MarKNotari

Una patata, una cebolla, huevos, aceite, sal. Pelamos la patata, la cortamos en trozos, batimos el huevo… Espera, ¿no es éste el cuento de toda la vida sobre cómo hacer una tortilla de patata? No, hoy no. Estamos en 1993 y frente a los fogones, en lugar de estar nuestra abuela, está Ferrán Adriá.

Para empezar, Adriá coge ingrediente a ingrediente y empieza a contar la historia de cada uno de ellos por separado. Emancipados, la patata, la cebolla, los huevos, crecen y crecen, adquieren cada uno una personalidad insólita. Liberados de su destino gremial –la sartén-, tienen su propio relato. Cuando Adriá termina de elaborarlos, los va poniendo uno encima de otro, en capas, dentro de una copa de cóctel. El resultado es el pincho de tortilla más extraño de la historia. Ha nacido la tortilla deconstruída. Y con ella, la deconstrucción en la cocina. Pero oye, sabe igual que la tortilla que hace mi abuela.

The song remains the same.

Según lo definió Adriá, la deconstrucciónconsiste en utilizar -y respetar- armonías ya conocidas, transformando las texturas de los ingredientes, así como su forma y temperatura, manteniendo cada ingrediente o incluso incrementando la intensidad de su sabor”. Dicho de otra manera, con la deconstrucción, “se aíslan los diversos ingredientes de un plato, generalmente típico, y se reconstruyen de manera inusual, de tal modo que el aspecto y textura sean completamente diferentes mientras que el sabor permanece inalterado”. En definitiva, hacer el plato de siempre pero no como siempre.

Algo parecido pasa con la narrativa digital. Hablamos de crear experiencias, de inmersión, de multiplataforma, de extensiones… ¿de qué? De un relato, la herramienta más antigua de comunicación entre humanos. Hablamos de hacer lo de siempre –contar una historia- pero no como siempre. Por eso, igual que Ferrán Adriá ha deconstruído la comida para ofrecer al comensal una experiencia nueva que parte de la experiencia de siempre, podríamos decir que la narrativa digital ha deconstruído el relato para ofrecer una experiencia narrativa nueva que nace del acto más primitivo: contar historias.

El relato genuino de la narrativa digital, el relato residente, parte de ahí, de un ejercicio de deconstrucción. En el momento en que necesitamos relatos que acudan a varias pantallas donde van para cubrir las expectativas de cada una de ellas, la noción lineal de la narración (la tortilla de patatas de toda la vida), pierde su valor. En esta consideración incluyo lo que a veces se presenta como transmedia: hacer extensiones del relato del estilo: serie de tv + película/precuela + cómic/trama de personaje + novela/secuela + vídeo juego + etc… Está bien, claro, pero al final son estrategias que proponen diversas lecturas de una misma historia, todas ellas lineales.

Entiendo que la narrativa digital necesita un nuevo relato –residente- y que para llegar a él la manera de hacerlo está más cerca de Ferrán Adriá que de Aristóteles. La deconstrucción del relato sería algo así como enfrentarnos, en el sentido bélico de la palabra, a nuestra historia para subvertirla y despojarla de su valor más valioso: su sentido único. Es tratar a nuestro relato tal y como propone el diccionario de la RAE en su definición del término deconstrucción: “deshacer analíticamente los elementos que constituyen una estructura conceptual”. Es decir, coger nuestra historia y disolverla para sublimar sus elementos esenciales y evolucionarlos por separado tanto los visibles (personajes, escenarios, tramas…) como los profundos (conceptos, intenciones, conflictos). Gracias al desmontaje de nuestro relato –su deconstrucción-, llegamos al fondo de su sentido, salen a relucir sus contradicciones y ambigüedades y, al mismo tiempo la hacemos más y más grande e importante.

En el proceso de creación de un relato residente no echamos en la sartén (la película, la serie, la campaña de marketing) todos sus ingredientes para que se fundan entre ellos. Los aislamos uno a uno, les damos su valor único, los dejamos crecer. Cada uno tiene su hueco, su terreno de juego: su pantalla. Al final, todos son “tortilla de patatas”, pero lo son haciendo la guerra por su cuenta. Y un relato no tiene los límites de una receta de cocina. Su “despensa” es infinita porque cuenta un trozo de vida y, como sabemos, la vida es inmensa.

¿Narración cubista?

Con el proceso de deconstrucción, hemos suprimido el punto de vista único, hemos eliminado una única perspectiva sobre el relato, representamos todas sus partes simultáneamente. El relato deja de ser deudor de la lógica lineal y más que narrar su apariencia, partimos de su autentica esencia para contribuir al resultado final: un relato poliédrico donde todo está a la vista simultáneamente. Lo que conocemos como cubismo, vamos.

¿Es la narrativa digital el renacimiento del cubismo? Otro día, por favor. Hablamos de esto otro día…

Mientras tanto, pensemos que cuando escribimos para el mundo digital, al igual que Ferrán Adriá, le estamos ofreciendo al comensal un plato con un sabor conocido pero elaborado de distinta manera. Que en su paladar el resultado es un todo y que, gracias a la deconstrucción de la receta –del relato- hemos logrado hacer lo de siempre, pero como nunca: potenciando su sabor y abriéndole las puertas a una experiencia única.

Imagen: Mark Notari.

@ramontarres