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Hace poco más de dos meses presenté mi TFG (Trabajo Fin de Grado, según el querido plan Bolonia) y algo menos de dos años que empecé hacerlo. ¿Su título?: «El poder de la publicidad como herramienta de la educación emocional».

¿Pensáis que este título es una verdadera utopía? Pues aunque a priori parece un conflicto de intereses, entre educación emocional y publicidad (más cuando la publicidad se traduce en beneficios, ventas, dinero) quizá podamos encontrar muchos más puntos en común.
Después de buscar y buscar relación entre:

– Publicidad + emociones (fácil)
– Publicidad + inteligencia emocional (difícil)
– Publicidad + educación emocional (imposible)

Llegué a conclusiones dignas de compartir, sobre todo con aquellos para los que sociología, psicología y publicidad no son palabras aisladas sino hilos de una misma maraña.

Partiendo de la base del poder de la publicidad, que es innegable, puse de ejemplo el spot de Autocontrol donde nos deja ver un mundo difícil de imaginar sin publicidad que, por cierto, parece un tráiler la nueva temporada de Black Mirror. Añadido a eso, sumé la influencia de los medios de comunicación (también llamados Cuarto Poder) los cuales han escalado tantos puestos que hoy en día son uno de los cuatro agentes de socialización.
De ahí saqué esta ecuación sin respuesta. Despeja la X:

Capacidad educativa de los Medios de Comunicación + Poder de la publicidad = X

¿Ya tenéis la respuesta? Yo no. Porque cualquiera que se me ocurre tiene que ver con dinero, ingresos, objetivos, KPI’s, Top of Mind o valor bursátil…

Y es que mi gran pregunta (o hipótesis, como sugieren en el ámbito investigador) es: ¿por qué la publicidad no se hace responsable de la educación socioemocional? Porque visto lo visto y sabiendo que son un agente de socialización muy potente, podrían contribuir muchísimo… Pero no nos confundamos pensando que es un agente más sino que tiene una gran ventaja: ninguno de los agentes de socialización restantes, como tus padres, tus profesores o tus grupos cercanos (véase amigos, conocidos o derivados) tienen la capacidad de ser 24/7/365.

Pensemos que los medios de comunicación son como nuestro Dios más tangible: omnipresentes, omnipotentes y omniscientes. Les falla eso de ser omnibenevolentes, entre otras. Y es ahí a dónde voy… me falta esa cuarta “o”.

Por ridículo que parezca, dichos medios y en concreto la mano que mece su cuna (véase publicidad), ¿no debería de tener omnibenevolencia? O, mejor dicho, ¿no deberían dedicarse a contribuir socialmente un poquito más?

jesus

Y aquí no vamos a hablar ni del #IceBucketChallenge, ni de RSC, filantropía, o la cultura de lo gratuito (salgan de este último y mayor engaño gracias a este documental). Esas farsas ya las tenemos superadas, ¿verdad? Me refiero a aprovechar el potencial de educar que tienen para construir unos modelos, estereotipos y conceptos que construyan y no destruyan. Y aquí meto a todos en el mismo saco: medios de comunicación, publicistas, anunciantes….

De hecho, y es aquí donde quería llegar, en mi TFG analicé todas las campañas gráficas ganadoras de Gran Prix del Festival Publicitario El Chupete (que, supuestamente, vela por los intereses de una publicidad infantil positiva, moderada y que aporte valores).
¿Y cuáles creéis que fueron los resultados del análisis? Que más del 55% de las campañas gráficas analizadas contribuían bien poco, por no decir nada, a la educación socioemocional del público joven e infantil (sobre todo edades comprendidas entre 13-17 años) incluso algunas se podía considerar que “deseducaban”.

Hablando en plata: que el hecho de vender, persuadir y convencer seguía prevaleciendo aun cuando hablamos de anuncios que se presuponen como “especialmente” responsables y positivos para su público.

Y es que el foco de la investigación era analizar la publicidad que ha sido premiada para un grupo débil como el infantil/juvenil o podría serlo la tercera edad. Pero, ¿con qué me encuentro? Con que no hay compasión, no hay miramientos. No pensamos en el target en realidad, sino que pensamos en lo que piensa el target para jugar con la parte más delicada. Así buscamos los insights los aclamados publicistas: pensando la vulnerabilidad del target  ante el mensaje y pensando que el fin justifica los medios.

Con estas conclusiones termino cerrando el círculo donde había empezado: resumiendo vagamente un TFG que me ha dado titulación en Publicidad y Relaciones Públicas. E hilando con aquello que me llevó a estudiar esta carrera: la preocupación porque la publicidad contribuyese con un tema que especialmente me sensibiliza: los trastornos alimenticios como anorexia o bulimia. A día de hoy sigo intentando contribuir desde dentro de la profesión a este tipo de modelos sociales dañados, estereotipos mal construidos y técnicas de modelaje desviadas.

Quizá algún día deje de leer artículos como éste en el que nos explican cómo Instagram hace de espejo social una vez más a través de hashtags como #thinspo, #thinspogram #proanorexia o #loseweight propios de #instaenfermedades; o tal vez este famoso vídeo en el que se habla de la objetivación sexual (quizá podamos debatirlo en mi siguiente post).

Porque cada vez que encuentro valores negativos en la publicidad me reafirmo más y tomo fuerza para luchar a favor de la educación emocional, desde la escuela hasta los medios de comunicación.

Mención especial a Juan Carlos Pérez-González y Rafael Bisquerra por ayudarme tanto y ser verdaderas guías de la Educación Emocional en España.