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Pepe vuelve del trabajo como cada día. Es tarde, está cansado, pensativo. Durante el almuerzo ha debatido con los compañeros de la oficina sobre la misteriosa desaparición del avión de Malaysia Airlines. Han salido a flote teorías conspiranoides, abducciones alienígenas, el parecido razonable con el argumento de “Lost”…  Sus neuronas han estado entretenidas toda la tarde buscando alguna explicación lógica a este suceso. Y ahora, en medio de un atasco, solo le apetece llegar a casa y ver el informativo en su recién adquirida Smart TV de 42 pulgadas para saber si hay novedades sobre el avión.

Llega por fin a casa. Enciende el televisor y se da cuenta de que, maldición, son ya las 21.04h. Esto significa que ha llegado unos minutos más tarde de lo habitual y acaba de perderse el inicio del informativo. O sea, no ha visto las primeras noticias, se supone que las más importantes. Ni se plantea cambiar de canal porque sabe que todas las cadenas programan sus informativos a la misma hora. Sí, puede esperar a las 21.30h y seguramente en algún canal de 24 horas volverá a empezar un nuevo informativo. O puede abrir el portátil y acceder a un sitio de notícias, pero ya lleva demasiadas horas de ordenador por hoy. También podría abrir una aplicación de notícias en el móvil… De acuerdo, hay alternativas, pero ese fantástico Smart TV de 42 pulgadas parece no ofrecerle ninguna solución. Y Pepe se pregunta: ¿No debería existir un botón para ver ahora mismo el informativo desde el principio?

Pues no, no existe. Resignado, Pepe empieza a hacer zapping buscando desesperadamente algún canal que esté informando sobre el suceso de Malaysia Airlines. No hay manera. Diez minutos después, sin encontrar nada especialmente atractivo, decide pulsar el botón “Smart TV” de su mando a distancia. Se encuentra frente a un menú con 28 aplicaciones disponibles y permanece unos instantes, bloqueado, preguntándose cuál debería abrir. Ni idea. Y Pepe se pregunta: ¿Tengo que entrar en cada una de ellas para descubrir qué hay dentro?

No, espera, aquí hay un buscador. Claro, a quien se le ocurre dudar de las posiblidades de un televisor tan potente que hasta es capaz de entender la voz y los gestos de su dueño. Pepe abre el buscador y escribe “malasia”. Nada, cero resultados. Lo intenta de nuevo buscando “avión”. El buscador muestra un par de resultados de películas cuyo argumento transcurre en un avión, pero ni rastro de lo que él anda buscando. Y Pepe se pregunta: ¿Y este buscador no podría saber de qué tema están hablando ahora mismo en cada canal?

Nunca me gustó la expresión “caja tonta” para referirse al televisor. Suena despectivo. Pero tampoco me convence el concepto Smart TV. Suena presuntuoso.

El caso de nuestro amigo Pepe nos indica que la llamada “televisión inteligente” aún tiene mucho que aprender y mejorar. Lo que hoy conocemos como Smart TV quizá sería mejor llamarlo simplemente televisión conectada. Porque, efectivamente, puede conectarse a la red y mostrar contenidos en la pantalla del televisor, pero poco más.

Afortunadamente hay mucha gente dándole vueltas al asunto y van apareciendo conceptos interesantes. Por ejemplo, Boxfish, un sistema que analiza en tiempo real el audio de más de 1.000 canales de TV en Estados Unidos y es capaz de identificar de qué temática tratan los contenidos de cada canal en este preciso instante. Gracias a esta innovación, Pepe habría podido localizar si en algún remoto canal alguien estaba hablando del avión desaparecido.

También me parece muy atractivo el modelo de televisión que ha ideado la empresa Smart Design. Bajo el nombre “Veo TV” han imaginado un televisor capaz de identificar qué persona se encuentra ante la pantalla y ofrecerle una programación personalizada en función de su perfil, sus aficiones, sus comentarios en las redes sociales, sus amistades, sus consumos anteriores, el día y la hora… Y si de repente otra persona se sienta también ante el mismo televisor, la programación se actualizará automáticamente para adaptarse a los gustos combinados de los dos espectadores. Lo relevante del modelo no es la personalización de contenidos en si misma sino el hecho de que se genere una programación lineal a medida de cada espectador. O sea, que el espectador pueda seguir disfrutando de ver la televisión del mismo modo que lo ha hecho toda su vida, sin tener que ir eligiendo continuamente qué programa quiere ver. Se trata solamente de una prueba de concepto pero a mi esta televisión ya me va pareciendo un poco más inteligente.

Una simple pantalla

Otro debate es si realmente es necesario que la inteligencia esté dentro de un televisor. Personalmente me inclino a pensar que la inteligencia debe estar en dispositivos externos conectados al televisor (Chromecast, Apple TV y Roku ya van en esta línea) mientras que el televisor debe ser simplemente una pantalla. Ni tonta ni inteligente, simplemente una pantalla.

Una pantalla que quizá renovaremos cada 10 años o cuando deje de funcionar, mientras que la “cajita inteligente”, por su menor precio, la podremos renovar más a menudo, cuando exista otra cajita aún más inteligente y con mejores prestaciones. Porque al paso que vamos imaginaos lo anticuados que nos parecerán los menús y los servicios de las actuales Smart TV dentro de 5 años… Mirémoslo de otra forma: nadie le pide a un proyector que sea inteligente, que se conecte a la red… Sólo esperamos de él que proyecte la señal en una pared, ¿verdad?. Pues eso.

Mirad fijamente por unos instantes a vuestro televisor. ¿Os parece realmente inteligente? ¿Hace lo que os gustaría que hiciera? ¿Qué funcionalidad le pediríais a una TV inteligente?

Aportad vuestras ideas. Hagamos feliz a Pepe.

– Imagen – Paul Stevenson

@fclavell