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No leemos; escaneamos. El informativo o documental de toda la vida se nos hace, cómo decirlo, un poco largo, y no aguantamos más de diez segundos sin cambiar de canción en Spotify. Vemos la televisión con el rabillo del ojo puesto en las notificaciones de whatsapp. Compartimos tuis sin leerlos y le damos al «me gusta» de Facebook con pulsión enfermiza. La necesidad de sobrevivir a la sobreabundancia de estímulos nos hace ser cada vez más impacientes o selectivos a la hora de conceder nuestra atención.

Estamos inmersos en la Economía del trastorno de déficit de atención. Así titulaba socarronamente @JohnCassidy uno de sus últimos artículos en The New Yorker, en el que se volvía a incidir en nuestra menguante capacidad de concentración a medida que se multiplican los estímulos a los que tenemos o más bien nos empeñamos en enfrentarnos en nuestro día a día.

Durante algún tiempo, en algunas presentaciones antiguas sobre la televisión y su adaptación al medio digital, solía mostrar una gráfica para mí siempre inquietante, que ya en 2008 ilustraba la magnitud de este fenómeno, y en este caso centrada en la cada vez menor fidelidad de los usuarios a los contenidos de vídeo en el entorno de internet.

Fuente: TubeMogul, diciembre de 2008 / Estudio realizado a partir de 188.000 vídeos de sites de gran tamaño

Fuente: TubeMogul, diciembre de 2008 / Estudio realizado a partir de 188.000 vídeos de sites de gran tamaño

En ella se veía cómo los usuarios iban abandonando en oleadas el consumo de los vídeos, y cómo a los 60 segundos de que hubiera comenzado la reproducción tenías suerte si todavía conservabas a la mitad de tu audiencia. Esta lucha encarnizada por la atención es algo que también tiene lugar en el propio entorno de la televisión, pero con un número mucho menor de competidores (la totalidad de canales de la TDT) y en un escenario en el que las cadenas de los tres grandes grupos editoriales representaban en el mes de febrero de este año el 75% de la cuota de pantalla.

Las televisiones lineales, como bien se contaba recientemente en un interesante especial de @MediaREDEF, son en ese sentido presas de su propia condición. Con espacios de programación finitos, los que caben en sus parrillas en las 24 horas del día, concentran los contenidos más valiosos en el primetime, que es el que aglutina más millones de espectadores concurrentes, creando formatos de larga duración que preferiblemente se extiendan durante toda esa franja o incluso se adentren en la madrugada, donde todavía hay millones de espectadores sentados (o para entonces tal vez ya tumbados) frente al televisor.

Sin embargo, junto a la emisión tradicional de televisión, se está abriendo paso el consumo bajo demanda, que no requiere ese gran esfuerzo de focalización en un momento y targets concretos, y que permite explorar otros formatos, de duración inferior a los habituales de televisión. Esa es una de los propósitos que persigue la transición de BBC3 de canal radiodifundido a canal online, y que puede surgir en el debate sobre la evolución de la televisión pública francesa, como ha comentado la ministra de Cultura de ese país al hablar del posible futuro online que podría aguardar a France 4.

El consumo lineal sigue en cualquier caso concentrando en España a un número extraordinariamente alto de personas. Pero, además de la desatención fruto de la creciente actividad multitarea, se observa en el último año una cierta desafección al menos en los targets más jóvenes, de 13 a 34 años, según datos hechos públicos recientemente por AIMC a partir de las mediciones de Kantar.

Estudio AIMC

El consumo de TV desciende en 2014 en los targets más jóvenes

Estos datos no quieren decir que estos usuarios abandonen completamente el consumo de contenidos televisivos (que siguen consumiéndose y distribuyéndose vía internet), pero sí que esas personas consumen vídeo de distinta manera, ya sea vía las propias plataformas digitales de las televisiones, o en plataformas de terceros como Facebook o Youtube, donde la competencia por la atención es todavía más cruenta.

La propia Facebook, en sus recomendaciones sobre el uso del vídeo en su plataforma, aconseja ser contundente desde el primer «frame» si se quiere tener alguna opción de competir con alguna opción en el mercado de la atención. Pero, a menudo, ni siquiera los contenidos de gran calidad sobreviven al despiadado «scroll» de los usuarios, lo que a menudo genera a su vez un deslizamiento hacia titulares cada vez más hiperbólicos y rocambolescos en la búsqueda desesperada del clic (click-baiting).

Un fragmento publicado en el Facebook de RTVE de uno de los sketches del último programa de José Mota, en el que el cómico imitaba a Jordi Évole. Pese a durar apenas 30 segundos, los usuarios comienzan a fugarse a los pocos segundos.

Un fragmento publicado recientemente en el Facebook de RTVE de uno de los sketches del programa «José Mota Presenta», en el que el cómico se metía en la piel del periodista Jordi Évole. Pese a durar apenas 30 segundos, un porcentaje elevado de usuarios comienza comienza a «fugarse» a los pocos segundos.

