¿Ha muerto la Televisión? Si, claro que sí, una vez más, y no será la última. Porque la tele tiene Efecto Rebote, como el ave Fénix, el Teatro, el Capitalismo, la cola de las lagartijas, Raffaella Carrá o adelgazar con dietas.
Como medio de comunicación de masas ya ha cumplido su ciclo, así que cíclicamente alguien se ocupa de actualizar su esquela. La mutación digital ha multiplicado los entierros de la Televisión tradicional. Muerta y bien muerta que está. No importa que, según el ANALISIS TELEVISIVO 2013 de Barlovento, en 2013 cada español dedicó a ver televisión una media diaria de 243 minutos. ¡Más de cuatro horas de consumo audiovisual al día! Le entregamos a la pantalla más tiempo del que, sumado, dedicamos a merendar, lavarnos los dientes, hacer el amor y pensar en la paz mundial, por citar solo algunas ocupaciones cotidianas. Después de dormir y trabajar, el consumo de televisión es la tercera actividad en tiempo del español medio.
¿Quién es el muerto aquí?
Tal vez se trate solo de una muerte a medias o, dicho en guay, de un cambio de paradigma. Pero como no es lo mismo decirlo que escribirlo, durante los próximos 21 párrafos vamos a entretenernos con esto, a ver hasta dónde nos lleva.
1. Como otros Mass Media, la televisión nació primero como una curiosidad tecnológica. Los experimentos de J.L Baird o los prototipos nazis de Telefunken pasearon por Ferias Internacionales antes de convertirse, en un tiempo record, en el gran oráculo del mundo civilizado.
2. Tele-visión: “mirada que llega lejos”. El nombre conserva viva la magia que proponía el invento, que no es su capacidad de abrir una ventana para traernos trozos de realidad ajena, sino el poder de trasladarnos hasta esa realidad y sentirla como propia. Magia pura que permite al hombre volar, literalmente, sustituyendo a la imaginación, su vehículo anterior. Omnipresencia, uno de los atributos de cualquier Dios que se precie.
3. Dicen que cambiar la mirada es cambiar el pensamiento. Con más eficacia que la Religión, la Enciclopedia Francesa o el Ferrocarril, la Televisión cambió y cohesionó nuestra “percepción del mundo”, nuestra Cosmovisión, esa cosota que los filósofos alemanes, con su habitual precisión de relojeros, llaman la Weltsanchauung.
4. Si la TV se ha muerto lo ha hecho con los deberes aprobados, porque, la verdad, se lo ha currado: en sus 80 años de existencia ha generado más contenidos que toda la cultura anterior. Cultura mediocre y/o brillante, da igual, porque, de la misma manera que hay novelas y esculturas infumables, muchos relatos televisivos son obras maestras. Ahora, después de ocho décadas y cuatro generaciones, somos Televisión porque estamos hechos de Televisión.
5. Cosmovisión. Si enviásemos al espacio interestelar una nueva sonda espacial Pioneer para saludar y comunicarnos con los Seres Verdes, bastará con grabar en su disco duro el código binario del genoma humano y adjuntar un capítulo de LOS SOPRANO o de LOS SERRANO, según quién pague el cohete. Eso nos resume como especie y como civilización.
6. El auténtico poder de la Televisión reside en su capacidad de unir comunidades y de oficiar comuniones. Comunión, de “común”, en su doble acepción de aglutinante y de ordinario. Por eso es el medio de comunicación de masas por excelencia. Lo adivinaron Goebels, Kennedy, Mc Luhan, y todos los departamentos de marketing del planeta. Poder en estado puro. Pero, como le dijo Ben Parker a su sobrino: “ Todo poder conlleva una gran responsabilidad”, así que, entre todos ellos y algunos más, convertimos la Televisión en la gran placenta de referencia para el nuevo hombre de la postmodernidad.
7. Flashback. Recordemos que los primeros “televisores” entraron en las casas y se instalaron en alto, como el sagrario de las iglesias. Los usuarios convirtieron el nuevo electrodoméstico en un oráculo luminoso que había que contemplar elevando la mirada, con las cervicales convexas. Este hábito permanece aún en los bares, donde los monitores, desde lo alto, agrupan la fuga de todas las miradas. Aquella era la Televisión comunitaria y, en los casos más eficaces, que fueron muchos, también la Televisión comunal, capaz de generar sentimiento de pertenencia y reconocimiento en la tribu de los espectadores.
