En mi anterior entrega en este blog hablaba de “conectar los puntos”. En aquella ocasión fui yo mismo el que, después de distribuir en el tablero diferentes ideas aparentemente inconexas, me lancé a unirlas para ofrecer al final del texto un dibujo coherente. En esta ocasión prefiero que sea el lector el que realice esa tarea: me acojo al derecho de aplicar el “learning by doing”.

Mi decisión no es caprichosa ni atiende a la ley del mínimo esfuerzo. Les recuerdo que, por norma general, sólo frente a lo imprevisto o en evidentes épocas de crisis (en realidad, una concreción de lo imprevisto) ponemos en marcha mecanismos que activan circuitos neuronales alternativos, la conocida como “plasticidad del cerebro”. Esas nuevas conexiones serán las que, finalmente, den con “ideas innovadoras”. Así que, tratándose de un blog dedicado a este asunto, nada mejor que ofrecer al lector la oportunidad de convertirse en co-creador del contenido del mismo.

BOLIVIA MON AMOUR
Hace tiempo decidí que, incapaz de escapar a mis propias circunstancias, en lugar de minimizarlas las sacaría a relucir. De ese modo lograría un mayor aprovechamiento de las mismas; misma inversión, mayores rendimientos. No es un ejercicio de vagancia o ego mal gestionado, ni una ley del capitalismo galopante sino, según la terminología de nuestras abuelas, “hacer del defecto virtud”.
Dicho de otro modo (démosle un tono científico al asunto): se trata de una aplicación más del principio de la termodinámica conocido como el enunciado de Kelvin-Planck).
Hace poco tuve la ocasión (llamémoslo mejor oportunidad), de viajar a La Paz para impartir en el marco de la UCB la asignatura inaugural de la tercera edición de la Maestría en Comunicación Inteligente. Nunca había viajado a Bolivia así que, una vez más, me sometía a la experiencia de lo imprevisto (por desconocido). No pienso tanto en el ámbito en el que se iba a desarrollar el curso como en el propio país, en el día a día de la gente de la calle.
Permítaseme un inciso: existen muchas maneras de explorar los lugares con los que no estamos familiarizados, aunque básicamente podemos agruparlas en dos grandes bloques en atención a nuestra actitud: o nos comportamos como turistas o lo hacemos como viajeros. La primera implica salvar las distancias y verlo todo a través de las gafas de “lo exótico” por contraste a lo propio, siempre protegidos por alguna barrera que salvaguarda nuestra zona de confort; llámese guía, hotel o cualquier otro elemento que permita mantenerle resguardado en ese área de seguridad. Por contra, el viajero se lanza a lo desconocido y se sumerge, desde su reconocida ignorancia, en un entorno autosuficiente que, si le resulta extraño, se debe precisamente a su desconocimiento, no a las características propias del medio. Nada es mejor ni peor, sino diferente. Eres tú el extraño en tierra conocida. (Soy consciente de que en esto que digo puede existir resonancias del “I’m Legend” de Richard Matheson).
Volvamos a mi experiencia paceña, teniendo en cuenta que, si en lo formativo podría considerarme un turista (un ambiente universitario no suele distar mucho de otro, por muchos kilómetros que los separen) en mis horas libres podía adoptar el papel del viajero y perderme por la realidad de una ciudad nueva para mí (“La Paz hay que descubrirla” me dijo un amigo, siempre acertado en sus juicios).
Mi labor docente consistía en impartir una amplia introducción a las narrativas transmedia desde un enfoque teórico pero también desde la exposición de casos y, bajo mi punto de vista lo más interesante, la formación de grupos con los que desarrollar propuestas de este tipo de relatos.
Una de las premisas era partir de casos concretos, reales, tanto en lo relativo a la selección del sujeto a tratar como en las posibles soluciones que planteáramos. El perfil de los inscritos al curso era variado, tanto en edad como en intereses, lo que hacía la experiencia aún más interesante.
Allí me encontraba yo en un entorno, no por conocido, deseado: en un aula en forma de auditorio, (físicamente) enfrentado a mis alumnos. Y, tal y como les hice notar aunque resultara más que evidente, siendo yo blanco, europeo y hombre. (Uno debe recordar y recordarse desde dónde habla).
No quiero extenderme sobre los detalles, sólo decir que siempre es gratificante estar con personas que realmente quieren aprender. De nuevo tengo que aclarar que no es una cuestión de ego: como docente me considero un simple catalizador. Lo que me entusiasma es sentir la efervescencia de las mentes trabajando, absorbiendo información y conocimiento, haciéndose/me preguntas, vislumbrando nuevos caminos, explorando posibilidades. En todo ello hay algo del espíritu del viajero que me conmueve.
La simple formación de equipos y elección de tema resultó en sí misma iluminadora. Ver las dinámicas que nos llevan a asociarnos con otros, observar como varias personas convergen en una voluntad común de grupo es, en sí misma, una experiencia de qué es y cómo funciona la complejidad. (Concepto, por cierto, necesariamente ligado a las narrativas transmedia).
Pero lo más interesante fue (es, porque la experiencia se prolonga de modo no presencial) los temas sobre los que trabajar, allí donde mi parte viajera también resultó de utilidad. Prácticamente la totalidad de los equipos se decantó por temas de orden social: problemáticas (complejas y complicadas) con las que se enfrentan a diario.
Me alegra constatar una vez más que en toda LatinoAmérica el elemento documental y de activismo social resuena con fuerza, esta vez aterrizado en la realidad boliviana. Su deseo de cambio es verdadero, y por muchas dificultades que existan, se aprecia que existe el convencimiento de que se puede llevar a cabo. Además, se entiende que se debe enfrentar la realidad no deseada (aunque reconocida), y que otros futuros son posibles. (Un tema más sobre el que volver en el futuro, para superar narrativas distópicas que se nos pretenden vender como inevitables. Recordemos una vez más que el futuro no existe y está por escribir).
Dejo señalado aquí el primer punto del dibujo y paso al segundo.