Esta fuerte presión hacia la condensación no es algo exclusivo del vídeo. Ya en 2013, el editor jefe de Quartz afirmaba haber renunciado a publicar artículos de extensión media (entre 500 y 800 palabras), al considerar que escapaban al interés de los usuarios, que o bien se inclinaban por los textos más breves o bien por la lectura más extensa y sosegada (los long-reads o long-form). Y aplicaciones móviles como News In Short, con noticias de solo 60 palabras, o incluso Circa, con su esfuerzo por reducir la redundancia informativa en las actualizaciones sucesivas sobre un mismo acontecimiento, son un botón más en esta búsqueda acuciante de la economía narrativa.

Los móviles como motor de cambio

Es precisamente el móvil el que acentúa aún más esta tendencia, la de la jibarización del contenido, y el que provoca mayores cambios en los hábitos de consumo. En el terreno del Smart TV, ya sea por consumo vía aplicaciones de televisión conectada o HbbTV (servicios de botón rojo), las curvas trazan recorridos parejos a las del consumo de televisión, con una predisposición más lean back, con tiempos de sesión largos en los que suelen reinar también las series, las películas o los formatos episódicos. Pero en el caso de los dispositivos móviles se dibujan consumos más fragmentados que reclaman a gritos estrategias específicas de contenidos.

En una plataforma centrada exclusivamente en el vídeo como Yomvi, como comentó hace unas semanas Pablo Romero, su director de Contenidos, en el marco del Revolution TV, la duración media de la visita de los usuarios en el móvil es de 20 minutos. No solo el tiempo por sesión es menor sino que los usuarios presentan pautas de consumo algo distintas a las que tienen cuando acceden desde otros soportes. Así, en el móvil tienen mayor predilección por las sitcoms, tradicionalmente de menor duración que las series dramáticas. Si hablamos de RTVE, donde la tipología de contenido es más variada, la duración media de la visita en móviles es de algo más de 9 minutos, que se eleva a más de 17 minutos si lo que el usuario tiene en su mano es una tableta.

Esto sugiere que habría que plantearse desarrollar formatos exclusivos de menor duración para estos soportes móviles, o incluso dedicar esfuerzos a recombinar los contenidos de los que ya se dispone para hacerlos más fácilmente adaptables a estos dispositivos, o por qué no, plantear distintos formatos en función del contexto, como por ejemplo hizo Nokia con su campaña de storytelling publicitario con Ellie Goulding. Los medios nativos llevan ventaja en este terreno. Desde Vice News, cuyos vídeos informativos rara vez suelen superar los 10 minutos, a Buzzfeed, que desde hace un tiempo trabaja en revolucionar lo audiovisual como antes hizo con lo escrito. Otros, como Youtube, Showyou o Shelby.tv (comprada el verano pasado por Samsung), supieron evolucionar también otro elemento revolucionario en este campo de lo audiovisual: la playlist, que permite a los usuarios hacerse un traje audiovisual a medida a partir de retazos de menor duración.

La atracción de los microcontenidos

Lo cierto es que el móvil, como sucede con las misteriosas puertas de El ministerio del tiempo, ofrece múltiples caminos todavía inexplorados. Nuestra fidelidad a él es incuestionable, situándonos en ocasiones muy próximos a la adicción. Como mostró Alberto Relaño, Director de Innovación & Digital de TNS España en el marco de su presentación en AEDEMO (Insights del consumidor ¨conectado¨ a nivel mundial), el móvil se utiliza en muchos países de forma uniforme a lo largo del día, sin apenas altibajos, lo que ofrece múltiples posibilidades de impactar al usuario si se genera el contenido adecuado.

Alcance de los distintos medios a lo largo del día en Noruega

El móvil es el dispositivo que más impacta en nuestro consumo de medios y contenidos a lo largo del día, como demuestra el ejemplo de su uso en Noruega

En un escenario dominado por las redes sociales (en diciembre de 2014, 745 millones de usuarios accedían a Facebook diariamente vía móvil), y por ese flujo infinito y despidadado que regurgitan de contenidos, se vuelve necesario explorar el alcance de los microcontenidos, aunque todavía no pueda hablarse de formatos definitivamente asentados.

Los medios audiovisuales, que arrancaron tarde, se han puesto a hacer los deberes. La BBC comenzó el pasado año a explorar el uso del vídeo informativo en Instagram. Hace solo unos días, publicó un anuncio en el que busca creadores de formatos breves. Su competidor, Channel 4, lanzó también hace un tiempo Shorts, un espacio en el que explora con vídeos, muchos de ellos serializados, de pocos minutos de duración. Y la nueva aplicación móvil de televisión de Reuters hace del selector temporal, que permite crear un informativo a medida de entre 5 y 30 minutos, su elemento estrella.

Como decía Blaise Zerega, CEO de Fora.tv, en un inteligente artículo, la duración ideal de un vídeo debería estar determinada por diversos factores, siendo el modo de consumo (web, móvil, televisión conectada, etc.) solo uno de ellos. Pero también señalaba que, aun siendo difícil de probar, existe una correlación entre la duración del vídeo y el número de visionados. Algo a tener en cuenta, en estos tiempos donde tanto nos cuesta retener nada.

Photo Credit: the measure of mike via Compfight cc
@nachogom