8. Flash forward. La revolución tecnológica nacida con lo digital alimenta un diluvio de nuevas pantallas que llevan la experiencia de consumo audiovisual a lo individual. La pantalla se desmitifica, se cae del altar donde la pusieron nuestros abuelos, y baja hasta converger con un destinatario solitario, apencado físicamente sobre el terminal de su Smartphone, de su tableta o de su ordenador; a veces sobre varios de ellos simultáneamente. Ahora hablamos más de espectadores que de audiencias. Tanto por el alcance de su cobertura como por sus efectos, es una Televisión des-comunal, capaz de individualizar a los espectadores de su propia tribu.
9. ¿Hemos puesto la Televisión en su lugar o son las pantallas las que están recolocando nuestra anatomía? El cambio de paradigma también es anatómico: de la Televisión cervical convexa, que se mira en alto ofertando la garganta, como hacen los lobos derrotados en muestra de sumisión, a la Televisión cervical cóncava, con la mirada baja del feto que vigila su ombligo – la conexión con su propio mundo-, mientras oferta la nuca, como los penitentes o los reos.
10. Comunidades unificadas o usuarios únicos, una diferencia nada sutil. Los profesionales azuzamos el ingenio porque ahora debemos llegar al destinatario de uno en uno, y solo podemos alcanzarlo en su condición de ciudadano o de consumidor, que es la vía de trabajo emergente para los nuevos narradores audiovisuales. Mucho trabajo por delante. Ahora, además de crear relatos, tenemos que fabricar comunidades y mantenerlas vivas para nuestra propia supervivencia.
11. Los relatos existen para crear o re-crear emociones, que son valores agitados por los sentidos. En comunicación de masas los mejores relatos no están en los mejores discursos sino en las mejores emociones. Los mejores relatos son los que proporcionan la experiencia de los valores compartidos, de la catarsis, de la cesión del yo al colectivo, y blablablá. Porque las emociones más eficaces, intensas y fructíferas, son aquellas que pueden comunicarse y compartirse, aquellas que generan sentimiento de pertenencia, aquellas que alimentan el buzz con el que se enhebran, vertebran y consolidan las comunidades, sean de usuarios, de ciudadanos, de naciones o de pequeños, medianos o grandes perfiles sociológicos.
12. Eso lo hacía con cierta facilidad la Tele clásica, la Mass Media, pero ahora las pantallas se multiplican, la audiencia se atomiza y con ella, el poder del Medio. Esta es la tele que tal vez esté muriendo, aunque lo haga poco a poco, a razón de 243 minutos diarios per cápita. Por eso conserva la energía suficiente para dar de vez en cuando un buen puñetazo en la mesa.
13. Entonces en qué quedamos, ¿enterramos o no la televisión? Pues va a ser que no, al menos éste año. En las parrillas sobreviven aún auténticas muestras de televisión comunal capaz de aglutinar comunidades de modo único, garantizando experiencias de identificación emocional sin fronteras. Pienso en las campanadas de Nochevieja, pienso en las retransmisiones de futbol, pienso en las misas dominicales, y seguramente hay más.
14. Como la Música, muerta y vuelta a nacer como género televisivo gracias a los talent- shows, que están llenando de canciones las parrillas televisivas del mundo entero. Y con éxito. Ahora la tele hace ComuniCANCIÓN de masas porque la canción es tal vez el relato emocional de más fácil consumo popular.
15. Un ejemplo contundente y de éste mismo mes: el Festival de Eurovisión, la retransmisión televisiva aun en activo más antigua del planeta. El evento ya es un cincuentón maduro, como James Bond, el Carlitos de «Cuéntame» o el propio Spiderman, por citar otros hijos de la gran cultura popular. Como ellos, la Eurovisión ha tenido su momento, luego su desmomento, y vuelta a empezar. Efecto Rebote. Rise like a Phoenix.
16. El Festival de Eurovisión es a la Cultura musical del hombre blanco lo que las Fallas valencianas son a la Escultura en general. Un fenómeno espectacular. Literalmente. La vieja tele se muere pero la última edición de Eurovisión se ha convertido en el programa más comentado en redes sociales en la historia de España. Manotazo en la mesa. Subimos cervicales para mirar hacia Viena. ¿Qué ha pasado?
17. Este año la Europarranda vuelve a brillar. No ha sido por la calidad de sus chansonnettes, sino por la repercusión mediática y social. ¿Ha ganado Austria? No solo: ha ganado, por fin, la comunidad eurogay, tras muchos años de una batalla entusiasta que empezó en 1998 con la actuación de la israelí Dana Internacional y que ha rematado con la aplastante victoria de Conchita Wurtz, ¿Quiénes llenaban el pabellón del Festival? ¿De donde salió el masivo voto que le dio el triunfo? Ademas de la bandera austriaca, Conchita llevaba también la de algunos valores comunes que cruzan las fronteras de casi toda Europa.
