Casas Colgadas - Cuenca (Explorer)

Como punto de partida, y para entender este post, es indispensable leer el escrito por la compañera Fátima Cayetano el pasado mes de febrero y titulado “Querida señora de Cuenca, deje de dominar la programación”.  Y, en segunda lugar, quiero aclarar que no tengo personalmente nada contra ninguna señora de Cuenca,  ni contra la propia ciudad en sí. ¿Entonces, por qué no quiero que las señoras de Cuenca vean cortos?, ¿Acaso soy cruel y estoy en contra de compartir los cortometrajes?. Intentaré explicarme en la siguientes líneas. Como productor odio decir que produzco cortometrajes o, lo que es peor, que me digan que pertenezco a la industria del cortometraje, incluso lo que más me revienta oír: que los cortometrajistas también tenemos derecho a formar parte de la Academia de Cine. Cuando le decimos a una señora de Cuenca que hacemos cortos o que vaya a ver un cortometraje, podemos ver cómo se alumbra en ella una cara maternalista con un pensamiento detrás: “qué majo el chiquillo, es como mi sobrino, le gustan esas cosas de la cámara, ya se hará mayor y hará cosas de verdad”. Y, acto seguido, esa señora de Cuenca se irá al centro cultural a ver la sesión de cortos, probablemente en un festival de verano y con mucha gente en la sala, con niños corriendo en la primeras filas y una proyección más que deficiente. Como punto de partida, la palabra cortometraje me suena viejuna, setentera y no me siento identificado para nada con ella, no me representa. Cuando estudiaba la carrera nuestra mayor ilusión era hacer un cortometraje, era parte de la magia del cine, tener el dinero y la capacidad de hacerlo, pero sobre todo, lo más emocionante era escuchar el “tac tac” del motor de la cámara pasando el celuloide. Aquellos sí que eran cortos… e, incluso, se veían en el cine antes de la películas (y con suerte el productor te regalaba el VHS del corto en el que habías trabajando, por supuesto gratis). Y después de hacer cortos hacías largos, y si eras mediocre te ibas a la televisión (para los que queríamos hacer cine, trabajar en televisión era el peor castigo posible). Afortunadamente, ese mundo maniqueísta ha desaparecido. Hoy no existen esas limitaciones y se ha perdido el mito del celuloide. Hoy queremos contar historias y los formatos establecidos (corto y largo) se han perdido, porque ya no hay una única pantalla donde verlos. Ahora hacemos contenidos audiovisuales. Algunos todavía se empeñan en llamarlo corto y hablar de industria del cortometraje.  En el último informe publicado con cifras y letras del cortometraje en Madrid del año 2011, se indica que el coste medio de un cortometraje de ficción es 39.770 € y en 2011 se hicieron en España según ICAA son 249 cortos, lo que hace que hablemos de un volumen de negocio anual de 9.902.703 € esta cantidad, evidentemente, que no cumple la característica de industria (al menos, para mí, necesita generar puestos de trabajo estables y un tejido industrial mínimo).* Pero, como indicábamos antes, ya no sólo se hacen cortos, se hacen muchos más contenidos que no sabemos dónde encajarlos: webseries, youtubers, contenidos para aplicaciones, para webs y un largo etcétera de cosas que seguro se me olvidan. Y, entre todos ellos, suman lo que se debe de entender en una industria única, ya sea de contenido o de entretenimiento, pero no podemos ser los propios creadores los que nos pongamos etiquetas que nos limiten y nos lleven a décadas pasadas. También tiene que ver con nuestras propias reivindicaciones, no podemos seguir pidiendo lo mismo que hasta ahora. Tenemos que pensar en el futuro en los próximos años, adelantarnos porque somos nosotros mismos las trabas a nuestras ruedas. Otros sectores paralelos están moviéndose, y rápido: Movistar Tv, Wuaki, Yomvi o Filmin están arriesgando y tomando puestos para el momento clave de desintermediación que se dará en la televisión. Otros sectores patalean y tratan de defenderse de lo que viene sin entenderlo, esta semana lo hemos vivido claramente con la del Taxi y Uber. Yo tengo muy claro qué quiero ser y dónde estar. Quiero que la señora de Cuenca me tome en serio, como un buen profesional y creador. Quiero que la señora de Cuenca coja a su sobrino y vea con él contenidos en el IPAD, en el ordenador, en su SMART TV y también en el centro cultural de su pueblo. Quiero que la señora de Cuenca decida y tenga acceso a los contenidos que quiera ver y no solo a aquéllos que Antena 3 o Tele 5 le propone que consuma. Y, mientras todo esto sucede, os digo lo mismo que Coque Malla decía en esa maravillosa película que era Todo es mentira , “me voy a Cuenca”.     *Es curioso que no haya datos oficiales de la industria del cine después del 2011.   Imagen: Gabriel Villena

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