Parece ser que experiencia, del latín experientĭa, es el hecho de haber presenciado, sentido o conocido algo.

A día de hoy, la palabra EXPERIENCIA es el mantra de la doble moral: el sobreexplotado nombre que nos suaviza el consumo, que nos mece en los brazos del marketing emocional y que nos torna vanidosos en Instagram.

Qué feo y qué antiguo aquello de acumular objetos materiales. Superficial. Es de la época pasada. Ahora nosotros vivimos con menos cosas: ¡consumo responsable!. Vivimos como si fuésemos a morir mañana, ya lo vaticinaban los tatuajes noventeros de Carpe Diem en la zona lumbar y las buenísimas campañas de Mastercard con su claim “priceless”. No tiene precio.

Perfectamente explicado por  José Carlos Ruiz en Aprendemos Juntos: “Te dicen que lo importante en esta vida es llevarte una mochila de experiencias encima y que eso te va a dar esa felicidad. Entonces, estamos obsesionados con ir acumulando experiencias unas tras otras (…) Entras en una dinámica en la que el consumo de experiencias se va a convertir en el eje que va a orientar tu vida”.
Y las experiencias, por supuesto, siempre tienen un precio. No son gratis, sino más bien, caras. Viajar, comer, ir a eventos, salir con los amigos o ser feliz son el top del marketing experiencial que ya explicaron Bernd Schmitt o Alvin Toffler,este último en su libro El shock del futuro ya criticaba “las grandes dificultades de los economistas para imaginar alternativas al comunismo y el capitalismo” y aventuraba un futuro en el que los consumidores preferirían invertir gran parte de sus salarios en vivir experiencias increíbles, lo que desembocaría en el surgimiento de una “industria experiencial».

Y de eso venimos a hablar, de la INDUSTRIA EXPERIENCIAL y, más en concreto, la que vivimos en el sector del ticketing y su futuro cercanoAlgunos síntomas:

  1. El gasto de los españoles en ticketing crece cada año más. Se estima que entre 2019-2023 el ticketing digital crecerá un 24%. Además tomamos como referencia la cantidad de espectáculos que se celebran en España, por ejemplo, los festivales de música: cada año nacen (y mueren) más y más.
  2. Los recintos donde se celebran los eventos como el Wizink Center de Madrid que ha conseguido ser el cuarto recinto con más actividad del mundo y tercero que más recauda.
  3. Ahora que los artistas apenas tienen otra forma de ganar dinero, los conciertos y los deportes (como el fútbol en España) son la gallina de los huevos de oro, ¿quién no quiere sacar tajada de esto?

Y esta es la tormenta perfecta:

Artistas sedientos de eventos + Experiencias como mejor forma de consumo + Tecnología para facilitar la compra de tickets

Entonces viene ese momento en el que el sector de ticketing, en su delirio de grandeza, comienza a subir los precios medios del ticket sabiendo que el consumidor está entre sus manos. De hecho, el precio para ver conciertos en EE.UU. aumentó un 55% durante la última década

Lo curioso es que, además, es un mercado en el que hay mucha demanda en ciertos momentos, poca oferta y poca transparencia. Queda feo decirlo, pero oye, los artistas no viven del altruismo. Ahora llega lo absurdo de la industria en la que la avaricia rompe el saco y con ello varios ejemplos:

 

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  1. Cuantas más partes, mejor: Está de moda la jeta tremenda de partir la pista en dos para que los de delante se dejen una pasta y los de detrás también, en todos los conciertos de artistas internacionales. 
  2. Surrealistas zonas VIP: Guns n’ Roses, Sevilla, 2020 con una zona VIP irrechazable que incluye, ojo, esto: «Camina entre bambalinas y pregunta a miembros seleccionados del equipo cómo es realizar una producción de este nivel» por un módico precio de 1.060 euros más 141 de gastos. Y como con los otros, esto, claro, te permite estar en la Pista A, en este caso con «acceso a plataforma».
  3. Los precios dinámicos: La principal plataforma de ticketing del mundo, Ticketmaster, con su situación de poder y predominancia ha comenzado a establecer precios dinámicos en muchos países. Por ejemplo, en España ya lo han probado con grandes conciertos como el que dio U2 en Madrid en 2018 así como han anunciado el uso más frecuente a partir de este año.
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    A pesar de que cerraron su web de reventa como parte de su limpieza de imagen, han conseguido mantener precios altos y capacidad para poder sacar más dinero de las entradas con su servicio de Ticketmaster Platinum.
    En palabras de Mercadeo Pop, una de las páginas que hablan sobre conciertos y eventos más importantes de España: “La reventa, al final, existirá porque siempre existió. Es más acojonante lo que ya está perpetrando Ticketmaster. Y vaya por delante un dato: Las entradas Platinum (que deberían ser de pista pero son de gradas extensibles para exprimir un poquito más la pasta) para ver a U2 el 20 de septiembre de 2018 en el WiZink Center costaban 1.500 euros hace dos semanas y ahora cuestan 800. ¿Qué mierdas está pasando aquí?”
  4. El juego de la silla by FC Barcelona: Se nota que aquellos que tienen situaciones de poder, se aprovechan de ello. El FC Barcelona ha hecho de su sistema de ticketing un auténtico juego. Las entradas se entregan 48h antes del evento y te pueden “tocar” separadas. Así tienen más margen para encajar a todo el mundo y distribuyen en el campo a todo el mundo y hacen su propio encaje de bolillos previo al partido para maximizar el rendimiento.  Además, no olvidamos, que también tienen precios dinámicos.
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  5. Entradas nominales para todos: Y aquí llega la obra máxima en la que, para que la reventa no pueda perjudicar al consumidor (bonita forma de desviar la atención) se les ocurre que la mejor idea es que las entradas de algunos eventos sean nominales. Si el consumidor tenía pocos derechos, vamos a quitarle más añadiendo alguna que otra obligación como que tengas que ir sí o sí al evento.

    ¿Cuánto nos costará una entrada en unos años? ¿Seguirá habiendo situaciones monopolísticas en la cultura y en los deportes? ¿Le quitaremos algún derecho más al consumidor? Y finalmente, ¿CUÁNTO CUESTA UNA EXPERIENCIA? NO TIENE PRECIO.

 

Al final, no nos damos cuenta, pero estamos normalizando esta situación. Poco a poco nos hacen creer que el mundo siempre fue así, pero lo cierto es que ante tanto absurdo, compiten en contra de la libertad y los derechos del consumidor que, lejos de verse favorecidos, cada día deciden comprar más en un sector que les trata peor. Parece que las tiqueteras son el nuevo Ryanair. 

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