18. Rusia cero, Tolerancia uno. Una victoria de mucho mérito porque en las últimas ediciones se batallaba contra otra gran comunidad, la de los Estados Eslavos, interesados también en convertir la Eurovisión en su propia fiesta comunal para empoderar, desde la música popular, la memoria del imperio soviético, la vieja CCCP, el CuCurruCú Paloma cirílico.
19. El oso Ruso pierde gas y ha vuelto a ser burlado desde Viena, la vieja frontera de la guerra fría. Está enfadado y dispuesto a inauditas represalias: Moscú piensa en crear su propia versión eurovisiva y media población amenaza con pelarse la barba , justo lo contrario de lo que recomienda el refrán. ¿Es todo esta locura posible sin televisión?
20. Lo que ha pasado este año ha sido un fenómeno espectacular pero nada nuevo. La mujer barbuda siempre ha tenido un lugar en las ferias itinerantes, como la propia televisión cuando solo era un prototipo tecnológico, una novedad curiosa. Ahora, también como el Medio en sus albores, Conchita se convierte en referencia indiscutible para una auténtica comunidad sociológica, mucho más que una comunidad de usuarios y muchísimo más que una simple comunidad de fans. Y con ella la misma Eurovisión, el mayor Festival de la diversidad que se celebra en el planeta, y, de lejos, el más surrealista, vivirá una nueva época dorada. Un ejemplo perfecto de buena Televisión Cervical convexa, la moribunda.
y 21. Bonus track porque sí. Dijimos que la Televisión, la de antes y la de ahora, también crea obras maestras. Si has llegado hasta aquí puede que te guste esta perla de la Comunicanción. Año 1974, una canción escalifrástica cantada por el mejor Celentano, bailada por una jovencísima Raffaella Carrá y grabada por la excelente RAI preberlusconiana: tres monstruos de la gran televisión de entretenimiento para el que es, probablemente, el primer rap latino de la Historia. Canelita en rama.
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Imágenes:
misc9 ; Katy Warner ; Jose Ramón Miranda ; Leo Prieto ; Paul Townsen ; septem trionis ; Esc Austria
Más allá del análisis del último festival de Eurovisión, y estando de acuerdo con la mayor parte de lo expuesto en el post sobre el tema “¿Ha muerto la televisión?”, me permito incluir una reflexión bajo el prisma del entorno económico actual.
El neoliberialismo (individualidad + competitividad) impera e impone su doctrina, que se refleja entonces a las relaciones sociales. Es por eso que el consumo audiovisual tiende (o fue inducido) a lo individual, segmentando a la masa social en tribus como elemento residual a lo largo del proceso. Unas tribus, eso sí, de escasa cohesión, alejadas de una verdadera comunión, como se pone de manifiesto al entrar en juego la competitividad. ¿Cómo mantener a las diferentes tribus unidas en su debilidad? Hasta hace unos años se lograba mediante el consumo (que era el objetivo final de todo este proceso diseñado con antelación a la crisis). Pero para consumir es necesario tener la capacidad adquisitiva para ello; algo muy complicado a día de hoy (y no sólo en España).
En esta coyuntura, ¿cómo pueden actuar los nuevos narradores audiovisuales? El recurso de operar directamente en la emoción es válido una vez más (Shakespeare no escribió sus obras en vano). Pero, para el espectador, ¿dónde termina la emoción reflejada en una pantalla (sea ésta o no de televisión)? Sería bueno que la emoción fuera más allá de lo individual y buscara materializarse en la realidad del espectador. Es por eso que la televisión debe dar el salto de la actual situación virtual de “infinidad de nuevas pantallas” para incluir una todavía mayor: LA VIDA (con mayúsculas). Este salto, gracias a la emoción, nos permitiría reconocer a la persona real que tenemos al lado y verla (y sentirla) no como alguien que compite contra nosotros sino como el hermano o la hermana perteneciente a una tribu global mayor y común.
Y aquí entra en juego el punto 6 mencionado más arriba en el post y sobre el que se apoya el neoliberalismo para imponer su doctrina (aunque parezca una contradicción). Entonces, el punto 6 nos llevaría a indagar sobre quién controla la inmensa mayoría de los grandes medios de comunicación. Claro que esa sería otra historia. La historia ahora sería recordar aquellas noches de Eurovisión, cuando familias y vecinos se reunían en la casa de aquel afortunado que tenía un tele en blanco y negro para VIVIR todos juntos, en común, LA EMOCIÓN (también con mayúsculas) de algo único e irrepetible.