http://150597036.r.cdn77.net/wp-content/uploads/2013/09/poster-crowd-the_05.jpg
Fotograma del film “The Crowd”, de King Vidor

Supongo que todo el mundo conoce esta anécdota apócrifa (o igual debería decir de protagonistas desconocidos, pues por estadística es probable que alguna vez haya sucedido). Cuentan que una madre primeriza se presentó muy preocupada ante el pediatra, con su criatura en brazos. El bebé ya tenía más de dos años y la mujer estaba desesperada: el niño aún no había dicho ni una palabra.
El médico se recostó en su sillón y observó durante un rato al paciente, que ajeno al interés que despertaba, gorgoteaba y lanzaba patadas y manotazos a cuanto objeto se ponía a su alcance.
El médico, con gran solemnidad, tranquilizó a la mujer diciéndole: “Señora, puede usted estar tranquila. Su bebé está perfectamente. Antes o después, todos aprenden a hablar. ¿O acaso conoce usted a algún adulto que no lo haga?”
La anécdota acaba aquí. El mensaje resulta evidente: más pronto o más tarde, todo el mundo aprende a hablar (salvo que exista alguna disfunción grave, que por fortuna es en la minoría de casos).
Con esto en mente, pasemos por un momento a otro punto.

A menudo nos olvidamos de que cuando hablamos de audiovisual, nos referimos a una pieza que está constituida por eso mismo: por sonido e imagen, que comparten importancia a partes iguales. Esto es algo que, aunque parezca evidente, la mayoría de la gente suele ignorar.
En este mundo en el que vivimos en el que, por poner sólo un ejemplo, Youtube es el segundo buscador online; parece que el sonido no resulta tan relevante.

Created by Mushroom Networks

Cuando se habla de la importancia del audio, a veces se tiene la sensación de que se hace para acallar las quejas de los profesionales que se dedican al mismo, como si del hermano pobre se tratara. Y no, no es así.
A menudo olvidamos que el oído es un órgano sensible de gran sutileza. Si nos centramos en una película, la construcción del universo sonoro aporta una riqueza de matices a la que difícilmente la imagen podría lograr por sí sola. Si alguien lo duda, que realice la prueba: visione cualquier película que considere “buena” y reduzca el volumen a cero. ¿Resultado? La película nos parece mucho peor.
En primera instancia podríamos pensar que eso se debe a que, al no captar los diálogos, nos perderemos parte de la trama. No es así. El llamado “cine mudo” ya había resuelto de un modo magnífico un discurso visual pleno, en el que no hacían falta ni cartelas explicativas, (De hecho, lo habían resuelto mucho mejor que muchas de las producciones de hoy en día).
Lo que verdaderamente ocurre cuando prescindimos del audio de una película es que despreciamos eso que se denomina “el universo sonoro” del film. Sí, por supuesto está la banda sonora, aunque sobre todo lo que se echa en falta es ese conjunto de sonidos ambientales que envuelven al espectador y que, gracias precisamente a la naturaleza del sentido auditivo, suelen penetrar de un modo inconsciente en la mente del espectador.
Si hacemos este simple experimento comprobaremos el verdadero valor del sonido.

A lo que íbamos (y retomando la anécdota inicial de este post): el sonido es importante, y todo el mundo, antes o después aprende a hablar.
Vivimos en un mundo de imagen, aunque también es un mundo de marcas. Mi reflexión apunta en esa dirección. ¿Podemos extrapolar lo dicho anteriormente y pensar que todas las marcas, antes o después, aprenderán a hablar?
Imaginemos que sí.

El problema no es tanto si, como temía la madre primeriza, las marcas aprenden a hablar o no, sino cómo lo hacen. Fijémonos que el pediatra no entra en matices respecto a la calidad de lo dicho ni a la capacidad comunicativa del discurso de los parlantes.
Se puede hablar y no decir nada (aunque como nos recuerda la PNL, siempre comunicamos), o peor aún, decir algo de tal manera que se tergiverse, no por mala intención sino debido a una expresión deficitaria.