ALICIA EN LAS CIUDADES
Creo que resulta indiscutible que somos hijos de nuestro tiempo y, por lo tanto, no podemos escapar a él. (Abro nueva divergencia para un posible debate: me viene a la mente Burroughs, quien dedicó muchas páginas a exponer y reflexionar sobre este asunto). Las películas no “envejecen bien”. La obra no se modifica: es nuestra mirada la que cambia.
Allá por los años setenta del siglo pasado, entre los nombres que nos dio el llamado nuevo cine alemán (innovador en su época), figura Wim Wenders.
Este cineasta, entonces considerado necesario, hace tiempo que ha quedado relegado a vagar por festivales como un fantasma del pasado; dolorosa constatación de que la innovación lleva incorporada fecha de caducidad. Sin embargo, al menos parte de su obra persiste en recordarnos que hay temas que no “pasan de moda”, porque se enfrentan a las eternas preguntas que el ser humano se formula. (En realidad, no cambian los temas sino la forma en que los expresamos: la piel también importa).
Wenders, digo, rodó una película especialmente significativa para lo que aquí pretendo contar. Se trata de “Alice in den stadten” (“Alicia en las ciudades”), en realidad un cuento basado en textos y vivencias de Peter Handke (reciente premio de literatura), con el que en aquel momento solía colaborar.
El asunto es hallar (dotar de) significado a aquello que vemos y sentimos. No sería ésta la única ocasión en que Wenders se acercaría al tema.
En cualquier caso, ahí está Alicia, capturada para la eternidad en un celuloide desde el que nos plantea la realidad como un relato de la realidad, y el relato como un flujo. Paradojas de la vida: tal como nos contó Lewis Carroll, la eternidad no es para siempre (la larga sombra de Heráclito, defensor del cambio, anda cerca).
Marquemos otro punto y pasemos al tercero.

