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Debido a los meses de no gobierno que nos ha tocado vivir, el pasado mes de julio hubo un parón del gasto ministerial que afectó a muchas cosas, entre ellas las ayudas a la cinematografía. Se quedaron colgadas la segunda fase de las ayudas generales (unos 10 millones de € que ponían en dificultad al sector del cine en España), las ayudas a cortos (realizados y sobre proyecto) y la asistencia a festivales. Con el nuevo gobierno, y por la vía rápida, el pasado 18 de noviembre se descongeló en el Consejo de Ministros las ayudas de generales, esos 10 millones que ahogaban al sector del cine y que impedían la producción de muchos proyectos ya casi en marcha. Hasta aquí todo bien, pero qué pasa con las otras tres líneas de ayudas, las dos de cortos y la asistencia a festivales. Siguen bloqueadas, y eso que entre las tres no llegan a una cuantía de un millón de euros.

Y es que, una vez más, nos encontramos con un ataque a la pata más débil. El corto es al cine lo que las start ups a la empresas tecnológicas: es innovación, riesgo y sobre todo cuna de nuevos profesionales y talento artístico. Esta misma semana se anunciaba la short list de los 10 cortos nominados a los Oscars, entre los que se encuentra dos españoles, Timecode y Graffiti, el primero de ellos ganador de la Palma de Oro de Cannes, premio que solo tiene en nuestra filmografía Luis Buñuel en el año 1961 por Viridiana. Eso es solo un ejemplo de los más recientes éxitos de nuestros cortometrajes pero también tenemos gran presencia internacional, un gran número de premios en festivales de prestigio o creadores capaces de atraer el interés de grandes cineastas, como es el caso de David Victori cuyo cortometraje Zero fue producido por Ridley Scott y Michael Fassbender. Del mundo del corto han salido además algunos de los grandes éxitos de nuestro cine en versión largometraje, como es el caso de Tadeo Jones o el de muchos cineastas con carreras muy consolidadas (Daniel Sánchez-Arévalo, Paco Cabezas y muchos más nombres que podría escribir).

Una vez más la innovación no importa y pasa a ser algo secundario. Para poder explicarlo de una manera sencilla y que todos entendamos, la situación es más o menos la siguiente: imagina una cena de Navidad con toda una familia junta en torno a una mesa llena de exquisita y deliciosa comida (y también muy cara). Todos son felices, beben, comen y disfrutan de las buenas provisiones. Bueno, todos no, en un lado hay una mesa pequeña para los niños, ellos tienen macarrones y filete empanado, como siempre, pero también son felices. Lo que ha pasado en esta ocasión es que esa buena familia ha luchado mucho por seguir manteniendo esa rica comida y se han olvidado de los niños, total, son niños, y ellos lo que quieren es jugar.

Algo parecido ha pasado con nosotros, los productores se han preocupado de tener la cena, que se repartan las ayudas para sus largometrajes, para ello han influenciado y han llamado a quien debían. Pero se han olvidado de los niños y, lo que es peor, no han ido a ayudarlos cuando sus intereses ya estaban salvados (la verdad es que no recuerdo haber visto a ninguno de los productores grandes preocuparse por el qué va a pasar con los cortos). Como ya explicaba en uno de mis post anteriores, la teoría de la botella de  champán, en nuestro sector del cine hay unos agentes de la industria que son un corcho bien fijado que impiden que fluyan las burbujas y el champán. Ese tapón solo se preocupa porque todo siga igual, que nada salga y poder mantener su posición dominante y sus intereses.

Afortunadamente, hay burbujas y champán que empujan y se preocupan por el interés de todos, son todas aquellas asociaciones y profesionales que luchan para que se igualen las condiciones para todos y también se levante el bloqueo en las ayudas de cortos y asistencias a festivales. Porque este Gobierno tiene que entender que entre los cortometrajistas hay pequeñas productoras y creadores que necesitan esas ayudas para poder llevar a cabo su proyectos y subsistir ya que, como la propia ley las definen: son obras de difícil financiación y entran dentro del marco de la excepción cultural.

 Imagen 1: «El día mas corto» es un evento anual que ya se celebra con éxito en otros países europeos el 21 de diciembre, día del solsticio de invierno. El objetivo principal es dar a conocer el cortometraje al público mayoritario a través de proyecciones de cine gratuitas en las calles y en todo tipo de espacios: plazas, colegios, museos, hospitales, comercios, bares, etc.

@rafalinares