más allá de la novedad, no mejora especialmente. Antes bien, es posible, sólo posible, que le quite magia, como cuando los televisores interpolan a 400Hz o más, convirtiendo la textura de El Padrino en la de un video doméstico.

Dicho lo cual me desdigo, para variar: tendrán su huequecito en esas salas privilegiadas, pero también en el IMAX, más dedicado al deslumbramiento que a contar historias, y no es improbable que tengan demanda en la retransmisión deportiva.

3D (aunque deberíamos llamarlo estereoscopia)

Poco tengo que comentar en este apartado: cuando me compré mi pantallaca 3D, sufrí una auténtica crisis de ansiedad. Necesitaba volver a ver Avatar en 3D, jugar al Assassin’s Creed Revelations en 3D, hincharme a docus de ballenas en 3D, analizar la sintaxis 3D de La invención de Hugo y hasta ver porno en 3D.
La crisis duró dos semanas. Desde entonces lo habré usado una vez cada dos meses y, aún así, me entra la risa al verme reflejado en el black mirror con las gafas puestas como si fuese a la playa.

¡No es esto, no es esto!

Titulo este punto con la frase que nunca pronunció Ortega y Gasset, sólo superada en el cómputo de citas incorrectas o inadecuadas por las Churchill y Cervantes, para pegarme un pegote seudointelectual. Pero también para indicar que la innovación no llega tanto cuantitativamente como cualitativamente.

El material audiovisual debería ser creativo y pulcro. La creatividad en la ficción viene de la narración (storytelling, si no suelto el palabro en inglés, reviento). En el documental viene de la originalidad del enfoque y así, en cada formato, de la capacidad para transmitir de una forma original y novedosa emociones e información, de llegar. Y la pulcritud consiste en entregar un producto decente, que acompañe el fondo con una forma digna y adecuada a los medios utilizados en su producción, que hoy día no son pocos, siquiera en lo más bajo del sector.

Por eso, una y otra vez, recibimos revolcones de outsiders y recién llegados. Agencias y productoras se empeñan en fabricar viralidad con éxito irregular, pero llega de repente un zagal con una cámara prestada y un ordenador doméstico y deja Internet en llamas. Lo que nos recuerda que ya no nos dirigimos a un público pasivo, sino a una comunidad activa, crítica, tan inundada como nosotros de contenidos y, a menudo, con mucho más tiempo que nosotros mismos para jugar y experimentar.

Conclusiones, si las hay…

Agradecido como estoy a Mr. Prádanos por dar la oportunidad a un pobre realizador de provincias de expresar su opinión entre tantas firmas selectas, no aspiro a más que escribir en la modesta primera persona del singular: tengo claro que abandonaré esto de hacer audiovisual en el momento en que deje de ser divertido. Sinceramente, tal y como están las cosas, cuesta ganar pasta con ello, la competencia es feroz y además es laborioso.

Pero es divertido. Muy divertido.

Interactividad, transmedia, remix, branded content, confusión de formatos, múltiples canales de difusión, muchos futuros probables… Seguramente es la mejor época posible para dedicarse a esto. Y tengo bastante claro que es casi imposible divertir sin divertirse haciéndolo.

Como también soy espectador, me lo paso pipa pasando de un modesto GIF animado a una lujosa proyección, con cutres videos de conspiranoia (prejuicios aparte, uno de los géneros más creativos de la actualidad), documentales y deslumbrantes videojuegos entre medias. Sin complejos.

Por eso tiendo a ponerme estupendo cuando me presentan “la nueva revolución” del sector acompañada de cifras y letras llamativas como las resaltadas arriba. Quizás sea porque las que a mí me revolucionan son otras cosas, distintas.

Lo que a mí me revoluciona es una o más mentes creativas usando las herramientas del medio audiovisual para dirigirse a mí, tratándome como a un ser inteligente. Tan sencillo como eso.

Photo credits:  http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Plateau_-_Des_chiffres_et_des_lettres_-_40_ans.jpg y http://en.wikipedia.org/wiki/File:The_Horse_in_Motion.jpg

Referencias:

http://es.wikipedia.org/wiki/Marshall_McLuhan
http://es.wikipedia.org/wiki/Guy_Debord
http://es.wikipedia.org/wiki/William_Gibson
http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Moore
http://es.wikipedia.org/wiki/Resoluci%C3%B3n_4K
http://www.lashorasperdidas.com/index.php/2012/12/10/llegan-los-48-fps/
http://www.rogerebert.com/rogers-journal/why-3d-doesnt-work-and-never-will-case-closed