El otro día me invitaron a una fiesta, como tuitera particular, a la que podía tener acceso gratuito por tener más de «un 60 de Klout».
Independientemente de lo redicho de la frase, por cuya mera enunciación en una comida familiar mi madre me hubiera dado una colleja y me hubiera dicho que hablase como las personas normales, he de reconocer que a mí misma me sonó un poco a chino.
¿Tengo que tener y mantener un klout alto para poder entrar en una fiesta? ¿Tengo que saber lo que es klout para entrar a la fiesta? ¿Pero en cuántos sitios hay que molar hoy en día?. Empiezo a recordar con cariño cuando sólo había que molar en el colegio.
¿Nos estamos convirtiendo en unos social-modernos? ¿en unos hipsters 3.0? ¿vais a volver a robarme el sandwich en el recreo?
Empiezo a pensar, pero poco, que estamos dándole demasiada importancia a las redes sociales o, más bien, que estamos importando algunos términos y sistemas de medición de manera inadecuada.
El Klout, como la gran mayoría sabéis, es un sistema que mide tu grado de influencia online. Es o debería ser algo únicamente orientativo ya que «premia» cosas como el número de redes enlazadas, aunque algunas permanezcan inactivas, o la actividad en twitter, aunque nunca se publique contenido propio y uno sólo se dedique a replicar. Aún con todo, Klout es útil para hacerse una idea global de la presencia o influencia online de un determinado usuario, pero no debería ser un criterio de selección categórico ni convertirse en un particular portero de discoteca.
Dicen las malas lenguas que Mariano Rajoy, o su equipo de comunicación, compraron followers el pasado fin de semana… Dicen las malas lenguas que se hizo porque Pablo Iglesias estaba a punto de superarle en número de seguidores y no querían que esto ocurriera… Y dicen las buenas lenguas, que haberlas haylas, que en realidad le hackearon la cuenta.
No seré yo quien entre en los motivos reales del incremento de seguidores del señor Presidente, pero vuelve a surgirme la misma duda: ¿realmente es tan importante ser «el más guay de las redes sociales» como para llegar a tomar esa polémica decisión?
Las redes sociales son un mundo maravilloso en el que personal y profesionalmente vivo instalada, pero creo que es importante usarlas, medirlas y disfrutarlas en su justa medida.
Como responsable de redes de un programa de televisión, Twitter me permite conocer las opiniones, quejas, inquietudes y consultas de los usuarios en tiempo real. Me facilita ver qué secciones funcionan mejor, qué colaboradores gustan más y qué comentarios, ya sean televisivos o en redes sociales, nos granjean el favor de nuestro público. Pero de la misma manera, debo ser consciente de que no todos nuestros espectadores usan redes sociales y, por tanto, no representan a la totalidad, ni sus comentarios deben entenderse como verdades absolutas.
Es habitual que las marcas organicen fiestas y eventos para promocionar sus productos e inviten a tuiteros, pero no sólo por su número de followers o su Klout, sino también por su influencia y presencia en el sector correspondiente. Grandes eminencias comunicativas españolas (muchos de ellos compañeros de este blog) no tienen un gran número de seguidores en redes, pero son más influencer que ningún influencer -otro de estos términos que hemos adoptado con frenesí- y por eso es habitual que sean invitados a estas citas. Una gran decisión estratégica, a mi parecer, por parte de estas marcas que no se dejan llevar por cifras aisladas como el «índice Klout».
Y es que, como diría Dani Martín, lo que mola de este garito es que sí se puede entrar con zapatillas. No hay que ser el chico malo del instituto ni la jefa de animadoras para molar, sino aportar buen contenido o ser de utilidad de alguna manera. En redes sociales, puede molar hasta el presidente del club de ajedrez. Así que no nos convirtamos en unos hipsters 3.0 porque, además, no nos engañemos, la barba no le queda bien a todo el mundo.
PD: Fui a la fiesta, claro, hay que aprovechar que tengo más de 60 de Klout 😉
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