Una de las “sorpresas” de la llegada de Netflix a España ha sido la limitación en algunos aspectos de su catálogo cinematográfico, su voluntad de ofrecer contenido local y la apuesta por la oferta de contenidos periféricos (especialmente, series).

Netflix está ofreciendo un abanico de series de ficción de procedencias diversas muy variadas, más allá de la omnipresencia estadounidense. Ya sea de producción propia o ajena, el servicio de streaming on demand permite ver producciones elaboradas desde en Israel (Fauda), Argentina (Estocolmo), Colombia (Pablo Escobar, patrón del mal), Francia (The Frozen Dead o Narcos), Suecia y Dinamarca (The Bridge), Japón y Holanda (Tokyo Trial), Italia (Suburra) o Reino Unido (The Crown o Marcella), entre muchas otras.

¿A qué responde este interés por los contenidos no estadounidenses?

Es evidente que todas las plataformas online que ofrecen servicios parecidos intentan consolidar su proceso de expansión mediante pequeños o grandes guiños a los contenidos locales. Pero, lógicamente, cada plataforma sigue su modelo propio. Mientras unos intentan contentar al abonado de proximidad mediante la compra de derechos deportivos y programas locales pensados para una audiencia de proximidad; otras consideran que su política de programación de contenido local puede ofrecer al usuario una oferta más variada.

En ese sentido, se recomienda la lectura del artículo de Steven Herrera, “M&E Journal: Netflix and Amazon Go Global: The Impact of Content Localization on Video Streaming”, en el que compara el modelo de expansión de Amazon y Netflix; destacando el hecho que el primero compra contenido y eventos para operadores y audiencias autóctonas (caso de India) y el segundo opta por la Foreign Programming para seducir audiencias globales “Netflix is creating “foreign” programming that can find an audience in a broader global membership base. Narcos, a French production shot in Colombia with a Brazilian star, played well all over the world”.

Eso no significa que en un futuro cercano Netflix no opte por los eventos de forma significativa…. Y mucho menos, después de los movimientos de Facebook y otras plataformas para optar en las subastas de derechos deportivos a partir del 2020.

Es interesante prestar atención a su concepto Foreign Programming. Parece ser que Netflix apuesta por un medio de comunicación global que permite consumos de todo tipo de contenidos locales (especialmente ficción), dejando en un segundo término el contenido de proximidad pensado exclusivamente para un consumo local. O

La cuestión es si esta apuesta por el contenido periférico tiene consecuencias a medio y/o largo plazo en los ecosistemas de producción local.

Desconozco totalmente la respuesta, pero si tuviera que pensar en ello me fijaría en tres factores:

1) ¿El contenido es realmente periférico?

Es evidente que las necesidades de Netflix y otras plataformas parecidas son muy concretas y que tienen la tendencia a homogeneizar sus contenidos en búsqueda de resultados de consumo habituales. Fruto de esta tendencia, algunos productores consideran que el contenido periférico no es tan periférico como parece. En otras palabras, la plataforma selecciona el contenido periférico que se podría parecer en mayor medida al contenido céntrico o centrífugo(de procedencia norteamericana o anglosajona).

Si aceptamos esta tesis, también tendríamos que valorar la posibilidad de la existencia de un proceso inverso: que el contenido de ficción generado por el mundo termine por influenciar a la matriz estadounidense. Los escandinavos penetran en los mercados anglosajones con facilidad y las tramas y escenarios de América latina parecen interesar cada vez más a la audiencia global… Solo por poner dos ejemplos recientes.

2) ¿Las nuevas plataformas creen más en el contenido que ofrecen que los medios tradicionales?
El sistema bajo demanda – a diferencia del de origen analógico-modifica no solo el modo de consumo del espectador sino también aquello que decide ver.

¿El consumidor ve lo que desea ver o es incitado a ver ciertas cosas en función del conocimiento de sus intereses? ¿Mandan nuestros gustos o los intereses de la plataforma?
Sea cuál sea la respuesta (podríamos estar horas debatiendo sobre la teoría de Usos y gratificaciones) la cuestión es que alguien ha decidido que nos puede interesar el contenido periférico y que lo producirá o comprará y lo ofrecerá para su consumo de forma EFECTIVA .

3) ¿Es necesario respetar el imaginario del consumidor?
El consumidor audiovisual necesita sus dosis de proximidad. Dicho acercamiento se puede conseguir mediante dos vías: la emisión de eventos locales o la producción de contenidos que incluyan tramas o paisajes (humanos) propios. Estas dosis no tienen que ser muy grandes, pero si regulares.

Vistos estos apuntes, la siguiente pregunta que deberíamos formularnos es ¿Qué queremos aprovechar los generadores de contenidos locales de las necesidades de estas plataformas?

¿Debe el Estado aplicar una cuota de obligatoriedad de producción original (similar a la de los operadores de TDT) a las nuevas plataformas? ¿Optamos por la no intervención pública y que sea el mercado el que se regule solo?… ¿O existe una tercera vía para taxar los nuevos operadores audiovisuales?

¿Queremos que nos paguen producción o que nos den visibilidad?  

La respuesta sería una combinación de las dos cosas. Y eso implica una nueva manera de entender la relación entre los estados ( y su reglamentación) y los operadores audiovisuales. Y que los primeros entiendan que los segundos son algo más que una tele o un videoclub. 

No sabemos todavía que efectos secundarios puede provocar la Foreign Programming de estas plataformas para un territorio concreto. Pero lo que está claro es que si tengo la posibilidad de engancharme a una serie Israelita; tendré más posibilidades de interesarme por el libro en el que está basado la trama y su literatura; a lo mejor miraré otra película de su protagonista e incluso me plantearé visitar la zona cuando tenga cuatro días libres. Y todo esto partiendo de un click, cuyo coste es ridículo. 

De una tacada, tu producción, tu guión, tu actuación, tu obra literaria o tu paisaje están disponibles en todo el mundo a disposición de una audiencia activa que siga las recomendaciones de su prescriptor/ventana. Esto da alas a múltiples estrategias audiovisuales que, hasta el momento, la televisión convencional no permitía como son la generación de estrategias de turismo patrimonial; promoción de talento local; promoción de los activos literarios y editoriales propios, etc.

Solo es necesario entender que estos nuevos escenarios suman nuevos agentes en el sector audiovisual que se pueden beneficiar de una buena política vinculada al tirón de las nuevas plataformas. Especialmente, mientras no se materialice la existente de una plataforma propia. Filmin (entre otras iniciativas) celebra su décimo aniversario a la espera de formar parte de un proyecto continental común sin restricciones regionales. O eso parece.

Y es que después de años de esfuerzo de las instituciones europeas en crear programas de promoción del audiovisual continental, ayudando las salas, la distribución, los festivales e incluso algunas antenas, llegan plataformas americanas que colocan determinados productos europeos, asiáticos y latinos en el mapa en un santiamén. Son pocos y son comerciales, pero están muy bien colocados, consiguiendo índices de aceptación razonables. Seguro bastante más altos que las antenas de televisión públicas y exhibidores europeos, que acostumbran a ser las beneficiarias de las ayudas europeas.

En definitiva, no se trata de pensar que las nuevas plataformas van a promover el audiovisual periférico; simplemente de preguntarnos porqué los que somos periféricos no hemos promovido nuestro producto con el suficiente éxito internacional, a pesar de los esfuerzos invertidos.

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Imagen: Noticia del Newsweek destacando el impacto de la serie Fauda, producida en Israel por Netflix Original y la industria local.