Tengo la sospecha que durante mucho tiempo las marcas no han hablado por sí mismas, sino a través de interlocutores, intermediarios o traductores. Me explico, las marcas (los anunciantes), han recurrido siempre a agencias de publicidad para que éstas elaborarán su discurso y lo hicieran atractivo.
No estoy hablando de que profesionales del sector les ayudaran a expresar con propiedad aquello que querían comunicar, sino a que, directamente, les han cedido su voz a terceros, pensando que la voz de estos era mejor que la propia.

No hay dos marcas iguales, como no hay dos personas idénticas, (parecidas sí, pero no iguales). Dicen que “el diablo está en los detalles”, y es precisamente ahí donde tenemos que buscar la identidad y la verdadera naturaleza de la marca.
Hace poco tuve ocasión de evaluar un spot realizado por una gran agencia de publicidad para una marca de prestigio internacional. Mi respuesta fue tan breve como clara: “técnicamente es impecable, pero no representa a la marca para nada”.
Aquella era una pieza audiovisual realizada con todo tipo de medios y, como digo, con una factura excelente. (Espero que se entienda que mantenga los nombres en el anonimato, más aún cuando lo que quiero decir se entenderá igualmente).
El problema es que la técnica (el estilo, el storytelling, si se quiere), era un estándar. Sí, de gran calidad, pero un estándar aplicable a cualquiera y, por lo mismo, inútil para todos.
Aquel anuncio privaba a la marca de su propia voz, de su personalidad, y convertía al producto y la empresa en una figura más entre la multitud de marcas que se anuncian a diario.

https://eatdrinkfilms.files.wordpress.com/2014/05/sfsff_keaton_tommy-lau.jpg

Imagen de “The Buster Keaton Crowd” en el San Francisco Silent Film Festival. Photo de Tommy Lau

El último ejemplo sobre lo que digo se me presentó hace pocos días, cuando vi el último spot de la Fundación “La Caixa”. Esta pieza forma parte la campaña “Imprescindibles”.


Vídeo oficial de la campaña “Imprescindibles”

Tratándose de una fundación con finalidades benéficas de corte humanitario, habiendo enfocado la campaña como un homenaje a aquellas personas que dedican su vida a ayudar a los demás, y habiéndose tomado la decisión de que sean los propios homenajeados quieres aparezcan en pantalla, parece que todo debería ir bien.

Es evidente que la idea original es dar voz a los miembros de las organizaciones, y a través de ese aporte de verismo, obtener mayor cercanía y credibilidad. (Eso no es un problema: se puede hacer un casting entre los participantes sin necesidad de recurrir a actores profesionales).
Aquí parece que tiene sentido que la marca (Fundación “La Caixa”) ceda su voz a terceros, o adopte como propia la voz de éstos. Hasta aquí no veo ningún inconveniente, pero…
Efectivamente: todo el que haya visto el spot se habrá dado cuenta de lo impostado que resulta el audio, algo que a mi entender elimina todo el potencial que tenía la propuesta.
Tan terrible como escuchar a alguien doblado (esa lacra que el mercado audiovisual español no logra quitarse de encima), digo, tan perjudicial como eso, resulta el darse cuenta de que la persona que nos habla no utiliza sus propias palabras: que recita, como un estudiante aburrido, unas líneas que otro ha escrito para él, y que no comprende, que no le importan o que, en el mejor de los casos, comparte pero nunca expresaría de ese modo.

Como decía el pediatra, todo el mundo, antes o después, aprende a hablar. Otra cosa es que lo haga con propiedad y con su propia voz. Puede que ése sea un primer paso a dar por las marcas, si quieren que el Branded Content que generen llegue a su público.

(Nota: las imágenes utilizadas se acogen al derecho a cita y sus propietarios aparecen debidamente acreditados)