Classic Film

Como es evidente no soy de la generación Truman,  ni de la Z, ni de la X, ni de la Y (aunque a esta última casi llego por los pelos). No soy de ninguna generación con letras. Aunque me cueste reconocerlo soy de generación con números. Finales de los 60 para ser exactos.

Como la mayoría de los de mi generación me crie con la televisión. Soy ávida consumidora de contenidos de  televisión y mi consumo de televisión hasta hace muy poco era de televisión convencional, tanto generalista como de pago.

Como tal consumidora y debido a que no existía mando a distancia, ni se necesitaba ya que  realmente no existía una oferta de televisión que te impulsara a hacer zapping, consumía los anuncios como un contenido más de televisión. Todavía tengo en mi memoria canciones de anuncios que se han quedado en mi disco duro y que puedo cantar como si los estuviera viendo hoy mismo.

La publicidad era un contenido más y un contenido que entretenía.

Fui creciendo, llegaron las privadas, y con ellas entró en nuestra vida la saturación de publicidad y por supuesto el mando a distancia que nos permitió sobrellevarla viendo que pasaban en las otras cadenas siempre y cuando no  aprovecháramos ese momento para otros menesteres.

A partir de ahí  mi relación con la publicidad en televisión fue de amor – odio. Amor cuando, y más como estudiante, encontraba un anuncio de publicidad que fuera una pequeña obra de arte, adoraba ver los anuncios premiados con leones de oro;  y de odio cuando esas pausas publicitarias fueron incrementándose y exagerándose y la publicidad se convirtió en ese bloque molesto interminable y que hace interminable el programa en emisión. Esto lo he sufrido como espectadora tanto como productora de televisión cuando los programas son sobre saturados de publicidad para sacarle un mayor rendimiento. He vivido el sufrimiento de programas en la lucha por la audiencia en los que recibir la pauta de emisión era como recibir la extremaunción. Saber que ya no había nada que hacer, hicieras lo que hicieras estabas muerto. Pero esta es otra historia…

Al tiempo se empieza a oír hablar de nuevas formas de publicidad, de branded content, de llegar a tener otra relación con el usuario, con el espectador. De ir abandonando el push por el pull. Y a la vez la propia audiencia va buscando otras formas de consumir la televisión.

Poco a poco como todos fui buscando mi propio sistema de televisión a la carta. Durante mucho tiempo consistió en grabar los programas en disco duro o más adelante con el sistema de programación de Digital +.  En la mayoría de las ocasiones me permitió, siempre que me acordara de programar la grabación o gracias a la multidifusión, ver mis programas o películas favoritas en momentos que no fueran el de la emisión programada. Y lo más importante: poder ver las emisiones sin cortes de publicidad, aunque fuera usando el FF del mando.

Gracias a la llegada de la  fibra óptica a mi hogar  y la mejora de la velocidad en internet me fui aficionando cada vez más a visionar en segunda pantalla (tablet en mi caso) a través de las plataformas de pago como Yomvy y a utilizar las aplicaciones de las cadenas generalistas como Mitele o Atresplayer.

Pero señores, vuelta a sufrir… Con la publicidad digital hemos topado.

Atresplayer en su aplicación móvil comenzó a bombardear con anuncios los visionados a la carta. No te someten a grandes cortes de publicidad que te permiten hacer otras cosas. No. Te bombardean sin criterio e incesantemente con el mismo spot, con el mismo spot, con el mismo spot, con el mismo spot, con el mismo spot… suena repetitivo, ¿no?

Por poneros un ejemplo, este verano en mi breve paréntesis vacacional decidí terminar de ver la segunda temporada de “Vis a vis” movida por la curiosidad de cómo había sido el desenlace final de las serie. Señores de Atresmedia publicidad si alguno me estáis leyendo. ¿Realmente no hay otra forma de gestionar el rendimiento de Atresplayer? La interrupción del visionado con el mismo anuncio incesantemente (en mi caso el tráiler de “Mascotas”) Una auténtica tortura china. Solo sé que por mucho que me gusten las películas de animación no podré ir a verla en mi vida.

¿Os podéis imaginar ver esto persistentemente? ¿Se puede ser más maquiavélico?

 

Y a medida que avanza el capítulo cuando sólo quedan 15 minutos  ¡zasca! Un bloque de tres o cuatro spots distintos. Que lo gracioso de todo es que al final son de agradecer. Objetivo cumplido,  si ese era el objetivo señores.

Hablamos mucho de otras formas de entender la publicidad, de otras formas de comunicarse con el consumidor… ¿realmente este es el camino?  ¿Conseguir que la audiencia instale adblock para evitar esos anuncios?

La televisión conectada también llega a mi vida y con ella la televisión  a la carta  y la felicidad de descubrir que de momento puedo disfrutar de estas aplicaciones sin problemas de interrupciones. Sin embargo, aunque ya se lleva tiempo hablando del tema leo que con la televisión conectada llega el futuro de la publicidad: la televisión programática.

Para algunos: “la televisión programática o compra programática en televisión va a suponer una de las grandes revoluciones de esta década. En los países y hogares donde ya es posible, cada telespectador ve un anuncio acorde a sus necesidades e intereses específicos, lo que hace que se incremente el retorno de la inversión, pues sólo se paga por impactar a la audiencia que le interesa al anunciante”.

¿La audiencia que le interesa al anunciante?  Y yo me pregunto ¿quién o qué marca las necesidades e intereses específicos del espectador? ¿Quién es el que  marca el interés del espectador por ese anuncio? ¿Cómo se impacta al espectador?

“Una vez que la maquinaria de la compra programática en televisión se ponga en marcha, se cumplirá lo que muchos anunciantes llevan ya varios años soñando: poder servir sus anuncios en televisión sólo a aquellas personas que están realmente interesadas en ellos, tal y como ya se hace en Internet. Bienvenidos a la publicidad del futuro”. (kanlli.com)

Lo que muchos anunciantes llevan esperando… Claro, cierto es,  teniendo en cuenta que la televisión a la carta permite segmentar mucho más las audiencias permitiendo a las marcas dirigirse a un público más específico.

Estamos de acuerdo, puede ser la publicidad del futuro para las marcas, aunque no para todos segmentar es mejor que bombardear sistemáticamente,  pero:

¿qué le queda a la audiencia? Se supone que está interesado en esa publicidad porque es acorde a sus gustos, intereses… ¿Tendremos que soportar el bombardeo de publicidad simplemente porque nos anuncia productos acordes a nuestro gusto según marca el big data?

Si deriva en un  sistema como el sistema de publicidad en internet que te bombardea incesantemente o utilizando las mismas  técnicas de la publicidad digital  como el behavourial targeting  o el retargeting tengo serias dudas si como audiencia quiero recibir la publicidad del futuro.

Televisión programática ¿futuro o una tortura más?

Foto: flickr «Classic Film»

@macujackson