LA ESCUELA 42
Hace tiempo que quiero compartir en este blog algún texto o hacer al menos mención a l’Ecole 42.
¡Hay tanto que explicar sobre este asunto! Y sin embargo me siento compelido a invitar al lector que, si el tema es de su interés, investigue por su cuenta, tal vez tomando como punto de partida los enlaces que acompañan este texto.
¿Puede ser que el espíritu de este proyecto me haya contaminado hasta tal punto que esté incitando a llevarlo a otros terrenos, incluido el meramente informativo?
L’Ecole 42 propone un modelo formativo que rompe con los moldes que, durante siglos, han venido definiendo la enseñanza. Lo hace con el soporte económico de capital privado. Aunque me duela decirlo, me resulta inimaginable que una propuesta así se pudiera financiar por fondos públicos, finalmente gestionados por políticos de bajos vuelos (hoy todos vuelan raso).
La Ilustración y su modelo de Academia marcó un antes y un después en la formación (no me atrevo a llamarlo educación), fórmula que, con ligerísimas variaciones, perdura hasta nuestros días. De todos es sabido que cualquier institución que se precie es reacia al cambio. (A la innovación). Y ahí estamos.
Por su parte, l’Ecole 42 defenestra el binomio profesor /alumno, y empodera al colectivo frente a la minoría que ostenta el mando.
La ausencia de aulas, profesores, programas y cuadros (formativos y administrativos), causa asombro y, al tiempo, estimula a los presentes a desarrollar sus habilidades. En realidad, este modelo plantea una forma de funcionamiento que tiene muchos puntos en común con los principios libertarios: la autogestión y la decisión asamblearia siempre han sido valores básicos del anarquismo. La autoeducación y la mejora continua son parte intrínseca del discurso de los grandes ideólogos ácratas. Léanlos, nunca está de más.
Supongo que, dicho así, algunos no se sentirán cómodos. Para tranquilizar sus miedos diremos que detrás de esta propuesta de formación innovadora está el Capital (no sé si con mayúscula, pero sí con muchos ceros en los talones). Así que todo controlado.
Nadie dijo que la paradoja no formara parte de la formación, y a estas alturas del post no vamos a ponernos distópicos. Esperemos ver qué da de sí este experimento: dejemos que sea la experiencia la que nos ilustre.
Como digo, aunque hay mucho que contar sobre l’Ecole 42, me parece más adecuado dejarlo aquí. Espero que la brevedad de este apartado no se asocie a un menor importancia del mismo. Nada más lejos de mi intención.
Pasemos al cuarto punto de nuestro dibujo imaginario.

GARAGE STORIES – SITGES
De vuelta a Sitges con Garage Stories. (De nuestra experiencia en la anterior edición dimos buena cuenta en este mismo blog).
Este año, y por motivos de agenda, la propuesta de creación se reformuló en masterclass. (Todo nos parece válido si conseguimos llegar al público adecuado, como así fue. El taller reaparecerá en breve, esta vez arropado por la ciudad de L’Hospitalet. Espero poder contar en este mismo espacio digital la experiencia que ya a día de hoy, promete ser memorable).
Resumo la sesión: de nuevo tuvimos una primera parte expositiva que dio paso a otra, casi de igual duración, de preguntas e interacción con los presentes. Allí, entre otras cosas, tuve ocasión de contar qué estamos haciendo en Bolivia dentro del marco de la maestría. Constato con satisfacción que los proyectos que se crean nutren e inspiran a otros. Que las distancias no son tan grandes, no sólo por la presencia de los entornos digitales, sino también por la cercanía de los intereses humanos.
Sobre todo lo que encontramos fue mentes inquietas, trayectorias personales variadas que llevan a aparentes abismos, a dudas supuestamente irresolubles. A momentos de crisis. Llamémoslo oportunidad de cambio.
La innovación, no me cansaré de repetirlo, genera estrés. La educación supone un adentrarse en terreno desconocido para explorarlo y conocerlo. Muchos creemos que vale la pena; por eso estamos aquí.
Cuando hablo de formación no pienso en la adquisición de conocimientos para labrarse un futuro profesional. No le quiero quitar importancia, pero eso me parece una consecuencia de segundo orden, o una parte de algo mayor. Nos formamos, ante todo, para dotarnos de herramientas que nos permitan elaborar un (relato de) futuro acorde a nuestros anhelos.
Imposible marcar el punto final de este dibujo sin citar a alguien que, con su discurso, está ayudando a innovar el pensamiento y la educación. Me refiero a la siempre necesaria Marina Garcés. Cierro con sus palabras:
“ Nuestra sociedad no es algo abstracto: son nuestras escuelas y nuestras universidades pero también nuestras preocupaciones, nuestras conversaciones y nuestros modos de relacionarnos con lo que ocurre.”
(Filosofía inacabada, 2015)

Espero que el dibujo resultante les parezca de interés.

Fotografías:
La imagen que encabeza el texto es obra de Boris G https://www.flickr.com/photos/gameoflight/9730607487.

La imagen de la cebra es obra de By Micaelagaymer – Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=59422330

Ambas están están sujetas a una licencia Creative Commons de autoría y reproducción sin manipulación.

Fotograma extraída de “Alicia en las ciudades” propiedad de la productora.

La proiedad de la fotografía de Sitges corresponde a aquellos que sustenten el copyright de la misma (autoría desconocida).

La utilización de todas las imágenes no busca fines lucrativos y se acoge al derecho a cita.

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